NO SEAS 'RATITA PRESUMIDA' = NUNCA TE QUITES LA CORONA PARA PARECER MENOS ‘ALTA’ (valiosa, inteligente, capaz…) QUE UN HOMBRE

Son muchas, demasiadas -no todas, es cierto, pero sí, en mi opinión, demasiadas…-, las mujeres del siglo XXI que han confundido la ‘gimnasia con la magnesia’. En vez de escoger, ser pro-activas (crear y fomentar las circunstancias adecuadas para que suceda algo), han pasado a ser meramente escaparates andantes donde cuelgan toda suerte de mohines, botox, y otros abalorios que creen ellas las harán interesantes, atractivas, listas y deseables para ser llevadas del brazo de ese consumidor masculino ávido de ‘floreros bellos que pasear’ con lazo incluido.

 

“¿Es esto lo que nos quiere contar el cuento de la ratita presumida?”

No creo. Más bien considero que pretendieron hacernos creer a las mujeres que bastaba con ponerse monas, unos pocos adornos por aquí y por allá, y ya podíamos salir a arrasar (el barrer del cuento, bien podría ser un sinónimo de esto). Por cierto, no tengo nada en contra de que una mujer sea presumida, mi propia madre lo es, y yo también, sin ir más lejos (aclaremos que ‘ser presumida en mi lenguaje significa ‘ser aseada, vestirse resaltando el físico, potenciar la elegancia y el buen gusto’). Por consiguiente, ser presumida, es algo positivo, ¡por supuesto! Lo que, ya no lo es tanto, es coquetear, tratar de agradar a otro con el simple fin de enredarle, conseguirle, o confundirle, en lugar de mostrarnos tal como somos y desde ahí conquistar o captar la atención simplemente debido a nuestra autenticidad.

 Las mujeres harían bien en aprender a administrar sus capacidades, sus dones y su belleza interior. No se es más bella o más exitosa por ser delgada, rubia, y tener ojos azules. Ni se es menos bella, exitosa o... por todo lo contrario, a saber: gordita, feúcha, delgaducha, añosa… Toda mujer es bella cuando irradia su luz interior. Si, la belleza consiste en brillar el alma que una es. Y, es infinitamente mejor ser una mujer bella que guapa. Cuánto cuento malgastado en marear las neuronas a las mujercitas de todos los países.

La ratita es presumida, demasiado presuntontina. Por toda ocupación se dedica a pavonearse en el escenario para ver quién será el mejor partido al que hincarle el diente, o echarle el lazo. Cierto es que hace preguntas, pero sólo acerca del comportamiento, esto es, sólo le interesa información superficial acerca del otro.

 ¡Una lástima!

 Déjate de cuentos, y veamos que versión rosettiana se me inspira.

ÉRASE UNA VEZ… una linda leona -también tenía rabo como la ratita, si bien, más que rabo era una buena cola leonina ya que poseía fuerza, coraje, determinación y valentía -. No era estúpida, ni iba de estúpida por la vida. Como buena leona que era sabía prospectar terrenos, tenía muchas y buenas dotes para la  caza, y era un líder nata. No necesitaba a un león para que le cazara ni la hiciera sentir la reina del mambo leoneril.

¡Muchas pamplinas pasadas de moda!

 Acaso, ¿eras lesbiana?”

 ¡Cuidado con las opiniones hembristas que son más machistas que las machistas! Que una mujer no se adorne cual árbol en Navidad, ni pierda las dignas posaderas, ni vaya de culo por un ejemplar de sapo-sapete-sapón, no significa que sea lesbiana.  Y, si lo es, ¿qué?

¿Le importa a alguien?

A mí, no.

Que cada cual se lleve al huerto lo que le de la real gana. Sólo una mujer resentida considera que a los hombres se les necesita o no se les necesita. En parte tiene razón: a los hombres no hay que necesitarlos.

 “¿No?”

 No. A, los hombres, hay que amarlos. Es muy sano juntarse con otro por amor, no por necesidad o por interés o por tapar huecos emocionales o disimular soledades espirituales.

 Prosigamos con Leonä. Una leona ciertamente singular. Independiente, madura y segura de sí misma. Además, se ganaba su caza a diferencia de la ratita presumida que a lo único que se dedicaba era a fingir que barría la puerta de su casita.

 “Barrer, ¿no es un oficio digno? “

 Claro que sí.

 Ahora bien ella, la ratita presumida, trabajaba en algo que le permitiría acceder a hombres de cierto nivel… para cazar a uno de ellos, claro. Lo cual, ciertamente, es muy diferente del digno barrer.

“¿Cómo sabes que se dedicaba a barrer con la intención oculta de cazar a un bien partido?”

