Por Fabiola Guerra Ugalde
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A veces las actividades socializantes parecen una batalla –incluyendo el coito- ¿La lucha, la indiferencia y otros males son una estimulación previa para alcanzar alguna especie de dicha? Hoy como nunca la felicidad es algo desechable. La sociedad está pariendo a diario una plaga de animales solitarios, ¿Somos demonios de tasmania?
A mi juicio la peor clase de maltrato que uno puede sufrir en manos propias o ajenas, es excluir la diversión de las actividades cotidianas. No divertirnos es aburrido y provoca aislamiento y cautividad. ¿Caducamos antes de tiempo? Perdemos experiencias socializantes todos los días, somos mamíferos raros, desarrollamos dientes y garras antes que juegos y libre albedrío.
Tu mente y tu cuerpo pueden ser tu peor enemigo sino lo alimentas a menudo de momentos chispeantes. A la felicidad hay que invitarla a madrugar.
Somos lo que creemos, lo que elegimos y lo que anunciamos en libertad. La felicidad puede ser tan incluyente como queramos.
La diversión da un alto grado de rendimiento e intensidad a nuestras vidas, es un giro de 180 grados que se escribe con “P” de presente y prioridad.
El imperio de la diversión esta en nuestra naturaleza y en el juego de una vida viva y espontánea.
Las actividades recreativas son el ejercito de un feliz refugio.
GRACIAS por leerme.
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