La agresión y la violencia intrafamiliar, lo primero que hacen es que la familia se vuelva disfuncional y los patrones de comunicación o bien se rompen o muchas veces se tornan hostiles y aún más hirientes pues se cae en invalidar al otro, desacreditar sus vivencias y no darle crédito a sus pedidos de ayuda.
Claramente, no hay un espacio para la reflexión ni la comunicación empática.
En estas familias violentas, se entorpece la capacidad para establecer un apego seguro, en donde cada quien se sienta contenido, regulado, tranquilo y confiado porque la persona que debe cuidarte, darte seguridad y protección, es la misma que te asusta y que te lastima física o emocionalmente.
Según una investigación que realicé en 2009 con 301 adolescentes de una escuela secundaria y preparatoria particular para ver los patrones de maltrato "Investigación psicológica sobre el maltrato en la adolescencia: maltratadores y maltratados: Formas de corregir la identificación con el agresor" (Nahoul, 2009) se encontró que los hombres tienden a ser más agredidos físicamente y las mujeres más psicológicamente. Y a su vez, los hombres son más maltratadores con hermanos y compañeros de escuela mientras que, por parte de las mujeres, se encontró que ellas tienden a agredir más emocional y psicológicamente, en particular a su madre y a su padre, diciéndoles cosas de su pasado y con insultos y chantajes, a diferencia de lo que se pensaba al iniciar la investigación que ellas serían las maltratadas en casa.
Esto levanta la preocupación acerca de cómo ayudar a que desde jóvenes puedan aprender a contener su hostilidad y no terminar lastimando y dañando a las personas que más cerca tienen. Continuaremos con el tema...
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