De no existir la noche, no podrían verse las estrellas, tampoco podríamos apreciar la luz del sol, así como su calor. Empero, la dualidad del Ying y del Yang no se limita a este caso, sino que se aplica a todos los ámbitos de la vida. Nada escapa a la dualidad o a las ‘dos caras de la moneda’. Por eso, la alegría, sin la tristeza, no existiría.
¿De verdad?
No tenemos sino que fijarnos en aquellos que se empecinan en ‘estar alegres’ todo el rato. ¿Lo logran? De forma natural, mucho me temo que no. Personalmente, soy una persona muy alegre, con una alegría divina que vino conmigo al nacer, lo cual no me impide sentir tristeza o entristecerme cuando la vida me obsequia con calabazas. Quien sabe reír, también sabe llorar. La dualidad es un camino que todos debemos recorrer para aprender a equilibrar nuestra psique, ya que, al igual que es muy cansado caminar con sólo una pierna, lo es estar siempre en el mismo polo. De quedarnos en el de la tristeza, es bastante probable que acabemos por forjar una depresión. En cambio, de quedarnos en el polo de la alegría, en ese caso, es probable que acabemos desarrollando algún desequilibrio psicológico. No se puede estar alegre todo el rato aunque se sea una persona alegre. Al menos, de nuevo, hablo por mí: siendo como soy, una persona alegre, no puedo estarlo cuando alguien a quien amo está mal, fallece algún ser querido, me han traicionado… Lo dije antes, cuando la vida me obsequia con calabazas, la alegría se va a sus aposentos y aparece en escena la tristeza.
No deberían darnos miedo las emociones etiquetadas erróneamente, en mi opinión, como ‘malas’. No hay emociones malas ni buenas. Simplemente, vivimos en una sociedad que la ha dado la espalda a la realidad de la vida humana y se comporta como si la muerte, el sufrimiento, la decepción, la enfermedad y otros elementos propios de la vida humana no existieran. La frase: ‘lo mejor está por ven ir’, es una gran mentira. Sí, una gran mentira. Basta con echar la vista atrás para darnos cuenta de que hemos tenido de todo un poco: bueno, malo, regular, excelente… Ergo, si el pasado ha sido así, de igual modo, lo será el futuro. Lo cierto es que, no sólo lo mejor estás por venir, también lo regular, lo malo y quizás lo espantoso. Lo mejor es estar preparado psicológicamente para todo tipo de ‘resultados’. Una persona madura psicológicamente sabe afrontar las vicisitudes de la vida, sabe navegar en aguas procelosas, soportar tormentas y atravesar desiertos sin romperse psicológicamente hablando. Quien posee madurez emocional, y si además de ésta también posee la madurez espiritual (sabiduría), es alguien resilente, asertivo, posee inteligencia emocional y, por consiguiente, se lleva bien con la frustración.
Y, llegamos a la gran culpable de que la gente huya de la tristeza, del dolor, de la decepción… La frustración, o sea, el no salirse uno con la suya, el no lograr lo que uno quiere cuando lo quiere y cómo lo quiere. Los jóvenes, y los no tan jóvenes, de hoy en día no quieren oír de los problemas, lo que quieren, lo quieren ya, y sin esfuerzos. Les han hecho creer, y así, lo han comprado que, en la vida, lo ‘mejor está por venir’, que ‘ellas lo valen’, que ‘si te alienas con el Universo, o sea, si practicas la ley de la atracción, tendrás lo que deseas’… ¡Cuántas mentiras! No me extraña, es fácil engañar a una persona emocionalmente inmadura ya que carece de sentido común y no usa el sentido crítico para andar por la vida.
Ahora se lleva el ‘ser empoderada’. Ahora bien, ¿lo es toda aquella que dice serlo?
Es más, ¿en qué consiste?
¿Lloran las mujeres empoderadas?
¿Es de empoderada el fracasar, o sea, no lograr a la primera, ni a la segunda… la meta que se ha propuesto?
¿Es de empoderadas el n o ser la ‘mejor’ de la clase, de la empresa…?
¿Puede tener ‘bajones’ de ánimo una mujer empoderada?
¿La sensibilidad, la empatía, la compasión… son ajenas o riman con empoderamiento?
¿Puede ser sensible una lideresa? O, por el contrario, ¿debería ser dura como el acero?
Al éxito se llega después de muchos ‘fracasos’ (resultados no deseados).
