Por primera ocasión en México, una mujer será presidente de nuestro país y debemos exigir que lo presida con perspectiva de género.
Cuando hablamos de paridad y justicia social enfocada a los derechos de las mujeres, nos estamos refiriendo a un esfuerzo colosal por sus dimensiones históricas, culturales y legales.
La paridad de género implica integrar la participación equilibrada de mujeres y hombres en las esferas del poder. Sobre esa base, el primer reto que se presenta a esta aspiración es que, en sí misma, implica desafiar la forma en como ha sido sustentado el poder, es decir, a los hombres mismos y las singularidades que tienen para ejercerlo. Por eso la paridad es un tema que incómoda, implica diluir costumbres ancestrales y, simultáneamente, darle paso a otras que no son, no tienen porqué ser, "femeninas". Implica la modificación del tejido social, es decir institucional, y el impulso de novedosas prácticas en el ejercicio del poder.
Las resistencias a la paridad son notorias: son las mujeres, dicen, quienes deben mostrar sus cualidades y éstas no pueden tener espacios sin antes ganarlos. Para ello, habría que advertir, es construir un piso parejo, no sólo frente al arraigado prejuicio que confina a las mujeres a determinada actividad y a los hombres a la política. Y ese piso parejo también implica el diseño normativo que rompa las resistencias para la participación de la mujer. De otro modo, esperar que ellas ganen sus espacios sin mejorar las condiciones de su desarrollo es pretender confinarlas a las mismas actividades ordinarias se siempre y dejar en los hombres los asuntos del Estado.
Unidas podemos lograr los cambios y avances que se requieren. ¿Qué opinan?
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