¿VÍCTIMAS O IRRESPONSABLES?

¿VÍCTIMAS O IRRESPONSABLES?

Me he caracterizado, por regla general, por ir a ‘mi corriente’. Otros, lo llaman ‘contracorriente'. Soy dada a dar mi opinión, la cual suele levantar vientos cuando no tempestades. Nunca me gustó parecerme a los demás. Nunca fui de ser ‘normal’. Me gusta que me amen, que me acepten como a cualquier persona humana pero nunca a costa de mi integridad y dignidad.

¿Por qué cuento todo esto?

En 2004, RBA editorial me publicó el que sería, y es, mi libro más vendido: ‘La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada? En este libro animo a las mujeres a ‘ponerse la corona y no quitársela para parecer menos alta que su caballero de armadura oxidada’, lo cual, es una manera de decir que no deben rebajarse ante un hombre ni dejarse humillar por un hombre. Una mujer no es menos, ni más, que un hombre sino una igual en derechos y responsabilidades. Una igual en capacidades y en derecho a ejercerlas. Una mujer ‘no es un ser de ideas cortas y cabellos largos’ (Schopenhauer dixit). Una mujer es un ser humano idéntico al hombre salvo en la biología, punto. Como no es más valioso o válido un blanco que un negro, o un americano del norte que un africano. Nadie es menos y todos tenemos derechos, y responsabilidades.

El movimiento feminista nació porque a la mujer se la consideraba de segunda o tercera categoría, sin derecho al sufragio universal, sin poder tener propiedades a su nombre (en el Imperio Romano no era así ni en Egipto…). Habíamos involucionado y debíamos reparar el desaguisado. Y, se logró. Se avanzó y se consiguió la igualdad aunque no en todos los países del mundo. Lamentablemente, con la desaparición del muro de Berlín y con ello del Comunismo (menos en Cuba y…), los que profesaban dicha ‘religión’, o sea, los ‘comunistas’ decidieron inventar una ‘lucha’ que sustituyese a la antigua lucha de clases e inventaron la lucha de sexos, mejor dicho, la de las feministas contra los hombres. En la década de los ochenta del siglo 20, el feminismo empezó a ir por muy mal camino (ver libro: ‘Por mal camino’, de la filósofa francesa Elisabeth Badinter), y por ese mal camino llegamos al desvarío del feminismo del siglo 21.

En España mucha gente lo bautizó como ‘feminazismo’.

Muy fuerte, ¿no?

A sí, a simple vista, sí…

Se las ha tildado de feminazis porque desprecian y proscriben a toda aquella mujer que no piensa como ellas, que no enarbola sus postulados y que no se suma a la causa o se deja manipular.

Según ellas, los hombres son violadores por naturaleza.

Curiosamente, ellas se relacionan con hombres, eso sí, poderosos a cuya sombra pueden medrar o sacar tajada o tener ventajas. Ellas, las feministas que han venido a salvarnos (lo digo con ironía), porque las anteriores éramos tontas, no han medrado profesionalmente por méritos propios sino por arrimarse a un hombre con poder político. Lo cual, me daría igual si se hubieran ocupado de enseñar a las mujeres a cuidar de ellas…

¿Cuidar de ellas?

En ese caso, ¿no corrían el riesgo de quedarse sin clientas o sin causa?

Obviamente.

La forma de seguir teniendo ‘negocio’, es fomentar que la clientela nunca deje de existir. Ergo, vamos a conseguir (eso lo pensarían ellas, las feminazis), que las mujeres se crean que son víctimas y que necesitan de otra mujer que las rescate a ellas de ese hombre malo, maloso.

Yo, por mi parte, he tratado de lograr todo lo contrario.

Me he empeñado en enseñarlas a ser responsables de sus vidas, de con quién se acuestan o están en relación o se casan o tienen hijos o todo junto.

Claro, mi enfoque no gusta, pone de los pelos, irrita.

¿Por qué?

Porque les quito la excusa de que es el otro el que tiene que cambiar, mejorar o darse cuenta de que es malo. La mujer es la responsable de relacionarse con un impresentable, no de que él lo sea. Por lo que no debería obcecarse en hacerle ver que 'él debe dejar de ser malo'. En su lugar, debería asumir que 'él' dejará de hacerle daño cuando ella se decida a echarle de su vida pegándole una patada en el trasero... 

