Los seres humanos nacemos y nos mantenemos dependientes durante muchos años. Pero, a medida que vamos creciendo y convirtiéndonos en adolescentes y luego en jóvenes, tenemos que asumir la responsabilidad acerca de nuestro destino, mediante la toma de decisiones importantes que marcarán un punto de inflexión en nuestra vida.
No todos se adjudican ese derecho y esa obligación y como consecuencia de ello, muchos hombres y mujeres deambulan por la vida sin un destino y sin un sentido para su existencia. Esto se convierte en algo extremadamente peligroso, dado que la falta de ideas y de proyectos, puede sumir al individuo en un estado de ansiedad y angustia que puede culminar en una depresión con todas sus características.
Los paradigmas y los modelos de comportamiento son fundamentales en la base de la responsabilidad por nuestro presente y por nuestro futuro. Todos nos manejamos en la vida en función de creencias. ¿Qué es una creencia? Una creencia es una afirmación a la que le damos el valor de una verdad. Y esas creencias en primer lugar se forman con lo que recibimos de nuestros padres, o de quienes están a cargo de nuestra crianza y educación.
Más tarde nuestros maestros y educadores juegan un rol fundamental, hasta que en la adolescencia, cada uno de nosotros comienza a tener una óptica y una visión de la vida que nos hace seres singulares y únicos. Con ese bagaje de creencias salimos a la vida y nos puede ir de dos maneras bien diferentes.
- Podemos ser exitosos en todas o en la mayoría de las áreas de nuestro desempeño o:
- Cosechamos un fracaso tras otro, lo que nos obliga en primer lugar a no culpar a los demás por nuestras frustraciones, y sí a rever algunas de esas creencias que posiblemente hayan quedado obsoletas.
Veamos esto con mayor profundidad. Nuestros padres nos han enseñado quizá dos o tres o cinco décadas atrás criterios de comportamiento para un mundo que se movía alrededor de ciertos parámetros que eran válidos para ese momento.
Los cambios vertiginosos a los que asistimos pueden haber dejado esos consejos o esas orientaciones fuera de actualidad, siendo nuestra obligación el adaptarnos a las nuevas coordenadas con las cuáles se mueve el mundo actualmente.
Esto no significa que tengamos que modificar nuestros códigos éticos y morales los cuáles serán inamovibles una vez que los hayamos aceptado como las normas con las cuáles nos manejamos en el día a día.
Lo que quiero significar con esto es que modificar las creencias no significa estar en guerra con nuestros padres o con nuestros educadores, sino solamente que a la luz de los resultados que obtenemos en la lucha diaria por una supervivencia digna, comprendemos que tenemos que introducir algunas modificaciones o puestas al día, de conceptos que hoy ya no son válidos.
Por ello antes de abandonarse y creer que la vida dirá hacia dónde nos dirigiremos, o hacia dónde iremos, revisemos esas creencias y esos paradigmas con los cuáles nos hemos movido hasta el presente, e intentemos dar un giro a nuestro quehacer cotidiano.
Si una persona utiliza siempre el mismo procedimiento que en el pasado le llevó a fracasar en distintos ámbitos de su actividad, ya sea laboral, económica, afectiva etc. debe saber que de seguir utilizando el mismo esquema, los resultados serán siempre los mismos.
Por lo tanto se impone iniciar un proceso de cambio o de reingeniería personal, tendiente a dar los primeros pasos para poder encontrar las herramientas idóneas que nos permitan ahora sí, elaborar un proyecto personal con metas y objetivos a corto y mediano plazo, que nos permitan acceder al bienestar que merecemos todos los seres humanos.
Nadie lo hará por nosotros, eso lo tenemos que tener claro, y podremos elegir aceptar o no nuestra realidad, pensar en ello, o no pensar, pero sepamos que tarde o temprano nos encontraremos de frente con nuestra realidad y las lágrimas serán incontenibles, por no haber actuado a tiempo, para cambiar nuestro destino.
Si te encuentras en esa situación, no demores más, pon manos a la obra, y empieza por revisar tus creencias y compáralas con las de aquellas personas que tú consideras exitosas. No olvides que el éxito es poder llegar a vivir de acuerdo a tus expectativas, y no sólo se mide por el poder económico o de otra naturaleza.
También debes saber que el camino del éxito está empedrado de fracasos y de frustraciones. La responsabilidad de nuestro destino es uno de los elementos fundamentales de la madurez de un ser humano, que se convierte así en un ser proactivo, que sabe lo que quiere para su vida, y que está dispuesto a elaborar un plan de acción para lograrlo.
¡No lo dejes para mañana!
Dr. Walter Dresel
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