Las tensiones que nos afectan se relacionan con procesos internos o externos. Los primeros tienen que ver con deseos, emociones, pensamientos o fantasías que, por algún motivo, quedan frustrados, retenidos en círculos viciosos o rechazados por juicios morales o de valor. Tales impulsos encuentran su origen en procesos orgánicos, biológicos o psicológicos naturales que tienen un sentido o precisan de satisfacción, siguiendo el principio básico de la vida: la interacción con el medio. Podemos imaginar la situación con la ejemplificación de una casa. En ella se generan actividades internas de relación por parte de sus ocupantes. Se desplazan de unas habitaciones a otras para hablar entre ellos, compartir la comida, llevar objetos de un lado a otro, etc. Cuando consiguen sus propósitos no hay problema; todo funciona correctamente. Pero si alguien no encuentra lo que busca, no obtiene respuesta al intentar iniciar una conversación o coincide con más personas simultáneamente en una puerta, por ejemplo, se producen conflictos. También pueden producirse porque la velocidad de los intercambios aumente, produciendo choques, errores accidentales o cansancio por una o todas las partes. Y de la misma forma que aumentaría el malestar entre las personas que se encontraran en las situaciones descritas, también aumenta la tensión en los impulsos nerviosos que no logran su objetivo.
En el caso de las tensiones originadas en relación con elementos externos, el ejemplo sigue sirviéndonos aunque podríamos ilustrarlo con mayor precisión si consideramos la puerta de entrada de la casa y las personas ajenas que llegan a ella, las variaciones del clima, el intercambio de productos, como los alimentos que entran y la basura que sale, además de muchas otras situaciones que diariamente vivimos. En nuestra persona, teniendo en cuenta las dimensiones física, mental y emocional, las tensiones se generarían debido a sobrecarga de estímulos sensoriales, agresiones diversas, presión psicológica que nos llega de otras personas o excesos de actividad muscular no compensados. Cuando surgen los conflictos en esas dinámicas, por interrupciones no deseadas o impuestas, se genera tensión. Las tensiones se van acumulando hasta que superan los límites aceptables para la convivencia o el bienestar de las partes. Entonces aparece el estrés patológico. Y éste genera malestares puntuales o crónicos, que pueden llegar a convertirse en enfermedades; enfermedades psicosomáticas.
Antes de llegar a los procesos patológicos o las enfermedades, se ponen en marcha dinámicas o reacciones de ajuste que buscan el alivio del estrés y el restablecimiento de las funciones normales. Son sistemas de apoyo que buscan alternativas de organización, compensación, satisfacción o negociación, de forma involuntaria. Y entre ellos encontraríamos los sueños, los deseos de cambio de postura, los bostezos, los suspiros, los estornudos, los estiramientos y otros. Pálpitos. Cuando logran equilibrar el sistema se evita la enfermedad.
Podemos entender los sueños como válvulas de escape de la tensión acumulada en el organismo. De la misma forma que ocurre con una olla a presión de las que se usan para cocinar. Y también podríamos entender, siguiendo con la metáfora, que el lenguaje de los sueños se vincula con el aroma del vapor que sale de la olla y que nos da noción de lo que se está cocinando en ella, aunque no lo veamos.
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