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Cobras, gastas, pagas. Pero por dentro, algo no cuadra.

No es que no trabajes duro. Es que, a pesar de hacerlo todo “bien”, hay una desconexión que duele. Como si la vida que estás financiando no fuera realmente tuya.

A mí me pasó.

Durante años seguí el guion: estudios, trabajo, esfuerzo constante. Validación externa, logros, metas alcanzadas. La familia llegó después. Y con ella, también llegaron las contradicciones.

Porque desde fuera, todo parecía estar en orden. Pero por dentro… me había perdido. De mí. De mis sueños. Y también de mi dinero.

Mi relación con el dinero era como muchas de nosotras aprendimos: confusa, silenciada, llena de culpa. Me enseñaron a ganarlo… pero no a sentirme segura teniéndolo. A administrarlo… pero no a disfrutarlo. A resolver para todos… y postergarme a mí.

Hasta que un día, mi mamá —una mujer que trabajó toda su vida— me pidió una cantidad mínima de dinero. Y lo que me rompió no fue el monto. Fue la pregunta que se me clavó en el pecho: ¿Dónde está TODO su dinero? ¿Dónde está el mío?

Ese momento fue mi quiebre. El principio de una búsqueda que me llevó a estudiar finanzas, ordenarme, crear estabilidad. Hasta que la maternidad —con sus luces y sombras— volvió a sacudirme.

Me convertí en mamá de dos niñas en menos de dos años. Y una de ellas nació con síndrome de Down. Todo lo que había construido lo fui usando. En tres años, ya no tenía nada.

Pero ahora lo entendía diferente.

Porque el dinero no es solo una cuenta bancaria. Es una historia. Es un espejo. Es parte de nuestra identidad como mujeres.

Y esa identidad, muchas veces, ha sido moldeada desde la escasez, la renuncia, el miedo a incomodar o a querer más.

La neurociencia lo dice: después de cierto umbral de seguridad, el dinero ya no aumenta la felicidad. Lo que sí lo hace es nuestra capacidad de estar presentes.

Y nosotras, que vivimos con mil pendientes en la cabeza, a veces no sabemos cómo estar presentes en nuestra propia vida financiera.

Puedes tener una cuenta llena… y seguir sintiéndote vacía.

De nada sirve una cuenta llena si no puedes vivirte con presencia, propósito y paz.

Hoy acompaño a mujeres a hacer las paces con su historia financiera. A crear poder, no solo números. A poner el dinero a favor de su verdad, no de la expectativa social.

Porque merecemos abundancia… y también merecemos habitarnos.

🌿 ¿A ti también te ha pasado? ¿Alguna vez sentiste que tu dinero no te pertenecía del todo, aunque fuera tuyo?

Te leo.

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