 Porque coqueteaba, fingía ser quién no era, aleteaba las pestañas, sólo estaba interesada en las apariencias y en que el otro se plegase a sus deseos pero no en la verdadera valía. La Ratita Presumida iba en busca del ‘chico correcto’. En cambio, Leonä, no. Ella había invertido mucho esfuerzo y dinero en cultivarse, desarrollarse como ser humano, evolucionar como alma, potenciar sus capacidades, convertirse en un bello ejemplar de leona. Había aprendido a cazar por sí misma, a asumir los errores o resultados que no deseaba, aprendido de los mismos, y rehecho las estrategias. Asimismo, lo había intentado de nuevo, y pedía lo qué quería.

 “¿Tenía éxito entre los leones?

 No.

 “¿No? ¿Cómo podía ser eso?”

Estaban demasiado acostumbrados a ‘ratitas presumidas’. Con ellas no tenían que responder a preguntas, no tenían que mostrar el verdadero ser que eran. Bastaba con que las paseasen en buenas carrozas, las llevasen a impresionantes restaurantes, las agasajasen con regalos materiales, y les dijesen que ‘eran la mujer de su vida’. Mucho falso romanticismo de oropel y luz de gas.

 “¡Jolines, vaya panorama! O sea, que a la leona no le había quedado más remedio que aprender a cazar si no quería morirse de hambre…

¿Cierto?”

 Falso.

Ella no había aprendido a cazar porque no le quedase más remedio, sino porque le gustaba. Ella había decidido ser interdependiente, o lo que es lo mismo, no tener que depender de nadie para comer. Lo cual, no excluía que ella, si alguien quisiera invitarla a comer, después de haber considerado con total y absoluta independencia si le daba la gana, la apetecía y le convenía o no aceptar la invitación del caballero.

 Muchas eran las ratitas presumidas que estaban encantadas (sin la 'H' intercalada. Puesto que, de tener dicha 'H' intercalHada, sería un hada…) de tener un caballero acompañante que las trajese y llevase de acá para allá, les abriese la portezuela del coche deportivo o las mintiese haciéndolas creer que las amaba pero luego las ningunease cuál colillas en el suelo del descampado emocional. Y, todo con tal de poder presumir de tener un caballero a sus pies…

Claro, con un panorama así, la Leonä lo tenía difícil para ligar. Ella no era de ese tipo de ratitas presumidas que coqueteaban con todo pantalón que se pusiese a tiro o que acertase a pasar por la puerta de su casa. Ella, en vez de poner su vida al ralentí e ir detrás de un buen partido, se había convertido en ese buen partido: la carrera universitaria, la tenía ella; el dinero, lo tenía ella; las dotes y habilidades cazadoras, las había potenciado y cultivado ella en sí misma. Era una reina, no una damisela de diadema floja como las ratitas presumidas, las cuales se morían de hambre emocional, por eso iban en manada a la caza y captura de un buen partido en cuanto lo olían a lo lejos. Ah, mucha ratita presumida, demasiada.

“¿Dónde habitan las ratas?”

¡En las cloacas!

¡Entre la porquería!

“¡Caramba, carambita, carambera!”

Mucho ponerse el lacito para echarle el ídem al primero que pasase o fuese considerado como buen partido. .

Las ratitas del mundo inmundicail, vivían  entre la inmundicia emocional, de ahí que tragasen con todas la conductas masculinas irrespetuosas, y faltadoras del respeto. Una leona reina, jamás permitía que la faltasen al respeto. Si alguien osaba semejante osadía, ella, le soltaba un rugido que le mandaba a freír monas bien lejos, no dejándole ganas de acercarse nunca más a tocarle la melena, ni la corona, ni los h….vos. Porque, seamos sinceros, las leonas, también los tienen, y bien puestos. Ahora bien, si prefieres su ovariescente versión, no tengo ningún inconveniente: hablemos de ova………rios (la forma oval, es la de un huevo).

“¡Alá, ahí queda eso!”

No obstante, aún quedaba mucho por hacer en el camino hacia la dignidad, y la auténtica liberación emocional de la mujer. Hablando de liberación. En una ocasión Leonä se topó con una ratona presumida -sí, ratona que no ratita, porque era muy grandona, mandona, tetona, prepontona y tontona. ¡Todo lo tenía muy grande, menos el cerebro y las neuronas!-, la cual le echó en cara a Leonä que no era femenina.

“¿Por qué y en base a qué?”

Por no tener hijos ni pareja.

“¡Joooo…lines!”

Ya lo dije, las ratitas y ratonas presumidas presumen de sus ‘cosas’ femeninas y de sus ‘churris’… sencillamente porque ellas por sí mismas no tienen nada de lo que presumir: se han pasado la vida barriendo y no les quedó tiempo para nada más. Ergo, se sienten muy vacías y carentes de valía, de ahí que intenten suplir dicha carencia con la agenciación de un maromo que de lustre y contenido a sus días. Las ratitas, ratonas, ratonazas… de diadema floja, pero afilado diente para hincárselo al incauto de turno, saben muy bien usar sus artes, que no ‘artes femeninas’…

 “¿Por qué no?”

