Cada día, en cada sesión, al escuchar a mis pacientes, vivo una serie de sentimientos inexplicables, lo que los psicólogos llamamos “contratransferencia”.
Surge en mí, la necesidad de hacer público este escrito, para que los padres tomen conciencia, del daño que ocasiona a sus hijos la “Codependencia”, entendida como un intenso amor por ellos, por la pareja con la que viven, su esposo o esposa, y así, con una creencia de que cuanto más aguantan, más sufren, como sinónimo de amor, siguen manteniendo relaciones destructivas, que minan la seguridad y autoestima de quienes son espectadores de estas tragedias.
Hogares donde existe la violencia verbal, humillaciones, insultos, golpes, abusos, tanto entre los padres, como de ellos a sus hijos.
Niños que crecen con pánico, escondidos en un closet o encerrados en su cuarto, cuando ven al padre llegar alcoholizado, la madre furiosa gritando, o aterrada e indefensa, sumisa y abnegada.
El culpable, en el 80% de los casos es el victimario, en general la figura paterna, el infiel que engaña, traiciona, bebe, insulta, golpea y la madre su cómplice, inventando infinita cantidad de excusas para no poner fin a esa relación.
Ella, es la víctima indefensa, la que con su pasividad y su sufrimiento, no puede poner límites sanos, involucra a esos pequeños indefensos en alianzas destructivas, provocando el enfrentamiento con el padre, para poner fin a esa relación, cargando con una responsabilidad que no les pertenece y que con el tiempo, genera odio y resentimiento, que les envenenará el alma toda la vida.
El costal de piedras que cargan, es tan grande que el andar de ellos es lento, la angustia e inseguridad, la culpa, son sus compañeros de viaje, una sombra que cargan, sin poder distinguir el origen de la misma.
Los padres se casaron, formaron una familia, disfuncional por cierto, pero la formaron y sus hijos, hoy están solteros, con un terror al compromiso, solos, sin hijos, sublimando sus instintos, repitiendo las historias, o evitando repetirlas.
El vacío existencial los inunda, la falta de sentido de vida, los conduce a adicciones a sustancias, al trabajo, a la comida, al sexo, para olvidar su dolor, para redimir sus culpas.
No fui lo suficientemente importante como para lograr alcanzar el amor de mis padres: “jamás me vieron”, no soy merecedor del amor de nadie, la felicidad no existe, el matrimonio es un fraude.
Si amar significa sufrir, no quieren arriesgarse, prefieren evadirse, niegan la necesidad de establecer un compromiso, niegan la existencia del amor.
Crecen con el vaso lleno de la frustración de los padres, y de manera inconsciente cumplen sus deseos o profecías. Tienen baja tolerancia, se divorcian de inmediato, no luchan por resolver el conflicto, ya que el conflicto que viven no es de hoy, lo han heredado, tendiendo a cerrar situaciones inconclusas del pasado.
Esto es lo que entendemos como argumento vital, como seres programados con un chip que nos cuesta años cambiar, tantos como el tiempo que fuimos condicionados al sufrimiento.
Existe una teoría que Daniel Goleman menciona en su libro “Inteligencia emocional”:
Los niños nacen con muchas más neuronas de los que su cerebro conservará, a través de un proceso conocido como “poda” entre los 16 y 18 años, el cerebro pierde las conexiones neuronales menos utilizadas y forma fuertes conexiones en aquellos circuitos sinápticos que han sido más utilizados.
Aún después de la terapia, estas pautas tienden a permanecer como “tendencias subyacentes”, aunque con una cobertura de nuevas comprensiones y respuestas reaprendidas. Hay que desarticular las tendencias inconscientes, que sabotean el mejoramiento de la efectividad en las relaciones y la calidad de vida.
Estos niños, viven en hogares, donde los padres alternan el abandono con castigos severos, modelo que los vuelve un tanto paranoicos o combativos. Existe en ellos un error de percepción, perciben e interpretan, desprecio donde no existe tal intención, suponiendo que sus amigos y sus parejas, son más hostiles de lo que realmente son.
Juzgan erróneamente acciones neutrales como amenazantes y atacan con respuestas agresivas. Son furiosos y aislados, sensibles a ser tratados injustamente.
Sienten, que los maestros los culpan de algo que ellos son inocentes.
Perciben la realidad en forma distorsionada, generándoles pensamientos irracionales, que los conducen a acciones agresivas. Reaccionan desmedidamente ante cualquier burla, o ante lo que consideran desprecio o injusticia.
Los demás terminan “alejándose de ellos”, debido a sus continuas demandas de atención y acusaciones y vuelven de esta manera a confirmar que no son dignos de ser amados.
Esta es tu herencia, haz tu testamento hoy y piensa que le vas a dejar a tus hijos, no es cuestión de bienes materiales, son herederos de esta historia.
Amigas y amigos, con todo el amor que me impulsa a escribir estas líneas les digo:
Es hora de abrir los ojos y quitarse la venda, de animarse a tomar conciencia de nuestros actos, de no justificarnos, de no racionalizar, de no negar, de no reprimir, de hacernos responsables de nuestro destino; de contactar aquellas heridas de la infancia que nos dejaron congelados como niños, violentos, resentidos, pero ahora somos padres!!!! y tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos, “nuestros hijos”.
Somos los protagonistas de nuestra propia historia, de nuestras elecciones, de nuestras decisiones, de nuestra victimes y de nuestra cobardía.
Busquemos ayuda profesional, dentro de cada uno de nosotros hay un tesoro de posibilidades y talentos para desarrollar e independizarnos, para cambiar, para ser lo mejor que podemos llegar a ser y así desafiar al destino.
Claro que hay que tener coraje para hacernos responsables de nuestra propia vida y dejar de culpar al otro por nuestro dolor, es más fácil quedarnos como víctimas, porque así obtenemos beneficios secundarios.
Si padeces de esta enfermedad no eres responsable, pero sí eres responsable de no buscar ayuda.
No me entregues a tu hijo para que yo lo salve, sálvalo tú antes, tú puedes cambiar tu vida.
Debes renunciar a la idea de cambiar al otro, perderás toda la energía que necesitas para salir adelante y realizarte como persona, hagas lo que hagas.
No necesitas tener títulos ni postgrados, necesitas abandonar tu área de confort, y animarte a ser feliz, tú también lo mereces, seas hombre o mujer, es un derecho que Dios te regaló como mandamiento: “Ama al prójimo como a ti mismo”.
Comentarios
Gracias por compartir lo que la consulta terapéutica enseña... eres muy valiente y creo que sólo falta dar los pasos necesarios para abrazar la vida y el amor por uno mismo.
Es muy cierto, tengo dos hijos y ven a su padre como su héroe...el es un Alcoholico y me paraliza la idea de pensar en todo lo que esta por venir con mi decisión de dejarlo, de alejarme de el .Pero al amor hacia mis hijos es mas grande que todo..
No cabe duda de que no hay peor ciego, que el que no quiere ver....
Gracias, por estas publicaciones que nos ayudan a entender y a saber mucho de nuestros errores...
QUE REFLEXIÓN TAN PODEROSA! GRACIAS POR COMPARTIR..
uy, que fuerte y que cierto! gracias!!