He escuchado muchas historias acerca de las mamás que dejan a sus hijos en la escuela el primer día de clases. Algunas hablan de la angustia que sienten al dejarlos o al verlos sufrir porque no les tocó en el mismo salón que a sus amigos; o de compartir este sentimiento de alegría-nostalgia de verlos crecer y cruzar la puerta del Colegio con su uniforme nuevo y llenos de ilusiones.
Cada inicio de ciclo escolar es una etapa nueva para nuestros pequeños, pero también para nosotros pues verlos transitar por la vida es muy grato; pero en ocasiones nos deja con lágrimas, disgustos, preocupaciones, y en el mejor de los casos también muchas satisfacciones.
Siempre he pensado que las mamás también necesitamos un curso propedéutico para dejarlos ir y ayudarlos a crecer sin transmitirles nuestros miedos e inquietudes. Y es que los niños cruzan la puerta del Colegio y desaparecen ante nuestra vista, y uno siente que le arrancaron una parte del corazón… al menos hasta la tarde que los tienes de nuevo contigo y ves que la pasaron bien y aprendieron algo nuevo.
Actualmente es muy fácil estar enterado de lo que pasa dentro del Colegio gracias a las redes sociales, circuitos cerrados o a los famosos “grupos de mamás” en WhatsApp. Sin embargo, es sano -para ellos y para nosotras- darles su espacio para crecer y desarrollarse sin que tengamos que estar al tanto de todos los puntos y comas de su actuar diario.
Muchas veces caemos en el error de pedir la tarea por ellos, de reclamarle al profesor cuando se quedaron sin oportunidad de participar o cuando sucede algún conflicto y sentimos que no hubo una consecuencia. Es un error porque cuando interferimos los privamos de oportunidades para crecer y resolver por ellos mismos las situaciones que enfrentan, con las herramientas que les hemos dado.
Una parte fundamental de la autonomía de los hijos es la confianza que sembremos en ellos y que sepamos mantenernos en la puerta del Colegio sin interferir en su espacio personal, social o de aprendizaje. Por supuesto que hay que estar involucrados, pero con respeto y ciertos límites para no invadir su intimidad, ya que aunque sean pequeños -y más aún cuando son grandes- ellos buscan reafirmarse, crecer y ser ellos mismos, lejos de las expectativas que tengamos de quién queremos que sean.
Enseñémosles a identificar lo que les gusta y lo que no y a expresarlo de formas asertivas. Enseñémosles herramientas de tolerancia y respeto que les ayuden a resolver conflictos. Cuidemos su autoestima y el concepto que tienen de sí mismos y tendremos hijos empoderados, capaces de valerse por sí mismos y de conseguir sus propios triunfos.
Cuando escucho la frase: “La forma en la que le hablas a tus hijos, se convierte en su voz interior” me hace reflexionar, ya que normalmente no nos detenemos a pensar en el impacto de nuestras palabras en su vida. Es importante estar conscientes de que lo que les digamos y cómo se los decimos, deja huella. Velemos porque ésta sea positiva y los haga descubrir su poder interior.
Esta entrada fue publicada originalmente en Dalia Empower
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