Porque no me da la gana implicar o considerar como sinónimo de ‘artes femeninas’ a las tetas, las pestañas, las posaderas, y las monadas de las que las damiselas de diadema floja usan y abusan para atontar a su presa, o sea, para echarle el lazo al incauto que acierta a pasar por la puerta de su guarida. Las leonas, las reinas, las mujeres maduras, sinceras, auténticas, sencillas y verdaderas… no usan nada de eso.

¡Jamás!

 En vez de ello, sólo muestran la belleza de sus almas. Podrán tener un físico más o menos bello según los cánones de moda. Pero, por encima de todo, serán ellas mismas, genuinas, auténticas, sanas, verdaderas.

¡Lo que ves, es lo que hallarás!

Esas son las mujeres a las que las ratitas presumidas odian. Por eso las insultan, faltan al respeto, intentan rebajarlas… En una palabra, las temen. Si los hombres llegaran a darse cuenta de que lo que de verdad vale está en el interior, las ratitas presumidas se quedarían sin presas. Por eso, ellas, las lagartonas, porque también son eso, lagartonas, contribuyen a que los hombres sigan con su vacío emocional. Un vacío que los aboca a vincularse con ratitas de aflojada diadema, agarrarse a ellas como única y exclusiva fuente de su alimento emocional. Hombres, cuyo un inmenso despiste existencial provoca, que necesiten una ratita presumida a la que llenar de regalos, cuidar, mimar y proteger como indefensa damisela que aparenta ser. Un hombre con vacío emocional, un media-naranja, vamos, no encuentra atractiva a una leona reina.

“¿No?”

¡No!

Una ratita presumida tiene una autoestima como un queso gruyére: lleno de agujeros. Mientras que la autoestima de una reina es un diamante sólido y sin fisuras ni mindundeces. De ahí que una reina sea genuina, auténtica y no utilice tretas. Obviamente, el hombre vacío-media-naranja, no tiene ni idea de cómo vincularse con una mujer de esas características puesto que no encuentra agujero por el que colarse o que rellenar con falsos regalos.

“¡Vaya desastre!”

Sí, menudo desastre.

Muchas leonas sin pareja. Muchos hombres buenos enredados en las fauces de las ratitas presumidas…

“¿Tiene una ratita presumida remedio?”

¡Por supuesto, que lo tiene!, faltaría más. Debería empezar por preguntarse a sí misma por qué esconde su verdadera belleza detrás de ese ‘presumir de lo que no es ni será’. ¿Cómo es que en vez de desarrollarse, asumir la responsabilidad de ser ella misma se dedica a cazar un buen ejemplar –en el sentido económico y de status- de hombre? Debería considerar que, al hacer depender su valía y su autoestima de la vinculación, o caza de un buen partido, pasará mucha hambre emocional, y con toda probabilidad será la ‘cazada’, porque no sólo existen las ratitas presumidas sino los ‘gatos gatuneros florerosatus’, esto es, hombres a la caza y captura de tontitas ratitas fáciles de engatusar (son ‘gatos’), manejar, manipular, y usar para solaz y alimento de sus egos masculinos.

 “¿Te imaginas a una leona tratando de ser cazada por un gato?”

 La leona le arrearía un bufido leonino de aúpa con lo que el gato saldría más escaldado que si hubiese caído en un caldero de agua hirviendo. Es más, no dejaría de ser una escena la mar de divertida.

 ¡Ah las ratitas que son devoradas por los gatos malosos del reino! Muchas han visto estrellarse contra las rocas de la desilusión sus fantasías animadas de ayer y hoy de cazar a un buen ejemplar de león. Los leones no comen ratones, por eso nunca una ratita cazará a un león: si acaso será un gato disfrazado de tal. Y, dado que ellas fingen ser quiénes no son, no podrán distinguir si el otro finge ser quién es o no.

 Las leonas, al contrario, saben muy bien cómo hacer para averiguar si el otro es león, gato, ratón, o sapo sapete sapón pues usan la prueba del algodón.

 ¡Me ha quedado un pareado de lo más molón!

 Nuestra Leonä era una mujer sencilla, genuina, sabia e inteligente, de maduro sentir. No era guapa, pero sí bella porque poseía un alma luminosa. De ahí que toda mujer a lo que debería aspirar es a ser BELLA que no guapa. La belleza perdura con el tiempo y además se enfatiza, mientras que la guapura está remitida al campo de lo físico, siendo por ello temporal y caduca, y se marchita con los años. Una mujer, cuando se empeña en ir por la vida de ratita presumida, se auto somete a un maltrato emocional de imperdonable factura.