Suelo preguntarles a esas mujeres: “Tu crees que sí él se tuviese por malo, ¿no habría ya cejado en su proceder?”

Es más, pienso como Eleanor Roosevelt: ‘Nadie te sentir inferior sin tu consentimiento.”

  • Yo aprendí que: ‘Nadie te hace nada que tú no le consientas”

Ergo, si un hombre maltrata verbal y/o físicamente a una mujer, y ésta sigue con él, ¿es víctima o irresponsable? -Léase inmadura psicológica-.

¿Nadie, ni su padre ni su madre, ningún familiar o ella a sí misma, le enseñó a cuidar de ella a no relacionarse y a detectar, obviamente antes, al ‘lobo feroz’?

Comprendo que es difícil sustraerse a la ‘ola general’ esa que te hace creer que el hombre es malo por naturaleza y que, toda la culpa o responsabilidad es suya y de nadie más.

Craso error.

Hay hombres buenos y malos.

Hay mujeres buenas y malas.

Los hombres malos no matan o infligen daño a una mujer porque sea mujer, sino porque es su ‘víctima’, el objeto en el que vuelcan toda su frustración. Algunos y algunas, escogen a los hijos para ventilar sus demonios (síndrome de Medea).

Un hombre, o una mujer, da muestras desde el inicio de la relación de quién es detrás de la careta o el disfraz. Otra cosa, es que no se quiera ver o no se afane en desenmascarar al pretendiente: “enséñame la patita por debajo de la puerta” (cuento ‘Los siete cabritillos’).

Empecinarse en que la mujer es la ‘víctima’ a la que hay que rescatar para así seguir teniendo ‘excusas’ para el feminazismo (feminismo que odia al hombre y a las mujeres que discrepan o piensan diferente), siga logrando fondos públicos y que su causa no decline, es un gran error y está haciendoi mucho daño a muchas mujeres. Que no cuenten conmigo.

‘Nadie nos hace nada que no le consintamos’.

Si, desde el inicio de la relación, él da muestras de celos, malos tratos aunque sean pocos o disimulados, si la hace sentir inferior de forma velada o explícita, si la trata como de su propiedad… La mujer, lo que tiene que hacer es salir huyendo, a toda prisa.

No es amor, es toxicidad, es codependencia emocional.

No es nada bueno.

La mujer debe aprender a cuidar de sí misma.

Al igual que….

  • A pesar de que los coches tengan frenos y existan los semáforos y los radares, miramos antes de cruzar una calle.
  • Hay vigilancia en los aeropuertos, no dejamos nuestro equipaje desatendido.
  • No vamos de noche por Central Park, por ejemplo, o por lugares conflictivos.
  • No viajamos a países en conflicto bélico excepto que seamos corresponsales de guerra.
  • Cerramos la puerta de nuestra casa y tenemos alarmas.
  • Nos ponemos el cinturón de seguridad en el coche a pesar del airbag.
  • No le damos el pin de seguridad de nuestra tarjeta de crédito a un desconocido.
  • No dejamos al cuidado de un extraño a nuestro hijo.
  • Le pedimos las credenciales a un médico o a un abogado.
  • No nos vamos a casa de alguien que nos acaba de abordar en la calle en plena noche o día.
  • No bebemos de una botella que esté tirada en el suelo de la calle…

 

Si no hacemos (espero), nada de eso, ¿cómo es que hay mujeres que le siguen abriendo la puerta de su vida y de su casa a un hombre que ha dado muestras más que suficientes de que no es de fiar?

Un maltratador no se hace de la noche a la mañana. Cuando la mujer entra en relación con un maltratador, él ya lo es. La cuestión es, ¿qué hay en el inconsciente de ella que provoca que se sienta atraída por él? Y, más importante aún, ¿cómo es que, en vez de alejarse, se acerca más y más a él?

Irresponsabilidad.

Le han hecho creer que es ‘víctima’ y que, el responsable, es única y exclusivamente, el otro. Ella, es ‘inocente’.

¿Inocente?

No.

Es el juego del sádico que describió S. Freud.