No se es menos valiosa por ‘fracasar’.
No se es menos fuerte o lideresa por sentir tristeza.
No se ‘tiene’ una depresión por transitar un duelo.
No se es menos fuerte por asumir las derrotas, las calabazas que nos da la vida, o por curar las heridas.
Para sacar músculo hay que trabajarlo con pesas, boxeo, ejercicios, natación…
Para ser alguien resilente, humano y espiritual hay que aceptar la tristeza y vivirla con la misma naturalidad que se vive la alegría.
No todos los días luce el sol. Después de la tormenta, ya lo sabemos, vuelve a salir el sol.
En nuestro devenir humano, habrá de todo: dolor, tristeza, alegría, risas…
Nacemos y morimos.
Reímos y lloramos.
Todas las emociones son la prueba de que estamos vivos, muy vivos.
Como decía anteriormente, nos han hecho creer -muchos han comprado la idea-, que la tristeza, el dolor… han de ser proscritos de nuestra vida. Será por eso que la gente se esfuerza en dar una imagen de ‘perfección’ (éxito, belleza, juventud, alegría, felicidad, riqueza…), en las redes sociales. Buscan afuera lo que deberían buscar dentro de sí mismos. Es más, prostituyen su dignidad e integridad en pro de obtener la aprobación ajena: ‘cualquier cosa por un like’.
Asisto perpleja a ‘las cartas’ o declaraciones que muchas personas hacen en sus páginas del FB a sus hijos, parejas… ¿Acaso no se hablan con ellos cara a cara? ¿Acaso no residen en la misma casa o carecen de un teléfono para comunicarse? Deben estar incomunicados excepto por la red social, ¿no? Es más, en el Cielo también deben tener‘redes sociales’ a juzgar por la cantidad de ‘declaraciones’ que la gente escribe en su página a la madre o al padre o a alguien que ya no está en este mundo y que, obviamente, nunca va a poder leer lo que esa persona ha escrito en su muro.
Absurdo, ¿no?
Sí, e inmaduro.
Mala comunicación con uno mismo. Nula.
Quien huye de sí mismo, no quiero oír ni hablar de la frustración o reniega de su realidad a cambio de ‘mantener su imagen social’, es una persona con baja autoestima y una resilencia casi nula. Por consiguiente, su equilibrio interior estará comprometido.
La tristeza es la otra cara de la alegría.
No debemos renegar de ninguna emoción porque todas contienen lecciones para nuestra evolución. De hecho, las emociones reprimidas, la tristeza no expresada, acaban por emerger a la superficie, en forma de ‘enfermedades’ a modo de oportunidad de sanación. Abrazar la ‘sombra’ (concepto desarrollado por C G Jung), aunar los aspectos ‘feos’ de nuestra psique con los ‘bonitos’, lo bueno y lo malo, el ying y el yang… nos crea paz interior, salud, felicidad…
A mí, personalmente, me gusta mucho más la alegría que la tristeza, por eso, cuando me siento triste, en lugar de renegar de la tristeza, la vivo como vivo la alegría. Nada dura eternamente. Después de un día triste nacerá uno feliz… Y, viceversa.
Hay que vivir aceptando que nada permanece, que todo cambia y que no hay mal que cien años dure.
Al conciliar los opuestos en nosotros, asumimos las riendas de nuestras vidas y nos convertimos en personas empoderadas, líderes de nuestras vidas. Al fin y al cabo, con la única conciencia ante la que respondemos, es la nuestra. Aparentar una felicidad o un éxito que no se tiene, puede darnos ‘likes’ en las redes sociales, pero nos dará vacío, como poco, en nosotros.
- Ni triunfismo ni victimismo. Tan sólo, autenticidad nacida de la conciliación de los opuestos.
Cuando la tristeza te visite, no la eches de tu lado, ofrécele tu mejor actitud. Ábrete a la lección que pueda tener para ti. Sólo así, te dejará en paz y no se quedará instalada en tu ‘hogar interior’. La mejor manera de no entrar en una depresión es no negar la tristeza y asumir el duelo. Una vez aprendida la ‘lección’, saldrá el sol, volverá la alegría. Las lágrimas limpian el corazón y le hacen sitio a la risa para que, ésta, resuene más y mejor en tu alma.
© Rosetta Forner 31.10.23
En las fotos, Rosetta viste diseños MATILDA: www.matilda.es
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