 “Ergo, ¿cómo hubiese sido el cuento al revés?”

Érase una vez una leona de nombre Leonä, que había decidido tener un trabajo remunerado para así ser dueña de su economía, decidir dónde vivir y en qué gastar su dinero, manejar su libertad a su antojo y casarse por amor si así lo decidía, y no por necesidad material y/o emocional, o ambas. No se dedicaba a ir a los sitio de copas y ligoteo. En vez de ello, prefería la buena compañía de un libro que le alimentase las neuronas y diese alas a sus ideas. Asimismo, le gustaba hacer punto de cruz, arte en el que tenía un master. ¡Ahí es nada! A Leonä le gustaba rodearse de mujeres y de hombres que cultivasen su alma y fuesen genuinos. Pocos eran, eso es cierto, pero independientemente de la cantidad, lo qué le importaba a ella era la calidad de esas amistades. No estaba interesada en ligar sino en amar, lo cual era muy que muy distinto.

 “¿Nunca se había enamorado de un sapo emocional? ¿Siempre había sido tan lista? “

 Por supuesto que no.  Como suele pasar en la vida, se aprende a base de ‘ensayo-error’, y ella había tomado buena nota de sus errores, y aprendido a averiguar si el chico en cuestión era sapo o príncipe antes de besarle, no quería que se le fuesen a hinchar los morros nunca más.

Había madurado emocionalmente, razón por la cual se había sacudido de encima las ideas redileras de que una mujer era menos cuando no una fracasada si carecía de pareja o de hijos, o de ambas cosas. Ella, sabía que valía por sí misma, y que sólo alguien muy especial sería digno de su corazón. Leoná había apostado por tener una relación con su alma gemela, no con cualquier gato o león o lobo que le maullase en noche de luna llena y le llenase el balcón de maullidos tonteros. Nada de alelarse las neuronas y pasarse la vida en el escenario cual ratita presumida diciendo algo así como:

 ¡Mírame, soy yo! ¡La más guapa, la más bella, la más de todo! ¡Yo soy la mujer de tu vida…!

 No, ella no se dedicó a hacer mohines, sino preguntas. El ‘enséñame la patita por debajo de la puerta’, pasó a ser su consigna. Aprendió a ser reina, y no se casó con gato maullador alguno, en su lugar, se casó con su alma.

 

  • Metáfora y Metamensaje

 A las RP (ratitas presumidas) se las acaba por merendar el gato maloso de los cuentos, ya sea en forma de desilusión, maltrato psicológico o físico. Las RP acaban por ser víctimas de sus propias tretas. Ergo, si no quieres acabar merendada por un gato, tira la diadema floja, asume las riendas de tu vida, conviértete en leona y aprende a cazar. Una mujer no es menos mujer por no tener hijos ni pareja. Ni todas las personas sirven para estar en pareja, ni todas las épocas de la vida son propicias para ello. Nunca finjas tener menos neuronas o inteligencia para que un hombre no se sienta inferior a ti, esto es, se sienta superior. Ponte la corona, estírate, muéstrale al mundo el ser tan maravilloso que eres: ni mejor ni peor, ni superior ni inferior a nadie. Tú, y sólo tú.

Vincúlate con un hombre porque le ames, y porque sepa amarte como a ti te gusta que te amen. Pero, jamás de los jamases te vincules con un hombre por necesidad de ningún tipo.

El hambre emocional juega malas pasadas.

Tira el lacito de ratita presumida y ponte la corona de leona cazadora.

Nunca jamás le vuelvas a permitir a nadie –ni a hombres ni a mujeres- que te diga cosas del estilo:

  •  ‘No ligas porque estás gorda’
  • ‘No ligas porque tienes hijos’
  • ‘No ligas porque eres demasiado inteligente'
  • 'Con ese carácter asustas…’
  • ‘Estás sola porque no te aguanta nadie’
  • ‘No tienes pareja… Algún defecto tendrás’
  • ‘Eres demasiado exigente. Por eso no tienes a nadie’
  • ‘Si yo fuera tú, tendría a todos los que quisiera a mis pies…’
  • ‘Tienes que hacerte la tonta. Y, cuando ya le hayas cazado, entonces, enseñas tu carácter e inteligencia…

Ruge, y observa quién no se asusta ante tu rugido.

¡A la porra con todos los Torquematis y Desvaloratis del Club del redil! Sólo un león ama a otro león, bueno, leona.

Recuerda, si vas de RP (ratita presumida) por la vida puede que se te coma el gato… Si eres leona, serás tú, si acaso, y te da la gana, la que se coma al gato…

 

Fuente:

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