Tengo una amiga periodista a la que le “hierve la sangre” cada vez que oye la voz de su ex esposo.
Es tanto el coraje que siente hacia el hombre de quien estuvo profundamente enamorada, que cuando habla de él, sin darse cuenta se pone roja, el cuerpo se le tensa, su entrecejo se ciñe ¡y las arrugas se le alborotan! Su disco rayado es: “Ese hombre es un desastre con el dinero, nunca pudo ahorrar ni un ‘peni’ y cuando quisimos comprar una casa descubrí que nuestro crédito estaba destruido… es un bueno para nada”.
Ella es una mujer talentosa y destacada en su profesión, pero su ira está fuera de control. Por eso ha tenido que visitar psiquiatras, psicólogos y hasta hipnoterapeutas. ¡No me sorprendería que terminara por consultar a un mago, a un espiritista o a un cacique indígena!
Según los expertos, nacemos con cinco emociones principales: ira, dolor, miedo, tristeza y alegría. Todas son buenas porque nos ayudan a adaptarnos al mundo para sobrevivir. Se supone que cada una tiene corta duración y se desvanece por sí sola, pero cuando las arrastras por mucho tiempo, se convierten en un hábito y se tornan en emociones dañinas: rencor, sufrimiento, ansiedad, depresión y dependencia, respectivamente.
La ira, por ejemplo, es un sentimiento crucial porque nos da fortaleza para superar momentos difíciles o peligrosos. Es un mecanismo de defensa natural que nos hace sobrepasar tres cosas: obstáculos, encierros y ataques. Por lo tanto, nos da el vigor para persistir, escapar o defendernos.El peligro con la ira cuando es permanente es que vuelve agresivas a las personas.
Mi amiga una vez le tiró el teléfono a su ex marido con tanta violencia que lo rompió. Otra vez se subió a su auto con tal coraje que al retroceder se estrelló contra un poste. Y los insultos contra su ex esposo los han escuchado su hijo y hasta sus vecinos.
Algunos dirán: ¿Cómo es posible que una mujer tan inteligente y educada actúe de esta forma? Mi respuesta: no es más inteligente quien obtiene mejores calificaciones o quien hace un trabajo intelectual admirable, sino quien pueda controlar sus emociones y sepa vivir en armonía consigo mismo y con su entorno.
El remedio para controlar esos sentimientos de ira es paciencia y tolerancia. Sé que no es fácil actuar con serenidad ante alguien que es irresponsable, terco, injusto o egoísta, pero cada vez que permites que te hierva la sangre produces un veneno que te enferma y te envejece.
Le dije a mi amiga: “La próxima vez que se te suba la calentura, respira profundamente y piensa en tu salud y en tu hijo. Ni los doctores ni los brujos te van a dar la solución. ¡Tú eres quien controla la temperatura de tu sangre en cada situación!”.
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