¿Alguna vez se han preguntado si tienen derecho a recuperar su vida? Me refiero a tratar de intentar que lo que nos queda por transitar en ese camino de la existencia, que es unidireccional, pueda llegar a ser diferente de lo que hemos vivido hasta el presente. Cada día que pasa es diferente al anterior porque suceden cosas diferentes en el día a día de la vida de cada ser humano, pero más allá de esas situaciones distintas, que van apareciendo, por el solo hecho de vivir, nosotros tenemos que plantearnos si cabe la posibilidad de que hagamos una especie de transferencia e intentemos delinear un programa o un plan de vida que, por supuesto, va a tener como objetivo que estemos mejor, más contentos, que tengamos una mejor calidad de vida dentro de las dificultades y de las tensiones normales y habituales que vivimos cotidianamente.
Y cuando uno piensa en estas cosas, se desata una verdadera guerra interior. ¿Por qué? Porque conviven dentro de nosotros partes conflictivas. Por un lado sí, queremos, por otro lado evaluamos el precio que tenemos que pagar, la repercusión que determinadas decisiones pueden tener en el ámbito de la vida de otras personas.
Vivimos de conflicto en conflicto, porque no logramos resolver exactamente qué es lo que nosotros decidimos que queremos para nuestra vida y lo único que logramos es involucrarnos cada vez más en los conflictos que tenemos.
En algún momento y en algún lugar nosotros tenemos que encontrar ese punto de equilibrio que hace que estemos en armonía primero que nada con nosotros mismos y luego con el mundo que nos rodea. Y a veces, seguramente a ti te ha pasado como me ha pasado a mí, que parece que no hay escape de este conflicto interno tan grande que tiene el ser humano hasta que llega un momento en que vemos las cosas como son en realidad y allí nos damos cuenta que la libertad de la mente llega finalmente cuando ha alcanzado el nivel donde aquello que se interpone como un obstáculo, es vencido, o sea, nosotros logramos que esa lucha interna entre esos dos estados, el estado de bienestar y el de conflicto que tenemos internamente en nuestra mente sea superada.
La pregunta es: ¿cómo hacemos para superar esto? Y una de las propuestas es tratar de vivir en un constante estado de transferencia. Nosotros podemos visualizar cómo queremos estar y podemos trazar un camino para lograr esa paz interior en esta lucha donde estamos involucrados en ambas partes del conflicto. Porque ambas partes de ese conflicto, el querer seguir como estamos y el querer cambiar, residen en nuestro interior. No es que uno está afuera y el otro está adentro. No, los dos están adentro, y los dos pugnan por ganar esa batalla interior. Entonces, cuando sentimos el efecto de un ataque siempre buscamos defendernos, refugiarnos en algún rincón de nuestros pensamientos, pero sucede que muchas veces no encontramos ese rincón o ese refugio y la única forma de encontrar un sitio seguro es reconociendo que ese mundo de batallas y de guerras internas, permanentes, no tiene sentido y por lo tanto hay que deshacerse de ese estado negativo.
Cuando vemos que intentamos una y otra vez y fallamos para lograr esa paz interior, abandonar el campo de batalla parece ser la única alternativa. Y esta acción nos va a colocar a la puerta de algo que verdaderamente puede llegar a transformar nuestra vida que siempre ha estado por encima de cualquier batalla.
Muchos de los seres humanos mantenemos una serie de costumbres y actitudes que nos alejan permanentemente del bienestar y no es porque no podamos acceder al mismo, sino que es como que nos empecinamos en que nosotros no estamos destinados para poder disfrutar de ese bienestar. ¿Por qué? Porque priorizamos la batalla, priorizamos la guerra interna, priorizamos el descontento, sufrimos indefinidamente por lo que no tenemos y no nos damos cuenta de lo rico que somos con aquello que hoy si poseemos.
Todo ser humano está equipado con un mecanismo para el éxito y con un mecanismo para el fracaso. El mecanismo del fracaso es quizás tu tendencia natural a seguir siempre el camino de la menor resistencia, el atajo, lo fácil, el impulso hacia la obtención de la gratificación inmediata, importando poco o nada cuáles son las consecuencias a largo plazo de tus acciones.
Pero también tenemos incorporado un mecanismo del éxito y éste puede contrarrestar el otro. El objetivo, es el que pone en marcha este mecanismo, cuando hay un por qué y un para qué y cuanto mayor dimensión tenga ese objetivo más intensamente lo vamos a desear y más facilidad tendremos para valernos de esa autodisciplina que necesitamos y la fuerza de voluntad para poder llevar a cabo lo que queremos lograr.
El gran inconveniente de la mayoría de los seres humanos es que incluso teniendo a veces alguna idea de lo que quieren nunca se detienen a pensar con rigor qué es lo que les costará obtenerlo y si están o no dispuestos a pagar ese precio.
Uno tiene que sembrar antes de recoger y uno tiene que trabajar con mucha antelación antes de poder cosechar el fruto. Esto es paciencia y tolerancia frente a todo. Y así es como funciona la ley inexorable de la causa y el efecto. La mayoría de las frustraciones en la consecución de objetivos se produce cuando se pretende vulnerar este principio inamovible.
Entonces la causa fundamental del éxito en la vida, es la capacidad para poder establecer y alcanzar metas. ¿Quién no quiere tener éxito? ¿Quién no quiere mejorar su estilo y calidad de vida? Pero las preguntas que se imponen son: ¿quién está dispuesto a hacer el esfuerzo necesario para poder llegar? ¿Quién tiene la iniciativa necesaria para convertir su vida en algo más grande, mejor y más interesante? No hay duda que para poder lograr determinadas cosas, también hay que renunciar a otras.
Dr. Walter Dresel
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