Hay pérdidas que nos rompen de golpe, y otras que nos van desgastando en silencio. A veces creemos que estamos bien porque seguimos con la rutina, pero por dentro, algo no termina de sanar. Entender cómo afrontamos el duelo puede ser la clave para comenzar a sentirnos en paz con lo que ya no está. Este artículo es para ti, si has perdido a alguien o algo importante, y te preguntas por qué duele tanto... o por qué no logras avanzar.
Cuando vivimos una pérdida, nuestro cerebro activa mecanismos que nos ayudan a sobrevivir al impacto emocional. A esto se le conoce como recursos de afrontamiento, y pueden manifestarse de dos formas: de manera adaptativa o desadaptativa.
El afrontamiento adaptativo permite a la persona resistir el golpe inicial, integrar poco a poco lo sucedido y comenzar un proceso de adaptación a su nueva realidad, esa en la que ya no está lo que se perdió. Porque sí, en la vida podemos perder no solo personas, sino también situaciones, objetos, proyectos, roles o incluso partes de nuestra identidad.
Este tipo de afrontamiento da lugar a lo que se conoce como un duelo sano o normalizado. En él, las manifestaciones del duelo —que pueden ser físicas, emocionales, cognitivas, conductuales o espirituales— van disminuyendo con el tiempo. La persona conserva su funcionalidad y puede seguir conectada con su entorno y relaciones sin sentirse rota por dentro.
Por otro lado, el afrontamiento desadaptativo, aunque también cumple la función de ayudarnos a sobrevivir al impacto inicial, no permite integrar la pérdida de forma saludable. La experiencia se vive de manera fragmentada, como si se tuviera que sobrevivir una y otra vez a cada parte del duelo. Cuesta aceptar lo que pasó, cuesta adaptarse y avanzar. Las manifestaciones del duelo no disminuyen gradualmente, sino que suelen aumentar con el tiempo, afectando seriamente la vida cotidiana y las relaciones interpersonales.
Este tipo de afrontamiento implica un alto riesgo de complicación en el duelo. En estos casos, es fundamental el acompañamiento de una o un tanatólogo, quien puede ofrecer herramientas y contención para prevenir o revertir dicha complicación.
¿Te sentiste identificada con alguna de estas formas de afrontar el duelo?
Recuerda: no estás sola. A veces, buscar ayuda es el acto más valiente que podemos hacer por nosotras mismas.
Cada persona atraviesa el duelo a su manera, pero ninguna debería hacerlo en soledad. Si sientes que estás sobreviviendo en lugar de vivir, si tus emociones se sienten como un torbellino sin salida, es momento de pedir ayuda.
La tanatología no elimina el dolor, pero te acompaña a comprenderlo, abrazarlo y transformarlo. Porque mereces sanar, a tu ritmo… pero con acompañamiento.
¿Te gustaría aprender más sobre el duelo o recibir orientación personalizada? Escríbeme, estoy aquí para ti.
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