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La historia de Helen Keller, es la de una extraordinaria mujer quien eligió convertir sus severas incapacidades en un motivo para realizar enormes hazañas.

Su trágica, pero heroica vida quedó marcada cuando a sus diecinueve meses de edad, una grave enfermedad le provocó una fiebre tan alta que estuvo a punto de morir. Finalmente pudo sobrevivir, pero como secuela de aquel grave padecimiento quedó sorda y ciega. La consecuencia lógica de la pérdida de los sentidos implica enormes dificultades para aprender a hablar.

Después de su temprana enfermedad la vida de Helen se volvió muy complicada. La tragedia la había encerrado en un mundo oscuro, silencioso y confuso, lo que la convirtió en una niña frustrada, salvaje y revoltosa que se tornaba muy agresiva hasta que le daban lo que "pedía".

Esta tremenda situación llevó a su familia a contratarle una tutora que se hiciera cargo de  su educación. Tuvieron el tino y la fortuna de encontrar a la persona idónea, una gran mujer de nombre Anne Sullivan, quien se consagró devotamente a ayudarla y educarla. Esta maravillosa bienhechora no se volvería a separar de Helen los siguientes cincuenta años.

Anne fue capaz de entender perfectamente a Helen porque procedía de un ambiente muy pobre; había perdido la vista a los cinco años y fue abandonada en una casa en la que también existían extremas carencias económicas.  Para colmo, su nueva familia se desintegró. En esa etapa por fin le sonrió la suerte, pues la inscribieron en el colegio "Perkins" para invidentes, un lugar en donde fue bien acogida. Después de varios años, tras dos operaciones exitosas recuperó su visión y obtuvo un título de honor.

Anne se propuso enseñar a Helen a comunicarse, pero sabía que primero tenía que ganársela y controlarla para que dejara de patear, morder y gritar. Cuando lo logró, empezó a educarla: inicialmente le enseñó el alfabeto manual, que consiste en una lengua de signos en la que cada letra es dibujada con un dedo en la mano de la persona sorda invidente, de manera que pueda sentir la forma del signo y su significado. Después le enseñó a leer y escribir con el método Braile. También la apoyó para que aprendiera el difícil método llamado "Tadoma", que requiere habilidades que muy pocos pueden desarrollar. Consiste en leer los labios de las personas tocándoles éstos con los dedos, siguiendo sus movimientos y vibraciones. Además aprendió a hablar, lo cual representa un enorme logro para quien no puede oír ni ver nada en absoluto.

Anne continuó acompañándola a diversas escuelas. Interpretaba en las manos de Helen lo dicho por los profesores en clase y transcribía en libros utilizando el sistema Braile.

Helen demostró ser una excelente estudiante y se graduó con título de honor en el "Radcliffe College". Durante su estancia allí escribió su primer libro, y fue tan exitoso que gracias a él ganó el suficiente dinero para comprar su casa. Este gran éxito le permitió recorrer todo el país para dar numerosas conferencias. Fue invitada por muchos países a que hablara de su vida y de sus libros. También recibió muchos títulos de honor en diferentes universidades extranjeras e incluso de reyes. En 1932 llegó a ser vicepresidenta del "Real Instituto para Ciegos" en el Reino Unido. Después de su muerte en 1968, se creó una organización en memoria suya para ayudar a los ciegos. Hoy esa institución llamada "Helen Keller International" es una de las organizaciones e importantes en el mundo que trabajan y apoyan a personas ciegas.

Para tu deleite y a fin de que puedas apreciar y admirar la inteligencia y la sensibilidad de esta gran guerrera, quiero mostrarte un pequeño fragmento de  su libro autobiográfico llamado La historia de mi vida, en el que relata cómo siendo una niña sorda y ciega, aprendió de Anne Sullivan el significado del amor:

Recuerdo la mañana que por primera vez pregunté el significado de la palabra amor. Esto fue antes de que supiera muchas palabras. Encontré algunas violetas en el jardín y las llevé a mi maestra. Ella intentó besarme, pero en esa época no me gustaba que nadie me besara, excepto mi madre. La señorita Sullivan me abrazó suavemente y deletreó en mi mano: Amo a Helen.   

 ―¿Qué es amor? ―pregunté.

 Me acercó hacia ella y dijo: ―Está aquí ―apuntando hacia mi corazón―. Sus palabras me cuestionaron mucho, porque en ese entonces no entendía nada, a menos que lo tocara.

Olí las violetas en su mano y pregunté, la mitad en palabras la mitad en señas.

―¿El amor es la dulzura de las flores?

―No ―dijo mi maestra.

Otra vez, cuando el sol cálido brillaba sobre nosotras, pregunté:

―¿No es esto amor?

―El amor es algo como las nubes  que estaban en el cielo mucho antes de que el sol saliera ―respondió.

Entonces, en palabras más  simples que éstas, las que en aquel momento no pude haber entendido, explicó:

―No puedes tocar las nubes, sabes, pero puedes sentir la lluvia y saber qué contentas se ponen las flores y la sedienta tierra después de un día caluroso. Tampoco puedes tocar el amor, pero sientes la dulzura que se derrama en todo. Sin amor no serías feliz ni querrías jugar.

         La hermosa verdad explotó en mi mente: sentí que el amor eran líneas invisibles que se extienden entre mi espíritu y el espíritu de los demás.

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