Mujeres atrapadas
©Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / gaudirj@hotmail.com
Él le regala unas manos llenas de mentiras,
ya no le parece tan bello el cuerpo que acaricia.
Ayer eclipse de sol eran sus pupilas,
hoy son lagunas negras donde el mal se hacina.
Qué pena me da (…), todo se termina.
Ismael Serrano
Rocío no pudo ver la manera sutil, paulatina y silenciosa en que Emilio comenzó a monopolizar y abusar del poder en la relación; él fue metiéndose por las grietas femeninas que empezaron a abrirse ante los sucesos de vida: embarazo de alto riesgo, pérdida del trabajo y sus implicaciones, infidelidad de él, falta de reconocimiento a su labor de madre y esposa…
Hasta ahora Rocío no ha podido encontrar una persona que le ayude a salir de un círculo que comenzó amoroso, y que poco a poco se tornó áspero, oscuro, violento.
Lo que ha encontrado son juicios rudos, injustos y culpabilizadores: “Emilio es tan encantador, ¡cómo es posible que lo acusen de lastimar a su pareja!”, “Seguro que algo hace ella para provocarlo”, “Debe gustarle que la maltraten de lo contrario no seguiría con él”, “Ni hablar, el matrimonio es así, le pasa hasta a la mujer más preparada”…
“Él no era así”, piensa Rocío con desconsuelo. Pensamiento que choca con la evidencia estadística que enuncia que la mayoría de “los hombres que abusan durante el noviazgo, lo seguirán haciendo en el matrimonio”.
¿Es posible detectar a un hombre potencialmente violento? Sí. Estas son algunas pistas: No reconoce las cualidades de su pareja; generalmente no pide disculpas tras haberla ofendido o lastimado; la acusa injustamente de coquetear, salir o verse con otros hombres; suele provocar escándalos producto de estallidos de irritabilidad y luego actuar como si nada hubiera pasado; piensa que las mujeres son inferiores y deben obedecer a los hombres, postura que se ve reflejada en chistes y comentarios peyorativos acerca de su pareja y de las mujeres en general; trata mal a los animales y a la naturaleza…
Actualmente Rocío se encuentra estancada, y sin posibilidad de realizar algún cambio desde su interior. A estas alturas, es preciso una ayuda externa que le permita ponerse a salvo, detectar y nombrar lo vivido, así como reconocer sus emociones hasta ahora censuradas, tales como la ira, el deseo de venganza, la vergüenza y culpa. Sólo así podrá liberarse de ellas y utilizarlas en su beneficio.
Necesita una persona que le ayude a reforzar y trabajar su estima, imagen y autonomía, así como a recuperar la capacidad de poner límites, y de esta manera, recuperar el poder que le permita continuar una vida mejor (antes de que la violencia aumente y pase a mejor vida).
Su historia, botón de muestra de múltiples historias que se escriben día a día, sirve para recordar que no todas las mujeres se quedan en dichas relaciones porque les guste, o porque sean codependiente o cómplices de la violencia, no todas.
Muchas quieren salir, pero la falta de recursos personales, de aparatos y sistemas de seguridad y protección suficientes y eficientes, así como de redes comunitarias de apoyo, hacen imposible su liberación.
Son mujeres encarceladas en un sistema patriarcal y machista. Basta estar a su lado para darse cuenta que tal afirmación no es una exageración sino sólo una descripción. La violencia contra las mujeres no es un problema menor ni del ámbito privado sino un problema de seguridad, salud y derechos humanos.
25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
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