Tenemos claro y sabemos que cambiar no resulta fácil y podríamos enumerar una larga lista de razones por las cuales permanecemos a veces durante años en el mismo lugar, sin poder avanzar, porque el miedo a lo desconocido nos paraliza, acostumbrándonos a vivir mal, que también es un modo de atravesar por nuestra existencia. Cada uno elige el camino. Yo puedo elegir el camino de la comodidad, o de la supuesta comodidad, acostumbrándome a vivir mal o puedo elegir el desafío de tratar de ser auténtico, coherente con mis pensamientos y con mis sentimientos, tras la búsqueda de ese bienestar que todo ser humano necesita para poder llevar adelante su plan de acción y su proyecto personal.
Pero yo creo que tú, al igual que yo y al igual que todos los seres humanos, ninguno de nosotros quiere pasar el resto de su vida viviendo en una franca contradicción entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que es la realidad de nuestra vida. Por eso es que hay que diseñar una estrategia para llevar adelante esos cambios que tienen como primer objetivo, que sean cuales sean los resultados de nuestras acciones, nosotros no vamos a abandonar esa amistad y ese respeto que hemos construido cuidadosamente con nuestra propia persona.
El auto-despreciarse porque no nos ha ido bien el algún aspecto de nuestra existencia es el peor error que puede cometer un ser humano. Porque si cada uno de nosotros no se valora a sí mismo, mucho menos nos van a valorar los demás. Y cada vez que tenemos que enfrentarnos a una decisión importante o intrascendente en el diario vivir, siempre analizamos primero la intención, es decir de qué se trata la decisión que hemos de tomar, luego establecemos el contenido de la misma y luego viene la etapa más difícil de todo este proceso que es pasar a la acción, o sea, llevar a la práctica aquello que pensamos y hemos decidido. Y cuando por distintos motivos, a veces atendibles, nos es imposible atravesar esa última etapa, nuestros sueños quedan no sólo frustrados, sino que la ilusión de poder cumplir con nuestro proyecto de vida, se ve postergada una y otra vez.
Hemos hablado muchas veces que la autocrítica es muy sana, pero la autocrítica también tiene sus límites porque ¿cómo es posible mantener intacta esa amistad con nosotros mismos si diaria y permanentemente nos estamos cuestionando por nuestra debilidad o por nuestra incapacidad para llevar adelante nuestros objetivos en la vida? Si tú te encuentras en esa situación, se impone rápidamente que identifiques qué es lo que te pasó, cuáles fueron los motivos que te detuvieron en el momento justo cuando debías pasar a la acción y valorar entonces las consecuencias de esa manera de actuar. La consecuencia es, sin duda, primero la desazón por no haber podido alcanzar lo que te habías propuesto. Pero inmediatamente se impone valorar el grado de convicción que tú tenías acerca de si ese era el camino que debías tomar. Porque muchas veces fracasamos en la vida porque no tenemos la íntima convicción de que ese sea verdaderamente el camino que queremos tomar o lo que queremos hacer.
Y esto pasa mucho en las relaciones afectivas. A veces, imperceptiblemente van apareciendo conflictos que terminan en una ruptura y que luego a la luz del análisis profundo de cómo fue construida esa relación afectiva, nos podemos dar cuenta de que en realidad nunca hubo un grado de compromiso importante y que esa falta de compromiso fue llevando lentamente a la disolución de ese vínculo.
Ahora, no todo lo que integra un proyecto personal tiene la misma jerarquía y no todos los fracasos, aunque traduzcan siempre un sentimiento de pérdida, tampoco tienen siempre la misma significación desde el punto de vista emocional. Hay fracasos que impactan duramente en la estructura mental y en los sentimientos de una persona y hay otros que aprendemos a sobrellevarlos mejor. Y entonces es importante que tú establezcas una escala de valores de qué es lo más importante obtener para ti en esta lucha cotidiana por una supervivencia digna y qué es lo que tú puedes relegar a un lugar secundario. Esto es establecer las prioridades de la vida de cada ser humano. Cada uno pone especial énfasis en obtener determinadas cosas en la vida que para cada uno también son importantes y esto hace la diferencia entre un ser humano y otro y certifica nuestra individualidad y nuestra singularidad. Lo que cada uno necesita para sentirse bien es diferente. Y aceptar esto es reconocer nuestra realidad y admitir también que debemos darnos un tiempo para lograr aquello que más nos importa en la vida; esto es un punto también trascendente e importante. A veces la ansiedad por lograr las cosas es tan grande que creemos que de la noche a la mañana vamos a cambiar y vamos a ser aquella persona exitosa con la cual soñamos. Requiere de períodos de transición, requiere de períodos de cambio, de enfoque con respecto a la vida y a todo lo que nos rodea y eso realmente es mentira si alguien les dice que se puede lograr de la noche a la mañana. Es un proceso lento que llega hasta el centro de la personalidad del ser humano, que va cambiando su identidad en función de lo que son sus objetivos y en función también de lo que van siendo sus logros en forma permanente y en forma progresiva.
Debes saber cómo adulto o como joven, que no todos nuestros proyectos llegan a buen fin, porque vivimos en un mundo dinámico, en un mundo cambiante, en un mundo donde permanentemente tenemos que sortear obstáculos para alcanzar nuestro destino. Eso no invalida el hecho de seguir apostando al bienestar, de seguir luchando sanamente para poder obtener la armonía interior, la paz espiritual y ese equilibrio emocional que todo ser humano necesita para poder seguir adelante en su vida.
Dr. Walter Dresel
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