Todos pasamos por malos momentos. ¿Quién no ha tenido una relación que ha acabado mal? ¿A quién no le ha salido mal un proyecto que inició con gran ilusión? ¿Quién no ha tenido algún desengaño con alguien querido? ¿Quién no se ha sentido agotado y frustrado después de perseguir algo y no alcanzarlo? ¿Quién no ha perdido en una mala inversión?... Es algo normal, todos en algún momento de nuestra vida hemos vivido situaciones de este tipo.
Hay personas que reaccionan ante estos acontecimientos tiñendo su personalidad de pesimismo, mientras que otras, viviendo situaciones mucho peores, se ponen sus mejores trajes y destilan optimismo, seguridad y confianza.
Por lo general, ambas reacciones son respuestas inconscientes, y determinan la capacidad que tenemos las personas para alcanzar la felicidad. Cuando nuestra vida está llena de pesimismo, ser feliz se convierte en una utopía, y la vida carece de sentido.
Tú eres el único responsable de tu vida. Las circunstancias no determinan la persona que eres. Al contrario, es la interpretación que tú haces de esas circunstancias lo que determina tu realidad. Ni tú ni nadie puede determinar las circunstancias, pero sí cómo enfrentarse a ellas. Ahí radica tu poder.
Hay personas que han atravesado por situaciones más complicadas que otras. Esto es así y siempre lo será. De nada sirve lamentarse ni intentar entender por qué ha sucedido de este modo. Lo realmente importante es que siempre se puede sacar algo positivo de cualquier situación. Eso es el optimismo.
Si no nos sentimos felices es porque estamos errando con nuestra interpretación, o porque estamos poniendo nuestra atención en aspectos de nuestra vida que deberíamos dejar de lado. Únicamente encontraremos aquello que estamos buscando, aquello en lo que centramos nuestra atención.
Siendo pesimistas centramos nuestra atención en el fracaso. Siendo optimistas centramos nuestra atención en las oportunidades, en la confianza o en la seguridad en nosotros mismos. Yo sin duda prefiero ser optimista.
Los pesimistas acostumbran a hacer suyos los problemas de los demás, como confirmación a su visión de la vida. Además, sólo ellos tienen la razón, y consideran que todos están equivocados menos ellos. Les cuesta disfrutar el presente ya que están habitualmente rememorando el pasado, lo que les lleva a perder continuamente oportunidades de disfrutar lo que tienen. Y la culpa les acompaña, siendo incapaces de perdonarse a ellos mismos y a los demás.
Los pesimistas están habitualmente centrados en lo negativo de la vida, sirviéndoles como excusa para renunciar a luchar por lo que quieren.
Esta forma de interpretar la vida es consecuencia directa de sus creencias más profundas. No es de extrañar que creencias del tipo “Soy un perdedor”, “Todo me sale mal”, “Jamás acabo lo que empiezo”, “Tengo muy mala suerte”, “Soy cobarde”, “No merezco disfrutar de la vida”, “Soy un incomprendido”, “Antes era más feliz”, “No lo voy a conseguir”, “Me siento culpable”, “No merezco ser perdonado”, “El mundo es injusto”,… acompañen habitualmente a los pesimistas.
Dejar de ser pesimista y convertirse en optimista supone cambiar la programación interior. Supone renunciar a todas esas creencias limitantes que te impiden desarrollar todo tu potencial, y sustituirlas por creencias potenciadoras que te llevan a ser una persona segura de ti mismo, con confianza e iniciativa para disfrutar intensamente el momento presente.
La suerte que tenemos es que cambiar nuestra programación es fácil, rápido y no requiere sufrir.
Optimista o pesimista, ¿tú que eliges?
Ricardo Eiriz
Creador del Método INTEGRA, de transformación a nivel subconsciente, y autor de “El Alma de la Salud”, entre otros libros
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