Introducción al proceso evolutivo de la consciencia, y carácter
Mtra. Marilenca Bailey Jáuregui
A veces la vida toma formas materiales para manifestarse, para evidenciarse y maravillarnos. Conforma cascadas, cerezas, arco iris y caricias de diversa índole. Así la vida se convierte en cotidiana experiencia, y podemos clasificarla en vida más ó menos inteligente, podemos negarla, olvidarla, rendirle tributo, reconocerla literalmente en todo, o en ciertas presentaciones preferidas. Podemos intentar que fluya libremente por nuestro cuerpo dejando su inconfundible huella, o podemos bloquear su flujo creando pautas de detenimiento, miedos, retrasos, olvidos esenciales, apegos, y diversos y singulares modos de infelicidad.
A veces la vida cesa y nos arrebata de cuajo su presencia, lo hace en un segundo: lo que era un sueño, ya es dolor. Donde estaba la risa, cae el llanto del alma como río desbocado. A veces la esperanza no solo es lo primero en morir, sino que no llega a nacer, o eso nos parece. La vida, entonces, nos enseña mucho de su valor cuando desaparece, cuando ya es asfalto el manglar sagrado, cuando ya no hay belleza, cuando ya no hay amor, cuando ya no vive lo que vivía. La vida es muy poderosa, no se puede mercar. Es el regalo, a veces fácil de asumir y a veces no. Lo importante es recordar que la vida está siempre en mi camino, es mi camino. No importa lo perdida, sola, confundida o hermosa que sea a veces mi vida, allí donde están mis pies, ese es el camino y ese es siempre sagrado, aunque a veces parezca que no. Mis pies no pueden estar en otro lugar que no sea mi camino, aunque éste sea la locura, la guerra, la neurosis, la traición o el gozo.
Algo que sí se de la vida es que persiste, que es auto-generante, biodegradable y tiende a auto-perpetuarse creciendo, en expansión. Representa la salud de todos los seres sintientes, tiende a producir belleza, sencillez, aventura, aunque esto implique causar muchos problemas de índole práctica, relacional, conductual y de adaptación. La armadura de carácter es el modo que tenemos de cuidar, sino la imagen exacta, si la semejanza con nuestros orígenes literalmente divinos. El gran Espíritu se adapta y se preserva aunque tenga que vestirse de armadura, amargura, máscara o “look” específico. La luz interna se protege de ser vista y reconocida aun teniendo que avergonzarse de pertenecer al gran cuerpo universal de vida. Sin embargo la vida espiritual tiene memoria, y la memoria esta en el cuerpo. La memoria es celular. Para trabajar el cuerpo desde la visión humanista psicocorporal, hay que tener un profundo interés por el espíritu.
Existen cinco modelos básicos que el Espíritu toma para encarnar, o habitar en un cuerpo humano. Habemos 5 tipos de seres humanos en principio. Cada uno de estos cinco modelos o interpretaciones del Espíritu tienen temas, historias y propósitos similares entre sí. También estas formas se mezclan entre ellas creando modelos mucho más particulares y específicos idóneas para esa vida particular. Los cinco caracteres y sus mezclas y variaciones son modos de ver y crear al mundo, son modos de sentir. Estos son esquizoide, oral, masoquista psicopático y rígido. Todos estos caminos llevan a Roma y vienen de Roma. Todos son fáciles y difíciles, todos somos un gran cuerpo y estamos viviendo el cuerpo específico de manera individual. Algunos tipos caracterológicos tienen subtipos como el oral, el psicopático y el rígido.
Todos en el fondo queremos dejar que la vida fluya por nuestro cuerpo y ser felices y trascendidos. Todos queremos amor y paz y para ello estamos aquí: para aprender cómo, para seguirlo intentando, y seguir jugando.
Todos tenemos que trabajar nuestra neurosis para ver como matamos la vida propia y ajena, y así restaurar el verdadero oficio de la vida: vivir de lleno y a fondo y “de a devis”, y vivir contigo o sin ti, pero vivir y dejar de conformarnos con imitaciones. Lo importante es vivir en el cuerpo, y vivir en el cuerpo hoy, en nuestra verdad. Llegar a Roma está garantizado algún día, mientras, el aquí y el ahora, mientras, vivamos toda la risa y todo el llanto a través y con nuestro carácter, y con nuestra luz interna que no se puede apagar, nomás opacar.
Todos estamos aquí y ahora para ampliar los límites de nuestra existencia, a través de nuestro carácter, con nuestro carácter, desarrollando las virtudes del mismo y teniéndole paciencia y compasión a las limitaciones y retos del mismo. Todos estamos aquí para trascender el propio carácter y vivirlo cotidianamente desde la aceptación positiva incondicional y el trabajo de la auto-observación y del trabajo con un psicoterapeuta que nos apoye. Es un honor aprender, enseñar y facilitar el proceso de psicoterapia humanista corporal incorporando el trabajo caracterológico para profundizar con las personas en el misterio de su corazón y poder crecer.
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