Y más allá de lo que el género masculino es capaz de hacernos, que de eso se habla casi siempre, quiero resaltar aquella violencia que las mujeres sufrimos a manos de las de nuestro mismo género.
Tristemente es algo que ocurre a diario, pero parece que no se quiere ver, porque es más fácil ver al hombre como el “enemigo”, pero la agresión entre nosotras está ahí, se ve, se vive, se escucha y tristemente terminamos por lastimarnos de una manera inimaginable.
Dicen que una mujer, cuando tiene poder, es peor que un hombre. Si tenemos éxito, somos las que atacamos, bloqueamos y nos criticamos más, al punto que muchas dicen que prefieren trabajar con hombres que con mujeres. Y no solo eso, lastimoso es escuchar a mujeres culpar a otras mujeres por su desgracia. Frases como: " por eso el marido la dejo", " le dio sus golpes porque ella no es fácil", o, "ese cargo lo consiguió planchando sábanas con la espalda"... y mejor paramos porque si no, no vamos a terminar.
Las mujeres pueden ser las peores enemigas de las mujeres, creo que todo tiene que ver con la construcción de nuestra identidad, pasamos por procesos más complejos que el de los hombres, y también por los roles que nos hace jugar la sociedad, que son mucho más exigentes que para el género masculino.
Para mí, lo importante no es que me “quieran” y o me “apapachen”, si no que me respeten. Las mujeres hemos logrado grandes cambios que nos han permitido disfrutar de derechos y privilegios que en el pasado eran exclusivos de los hombres, y al criticarnos y boicotearnos denigramos al género femenino. Las mujeres debemos formar un solo equipo para que la palabra empoderamiento tenga sentido.
Nosotras tenemos la facilidad, por diseño (digamos genético ), de llevar las relaciones humanas de manera más eficiente, la armonía, el compartir, el entregarse, el escuchar, la empatía, resultan para nosotras mucho más fácil de poner en práctica y esa es la fortaleza que debemos usar.
No podemos seguir viendo mujeres atacando mujeres, ni permitiendo todas estas formas de maltrato que una mujer puede infligir en otra mujer. ¿No será quizá que es tiempo ya de que la palabra sororidad no sea un cliché para los discursos y que empecemos a revisar nuestra propia misoginia?
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