Muchas personas han hecho de la crítica un modo de vida. Para ellos, la crítica es la manera natural de prestar atención a la vida de los demás, y el modo de no poner atención a su propia vida. El hábito de criticar les impide observar cualquier situación sin emitir un juicio al respecto.
En lugar de intentar comprender el motivo por el que cada persona actúa del modo en el que lo hace, las personas criticadictas censuran sin piedad todo acto de aquellos con los que no comparten creencias.
Este tipo de personas acostumbran a vivir exclusivamente en el mundo de la teoría, y siempre encuentran desde esa perspectiva teórica una forma mejor de dar respuesta a un conflicto, de responder ante una situación, de expresar una opinión, o incluso una forma mejor de ser como persona, como pareja, como madre, hija, o cualquier otro rol que pudiera estar viviendo. Por supuesto, con independencia del modo en que en la práctica está viviendo su propia vida.
Criticar no requiere ser brillante ni tener una gran inteligencia o preparación. Concebir soluciones teóricas a cualquier situación es muy sencillo, especialmente una vez se han visto los resultados de haber tomado decisiones que no han funcionado.
La crítica únicamente refleja el modo de comprender la vida del que critica, de lo que para esta persona está bien, y de lo que le gustaría que fuera el mundo. Es un reflejo también de su falta de aceptación y flexibilidad. En definitiva, es un modo de mostrar sus creencias y carencias.
Si miramos más allá de esa forma de vida y de interacción social basada en la crítica, podemos aprovechar este hábito para crecer. Toda reacción que se genera en nosotros cuando observamos el modo de actuar de los demás, ya sea positiva o negativa, es una información muy valiosa para reconocernos y mejorar. Todo lo que vemos en los demás y despierta en nosotros la necesidad de enjuiciar, podría ser tomado como una invitación a mirar hacia nuestro interior y descubrir las creencias que actúan en nosotros.
Vemos la vida en base a como nosotros somos. Cualquier situación tiene múltiples formas distintas de ser interpretada, y son nuestras creencias las que determinan esa interpretación. La crítica es una de esas posibles interpretaciones.
Además, nuestras creencias nos llevan habitualmente a tener distintas varas de medir, para nosotros y para los demás. Muchas veces aceptamos en nosotros mismos una determinada conducta, mientras que la rechazamos categóricamente en los demás. En estos casos la falta de coherencia de aquel que emite el juicio es lo que transmite realmente.
La aceptación de uno mismo y de los demás está en el punto de partida para eliminar la crítica de nuestras vidas. Cuando aceptamos a los demás tal y como son, y aceptamos que los demás pueden ser distintos a nosotros, que pueden tener opiniones diferentes, que sus creencias no tienen porqué coincidir con las nuestras, etc., dejaremos de juzgar.
Debemos entender que las creencias que cada uno tenemos son útiles para vivir del modo en el que lo hacemos, para tener las experiencias y el desarrollo personal que hemos venido a experimentar en esta vida, y que esa forma de vivir y de experimentar es personal e intransferible. Cada persona es libre de elegir su vida, y todas las formas de vivir son correctas. En consecuencia, juzgar a alguien por elegir vivir de un modo distinto al mío, tan solo muestra mi falta de comprensión de este mundo.
Por supuesto, vivir conscientemente desde la crítica también es una elección, y no seré yo quien lo critique. Pero tan solo recuerda que cuando criticas únicamente hablas de ti.
Ricardo Eiriz
Creador del Método Integra®
Autor de los libros Método Integra, Escoge tu camino a la Felicidad y el Éxito, Un Curso de Felicidad, Apunta Alto, El Alma de la Salud y Recupera tu Poder Personal.
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, ante la UNESCO.
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