INTERSECCIONALIDAD, ¿DISCRIMINACIÓN AL CUADRADO?

INTERSECCIONALIDAD, ¿DISCRIMINACIÓN AL CUADRADO?

Hace algunos días escuchaba la opinión de un joven, quien me comentaba que en un afán de conquistar derechos, las mujeres “ya nos pasamos”, refiriéndose a que una mujer puede acusar injustamente a un hombre de abuso sexual, aunque nunca haya ocurrido, y le arruinará la vida; o bien, que el hombre puede ser víctima de violencia por parte de su pareja y no se atreve a denunciarlo por el machismo que prevalece en la sociedad. Esto es cierto en un número importante de casos y, de ninguna manera, se deben aprobar estas conductas; las acusaciones falsas prosperan por los graves errores periciales que se cometen y deben detenerse.

La realidad, lamentablemente, sigue apuntando a la prevalencia de abuso real hacia las mujeres y las niñas. La Organización Mundial de la Salud afirma que 736 millones de mujeres (es decir, una de cada tres) sufren violencia física o sexual infligida por un compañero íntimo o agresiones sexuales perpetradas por otras personas. Es necesario, por lo tanto, seguir hablando del tema y pugnar por las mejoras en las leyes nacionales e internacionales.

Las mujeres no somos discriminadas únicamente por ser mujeres, sino por otros factores sociales, por ejemplo, ser viejas. Cuando dos condiciones discriminatorias se combinan, se produce un fenómeno conocido como interseccionalidad.  A una mujer, se le llama vieja, bajo criterios que no resultan claros; en ocasiones, es suficiente con que se encuentre en la etapa de climaterio para que la tachen de “menopáusica”, lo que es igual a no poder vestirse como ella quiera, tener novio o subirse a un automóvil deportivo, porque socialmente eso la hace lucir ridícula y no corresponde con lo que debería hacer una persona de su edad.

En el campo laboral, el nivel de discriminación es también, notable. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), únicamente el 46% de las mujeres de entre 15 y 64 años están empleadas frente al 79% de los hombres. La Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) y el Senado de la República, señalan que las mujeres perciben salarios entre 18% y 34% menos que los hombres a pesar de realizar las mismas actividades.

Una mujer mayor gana, aproximadamente, 30% menos que un hombre mayor; mientras que una mujer discapacitada recibe 8% menos que un hombre discapacitado; y si es indígena, sus ingresos serán de 9% menos que los hombres indígenas, tomando en cuenta, que, en muchos casos, ninguno de los dos cuenta, ni con un salario mínimo.

De acuerdo con las cifras de CONAPRED, las mujeres más discriminadas en México son las transexuales, prohibiéndoseles, incluso, el acceso a la educación. Estas mujeres están confinadas a laborar en peluquerías o estéticas, shows travesti y espacios de prostitución. Adicionalmente, este grupo de mujeres es el que presenta las tasas más altas en prevalencia del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), por lo que su promedio de vida es de 37 a 40 años.

Por todo esto y mucho más que no se ha mencionado, es necesario que el trabajo legislativo tenga un enfoque interseccional. El gobierno de Canadá, por ejemplo, sugiere aplicar los cuestionamientos de una lista de verificación cuando se están emitiendo y discutiendo leyes; entre las preguntas incluidas se cuentan: ¿Se están tomando en cuenta las complejidades de la vida de las personas en este proyecto de ley, o se basa estrechamente en consideraciones relacionadas con las identidades y experiencias sociales?, ¿se está aplicando una perspectiva intersecccional de  género en todas las etapas del proceso presupuestario? De no ser así, ¿qué tipo de asistencia técnica sería necesaria para aplicar tal enfoque antes del próximo debate presupuestario?, ¿Qué oportunidades existen para integrar las voces y perspectivas de las personas históricamente marginadas en los procesos de toma de decisiones?

No podemos abandonar el barco. Desde nuestro ámbito de acción, debemos continuar sensibilizando y creando conciencia del gran valor que tenemos mujeres y hombres, sin importar género, condición social, discapacidades, origen étnico, orientación sexual o brechas generacionales. Todos tenemos derecho a vivir en un mundo con igualdad de oportunidades donde prevalezca un ambiente de solidaridad y paz. ¿Utópico? ¡No importa! La perseverancia es necesaria, a la par de la resiliencia y la confianza en que esto sea posible.

gabycruzcoach@gmail.com

 

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