El éxito puede tener un significado diferente para cada persona. Para una actriz, por ejemplo, es ganar un “Oscar”. Para una gordita, perder peso. Para una alpinista, subir a la cima del Everest, mientras que para una carterista es sacar billeteras inadvertidamente. Y para ti, ¿qué es el éxito para ti? ¿Tener un buen trabajo y ganar mucho dinero? ¿Encontrar a tu príncipe azul? ¿Tener una hermosa familia y vivir en la casa de tus sueños? ¿Lograr que tus hijos crezcan con la mejor educación? ¿Tener un cuerpo escultural y verte como modelo?
Nosotras tendemos a medir nuestro éxito de acuerdo a lo que hayamos logrado y acumulado. Si tenemos una casa grande, manejamos un buen auto, poseemos buenas joyas, varios trofeos y un reconocimiento, entonces sentimos que valemos mucho y somos !EXI-TO-SAS!. Es normal desear estas cosas. Sin embargo, pensar que tu éxito en la vida se define de acuerdo a tus logros, o a cuántas pertenencias materiales tengas, es la forma más fácil de robarte tu autoestima y sentirte fracasada. Desde hace miles de años, existe un principio universal impartido por sabios, filósofos y líderes religiosos en todas las grandes tradiciones espirituales del mundo que dice lo siguiente: “El propósito de tu vida es crecer espiritualmente”. Fíjate que no dice que tu propósito es acumular pertenencias, ganar mucho dinero o viajar por el mundo entero antes de morirte. ¡No! Significa, por ejemplo, que si hoy tienes un día difícil en el trabajo o en tu hogar, y esa persona a la que ya no le tienes paciencia la tratas con más entendimiento y amor que en otras ocasiones, entonces fue un día exitoso porque creciste como ser humano. O, si ayer le prestaste tu oído a alguien que necesitaba ser escuchado, puedes sentirte triunfadora porque tu bondad te hizo crecer como mujer. Comienza a medir tu éxito basándote en cuánto aportas positivamente la vida de otros y cuánto creciste espiritualmente, si lo haces puedes considerarte una ¡una mujer exitosa!
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