Tal vez todos hemos pasado por la etapa en la que idealizamos el amor y lo depositamos en una cara linda o en una actitud amable, de tal modo, que afirmamos contundentemente que esa persona es el amor de nuestra vida.
Con toda la información a la que hoy tenemos acceso, sabemos que el amor profundo y verdadero no es el que nos hace sentir mariposas en el estómago, o con quien soñamos con frecuencia, porque eso es pasajero. El amor es decisión, respeto y compromiso; y es a partir de esta idea que muy seguramente escuchamos que el amor a uno mismo es lo más importante, para experimentar lo que queremos y debemos recibir de los demás, al dárnoslo a manos llenas.
Pregúntate, entonces, ¿Soy el amor de mi vida? Si tu respuesta es afirmativa, te invito a reflexionar en los siguientes cuestionamientos, para que sepas si ese amor que dices sentir por ti es real o hay un abismo entre lo que dices y lo que realmente haces por ti:
1.- ¿Te alimentas tres veces al día y con la misma calidad con que alimentarías a tus hijos o a tu pareja?
2.- ¿Evitas consumir lo que sabes que te daña? Ante todo si vives con alguna condición particular, como diabetes, gastritis o colitis, por ejemplo.
3.- ¿Duermes lo suficiente cada noche para descansar y permitir la regeneración de tus células? Y con ello me refiero a un promedio de siete horas, contadas desde las diez u once de la noche máximo, o ¿estás dispuesta a sacrificar horas de sueño por ver una película o estar en las redes sociales?
4.- ¿Ejercitas tu cuerpo diariamente? Esto incluye como mínimo una caminata a paso veloz, media hora de baile o cardio, un rato de bicicleta, la práctica de tu deporte favorito, un tiempo reservado para correr…entre otras posibilidades.
5.- ¿Evitas los excesos? Esto apunta al cigarro, al alcohol, al refresco o a cualquier otra práctica o consumo que raye en la obsesión o compulsión.
6.- ¿Te respetas y te das a respetar? Lo que implica hablarte con cariño, establecer límites, tener en mente tus prioridades, solicitar un trato amable de los demás, etc.
7.- ¿Haces un chequeo anual de tu estado de salud? Es importante recordar cuándo fue la última vez que estuviste en el dentista para una limpieza, en el laboratorio para tus análisis (que deberían de ser de rutina), en el psicólogo para mantener tu salud emocional y mental. ¿Esperas a sentirte realmente mal, para pensar en atender tu salud?
8.- ¿Gestionas tu tiempo conscientemente para darte espacios de trabajo, de diversión y de convivencia con amigos y familiares? Es necesario el equilibrio entre los deberes y el placer, ya que esto contribuye a tu salud mental.
9.- ¿Practicas el pensamiento positivo? ¿Qué tipo de pensamientos predominan en tu día? Analiza si lo que pasea por tu mente es el fatalismo o el agradecimiento y la esperanza.
10.- ¿Atiendes tu espiritualidad? La fe, la creencia, la atención a tu “yo” profundo y verdadero, es importante para no dejarte arrastrar por todas las tentaciones materiales.
Ahora es tiempo de evaluar, ¿A cuántas de las preguntas respondiste que sí? Por supuesto que no se trata de ser perfecta, pero si no alcanzaste ni la mitad de respuestas afirmativas, en realidad no te estás amando, existe un auto sabotaje que te lleva a cuidar de otros antes que pensar en lo que tú necesitas. Empieza, al menos con un propósito, que corresponda al rubro que más haya llamado tu atención, tal vez por nunca haberlo atendido o por haberlo olvidado mucho tiempo. Verás que pronto presenciarás los resultados e irás sumando más formas de amarte.
Si tuviste de 5 a 7 afirmaciones, estás sensibilizada y ya te encuentras en el proceso del cambio. Hay cosas que resultan más difíciles que otras, pero vas por muy buen camino. Establece como propósito llegar al 8. Y si tienes de 8 a 10 afirmaciones, te amas profundamente, estás consciente de que la primera persona que debe atenderte eres tú, y estás mostrando a los demás cómo deben de amarte.
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