Víctima y verdugo son roles que se intercambian entre ambos y en la misma persona.

Hace años, tenía en consulta a una mujer joven y atractiva, divorciada, con un hijo pequeño. Se me quejó de que, su ‘novio’, la había llamado ‘puta’ desde la calle. Lo cual, lo debieron oír todos los vecinos. Atónita, le pregunté cómo era que no había llamado a la policía y le había puesto una denuncia. No sólo no había hecho nada de esto, sino que, se había vuelto a ir a la cama con él. Yo, no salía de mi asombro. Su respuesta me dejó aún más perpleja: “A las mujeres -usó el nosotros mayestático para eludir su responsabilidad. Típico de las damiselas de diadema floja o inmaduras y nada empoderadas-, nos gusta que nos abran la portezuela del coche”.

Tengo que contar que, el hombre, en cuestión, era rico y con super cochazo (un auto espléndido y caro).

No le importaba ‘rebajarse’ si con ello lograba que la siguiese sacando a pasear y llevando a sitios caros.

¿Cómo se le llama a la mujer que procede así?

Pues, eso.

Mujeres empeñadas en ser ‘irresponsables’ y agarradas a su rol de víctimas, las he tenido a raudales. A algunas logré inculcarlas el amor por sí mismas. Dado que nadie nos hace nada que no le consintamos, no puedo enseñar autoestima y responsabilidad a quien no le da la gana.

Tuve, en consulta, a una mujer empresaria de éxito en España. Estaba relacionada con un hombre mujeriego que la humillaba con otras mujeres, al que pagaba ‘un sueldo’ por un puesto ficticio en su empresa así como pagaba a la persona que limpiaba en casa de la madre de él.

¿Por qué procedía así?

Según ella por amor. Un tipo de amor que yo, según ella, era incapaz de entender. En verdad, ella se despidió de mi con un 'no tienes ni idea de lo que es el amor, eres muy fría'.

Procedía así porque nunca superó (no había ido a terapia para superarlo), que su padre no la valorase. Y, con sesenta años, todo lo que hizo como ‘terapia’ fue comprarse un descapotable y así fingirse a sí misma que se valoraba. Seguía con él porque, así le demostraba al mundo que, a pesar de todas las infidelidades y burradas, él seguía/la prefería a ella respecto de las otras. A mi modo de ver, era una ‘lógica’ infernal. Él no la prefería a ella. No. Simplemente, seguía con ella porque, sin importar lo que la humillase o vejase emocionalmente (me ahorraré detalles), ella seguía con él como si nada de eso existiese.

No logré enseñarla a valorarse.

Se da el caso de mujeres, a las que, no se puede salvar de sí mismas. Porque, lo cierto es que, es una misma, la única que puede salvarse.

La clave no está en el maestro, sino en el alumno.

Hay demasiada literatura que, directa o indirectamente, normalizan conductas disfuncionales o un amor tóxico lo presentan como ‘sano’. Asimismo, el ‘mainstream’, está empeñado (ya lo expliqué anteriormente), en que las mujeres sigan yendo de ‘víctimas por la vida’, porque vende mucho, es un gran negocio para mucha gente.

Yo, personalmente, soy lo suficientemente madura como para tener criterio propio y asumir las consecuencias de ello.

Desde muy pequeña supe cuidar de mí.

He tenido por madre y abuelas a mujeres fuera de serie. En mi casa no sabemos lo que es el machismo: los hombres son metroemocionales, buenas personas o almas buenas.

Obviamente, que me he equivocado, pero no he persistido en el error. En su lugar, he replegado velas, asumido las consecuencias y me ido con mi corona a seguir mi vida.

Te animo a que, no sólo te pongas la corona y no te la quites ni para dormir o para parecer menos alta que le caballero de armadura oxidada que te ronda, sino que practiques que eres lo mejor que te ha pasado.

Una mujer no es más exitosa ni más fracasada porque tenga o carezca de pareja o de amante. Tampoco, tener hijos quita ni pone valor.

Ninguna mujer debería hacer depender o ligar su valía, lo valiosa que es, a cuestiones externas, sean éstas las que sean.

La valiosidad la da el alma.

© Rosetta Forner

2 Agosto 2023

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