La otra vez me pasó algo muy interesante, te voy a contar.
El otro día estaba en la fila del banco y unas mujeres entraron con un perrito muy bonito. Antes de que les pidieran que se saliera hubo una escena muy divertida, una joven muy simpática al verlo dijo: “Ay, qué lindo, el mejor amigo del hombre” y al agacharse para acariciarlo sonó una especie de crack y parecía que se le había roto el pantalón.
Entonces dijo: “Me voy a tener que conformar con el peor amigo del hombre”. Yo estaba muy cerca, así que en ese momento le pregunté que cuál era el peor amigo del hombre. Atacada de la risa me dijo: “Ay, pues la dieta, ya se rompieron mis pantalones”.
Nunca había oído eso y se me hizo muy simpática la chica porque fue muy natural, y tan natural que demuestra cómo vemos a la dieta: como un mal necesario, como un salvavidas lleno de espinas. Sin embargo, un salvavidas no está diseñado para que vivas con él, sino a la larga te va a doler más.
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