Todos los seres humanos interactuamos con una determinada forma de ver el mundo que nos rodea. Algunos tenemos más dificultades que otros para “comprender”, que es lo que sucede a nuestro alrededor y sobre todas las cosas lo que nos sucede a nosotros mismos. Lo que no nos damos cuenta a menudo es el poder que esos modelos de comportamiento o paradigmas tienen sobre nuestras decisiones y sobre reacciones, no siempre favorables a nuestros intereses.
El mundo cambia vertiginosamente, y suele suceder que la rigidez de esos modelos no nos permite acompañar o fluir con esas transformaciones que no siempre son positivas, y que se torna necesario acudir a nuestro criterio para aceptar o rechazar esos cambios en forma definitiva.
Todo pasa por el modo en que cada individuo interpreta su realidad, y esto puede llegar a ser extremadamente peligroso, cuándo por distintos motivos, se cosechan fracasos en las distintas áreas de tu comportamiento. El creer que los episodios de fracasos son una manera de vivir, es un profundo error, porque esa concepción de la vida, lleva a creer que no hay posibilidades de cambiar el presente y mucho menos el futuro.
Acostumbrarse a vivir mal, y a creer que ese es el destino que nos ha tocado en suerte, es bajar los brazos y entregarse a la adversidad. Conflictos, problemas, sucesos inesperados tenemos todos a lo largo de la existencia. Lo que nos diferencia es cómo manejamos esas circunstancias, y que hacemos con las emociones que esos episodios que nos tienen como protagonistas, generan en lo más profundo de nuestro ser.
La Naturaleza ha sido sabia en muchos aspectos concernientes a la vida humana, pero ha marcado una diferencia fundamental entre los animales llamados “inferiores” y hombres y mujeres, supuestamente lo más perfecto de la Creación.
Mientras que prácticamente todos los animales se tornan independientes en forma muy temprana, los seres humanos permanecemos durante mucho tiempo ligados a nuestros padres o tutores, hasta que adquirimos habilidades para la vida que nos permiten ser autosuficientes y autónomos.
Pues hay muchos hombres y muchas mujeres que no logran esta madurez y esta independencia y a los cuáles permanentemente le están sucediendo cosas negativas. Seguramente tú conoces ese tipo de personas que andan por la vida quejándose amargamente de su mala suerte, y de cómo la vida se ha ensañado con ellos.
Estas personas pierden el rumbo de su vida y caen en una situación de “desánimo” constante, que les lleva a estar tristes, y siempre perdiendo alguna lágrima que se les escapa.
Desánimo proviene de la voz latina “anima” que quiere decir ni más ni menos que “alma”. Por lo cual cuándo alguien está desanimado, ha perdido su alma, y así anda a la deriva por los caminos de su vida.
No es posible vivir una vida sin alguna dificultad o algún problema que surge espontáneamente como precio a pagar por esta aventura que significa vivir. Sin embargo, ¿por qué olvidamos tan rápidamente aquellos logros y conquistas que hemos logrado como consecuencia de nuestro genuino esfuerzo?
Solemos ser injustos con nosotros mismos en ese sentido, cuándo nos volcamos a sobredimensionar los caminos de fuego que nos toca atravesar en la vida, y relegamos las sonrisas que hemos esbozado como gratificación por los éxitos conseguidos en buena ley en el pasado y también en el presente.
Todo pasa amigos por la actitud que asumimos todos frente a los hechos de nuestra vida. Nadie nos ha dicho que sea fácil vivir, pero tampoco la vida es un campo de batalla dónde debe haber muertos y heridos constantemente. También hay un espacio para el regocijo, para la creación y para los proyectos que nos ayudan a vivir mejor.
La sana esperanza de un mañana que sea diferente a lo que hoy vivimos, se basa en la generación de ideas, y proyectos que contengan metas y objetivos que sean creíbles y sustentables por cada uno de nosotros, y que generen la íntima convicción de que estamos en el camino correcto. ¿Nos podremos equivocar? Claro que sí, nadie puede saber de antemano si las decisiones que toma son las correctas o no. Solo el tiempo transcurrido y una mirada retrospectiva sobre las consecuencias de esas decisiones en nosotros y en quienes involucra la misma puede darnos la respuesta que buscamos.
Si hoy estás leyendo esta comunicación, y te encuentras empantanado y desorientado, sin saber hacia dónde dirigirte, detente por un instante y piensa: “si los demás pueden por qué no he de poder yo”. Esa sola frase, va a despertar en ti una rebeldía muy fuerte, y te hará buscar hasta en los lugares más recónditos de tu profundidad, tus capacidades y tus potencialidades que están allí a la espera que tú las encuentres, para ponerlas al servicio del destino que has elegido para tu vida.
¿Te das cuenta cuánta responsabilidad hay en vivir?
¿Te das cuenta que nadie puede hacer esto por ti?
Se acabaron las lágrimas y el rostro adusto. Una primera sonrisa aflojará la tensión, y poner manos a la obra, te hará sentir que eres útil a ti mismo y que puedes serlo también para los demás.
Dr. Walter Dresel
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