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EL BUEN PROFESIONAL NO SE HACE EN DOS DÍAS…

© Rosetta Forner

En cada época se pone de moda una profesión. Hubo un tiempo en que todo el mundo sabía de informática, le dabas una patada a una piedra y salían informáticos a montones. Pasó el ‘boom’ y, ahora, muchos de esos se han reconvertido en ‘coaches’ pero no literalmente (‘coach’ en Inglés significa carruaje, autobús, y de ‘autobús’ deriva el término ‘coach’ por ser el entrenador psicológico que viajaba -en autobús-, con el equipo deportivo).

• ¿Tan fácil es hacerse coach, PNL, terapeuta o mentor?

El intrusismo es algo casi ‘consustancial’ a las profesiones humanas. Ni tan siquiera una buena escuela o universidad de prestigio está libre de que le salgan alumnos o licenciados mediocres. Además de una buena formación, se requieren unas características que propicien el ejercicio de esa profesión, así como de una personalidad que incluya la opción del esfuerzo, la perseverancia, la constancia, la humildad, la sinceridad y el realismo para reconocer que, cuando se empieza, no se es un ‘super experto’ por mejor título de una (real o supuestamente), buena escuela que se tenga o de la inteligencia natura que se posea.  Al principio, nadie sabemos más allá de la teoría –excluyamos a aquellos con un don o talento innato, que suelen ser los menos en cada profesión-. Por consiguiente, se requiere de mucha práctica para llegar a tener un oficio, esto es, ser mínimamente competentes.

Dado que ejerzo de hadamadrina (mi slogan: “un poco de hadamadrining es un mucho de coaching”), trabajo en modo coaching y soy especialista en PNL (tanto en Business como en health & wellbeing), estoy al tanto de la ‘burbuja’ existente en el mundo del coaching (das una patada, y sale un coach como antaño salía un informático), que , al contrario de lo pensado, en lugar de ir a menos está yendo a más al haberse incorporado, al intrusismo, la versión ‘mentoría’, que disimula mejor (eso creen los intrusos y las intrusas), la falta de formación y de profesionalidad.

• Pregunta: ¿Cómo se han formado los primeros formadores en el mundo del coaching?

• Respuesta: Acorde a la información de que dispongo, unos yendo a USA o a otros países donde el coaching ya existía como modalidad de enfoque de trabajo o aplicación de técnicas como la PNL, la psicología… Otros, avispados ellos, adaptando manuales de esos cursos o incluso copiándolos de libros publicados sobre el tema. Montaron escuelas, tanto los que poseen verdadera vocación y profesionalidad para compartir como los ‘emprendedores avispados’ que, viendo la oportunidad de hacer el agosto, se lanzaron a impartir certificados de coach como el que hace churros: mezclando, en algunos cursos de coaching mezclan PNL, marketing, management, y otras cosas de muchas y variadas disciplinas (incluso tarot o lectura de manos…).

• ¿Es todo un ‘bluff’?
• Ni mucho menos. La mayoría, no por ser caros (los cursos), poseen verdadera calidad. No sólo hay que fijarse en el temario, sobre todo hay que fijarse en quién lo imparte.  

Ejerzo, desde hace más de 35 años, como docente. Previamente, a mi faceta como hadamadrina, fui publicista (es la parte esencial de mi base profesional). Asimismo, he impartido cursos en escuelas de negocios y en empresas. Por lo tanto, he coincidido con buenos, malos, regulares, mediocres y excelentes profesionales: algunos sabían impartir clase y transmitir sus conocimientos, y otros, no.

• PERFIL DE UN BUEN DOCENTE.
• Conoce la materia que imparte (nivel ‘no le tose ni Dios’, esto es, está sobradamente preparado).
• Solidez profesional
• Sabe enseñar y transmitir
• Tiene vocación pedagógica
• No teme que le pregunten, le encanta
• No lee lo que pone en la pantalla o en la pizarra
• Explica de varias maneras lo mismo hasta lograr que todos los alumnos en clase lo entienden.
• Adora la materia que imparte
• Se prepara las clases
• Sabe relacionarse con los alumnos: no va de superior sino de enseñante.
• No fomenta el seguidismo, ni la cuchipanda, ni el tener acólitos

• PERFIL DEL BUEN COACH
• Ha hecho su proceso personal (el ‘estoy en ello’, no es lo mismo). Tiene elaborada su ‘sombra’ (concepto jungiano).
• Tiene vocación, esto es, no ejerce de coach porque esté de moda ni porque estuvo en sesiones de coaching y/o el ‘coaching le salvó la vida’
• No es un/a rescatador/a. No alega: ‘me encanta ayudar a las personas’.
• No regala su trabajo, cobra en función de su nivel (‘caché): la relación calidad-precio está muy equilibrada
• No practica como coach porque está haciendo un curso o acaba de terminar un curso.
• Tiene oficio.
• Puede guiar en los temas en los que enseña porque aporta tanto praxis (por ejemplo, ha sido directivo y sabe de management), como en la teoría (posee formación académica).
• Pone los límites.
• No fomenta la codependencia emocional sino la independencia y la inteligencia emocional de su cliente.
• Dice lo que le viene bien oír a su cliente y no lo que le gustaría oír o le sería cómodo.
• Puede aplicar sus conocimientos a cualquier tema
• Se compromete con su cliente, y trabaja como si el cliente fuese él/ella mismo/a
• Posee una sólida base académica y profesional
• Tiene características de personalidad apropiadas para ejercer de coach. Al igual que, pongamos por caso, un buen cantante tiene una buena voz, dicción, sabe respirar, modular su voz, etc… Nadie, sin una buena voz, suele triunfar como cantante. Ergo, ¿cómo puede ser que un coach incompetente triunfe? Respuesta: clientes sin criterio y/o con tan bajo nivel de autoestima que ‘compran’ mercancía averiada y no se aperciben de ello.
• No se hace amigo/a de sus coacheados ni tira los tejos a nadie en consulta ni en sus cursos
• No quiere seguidores ni los fomenta.
• Posee verdadero sentido común y un crítico sano.
• Camina lo que habla y viceversa: congruencia y coherencia.
• No se le pilla en un renuncio porque lo que se ve es lo que hay y lo que hay es lo que se ve.
• No contemporiza ni busca ser ‘guay’ o caer bien.
• No va de colega ni habla de su vida personal que, como tal, es privada.
• Tiene a su vanidad bien domesticada.
• No va de influencer.
• Empatía en estado natural.

Obviamente, de entrada casi todo el mundo puede responder a este perfil. ¿De quién depende, pues, que descubramos si es o no un buen profesional?

De uno mismo.

• Para ello deberemos hacer preguntas. ¿A esa persona? No, a nosotros mismos. Hazte las siguientes preguntas:
• ¿Me gusta que me rescaten?
• ¿Qué estoy dispuesto a hacer por mí?
• ¿Me creo todo lo que me dicen o, por el contrario, cuestiono?
• ¿Voy por la vida creyéndome todo lo que me dicen?
• ¿Busco desesperadamente un terapeuta que me haga de ‘mamá o de papá’?
• ¿Pongo los límites?
• ¿Hago preguntas?
• ¿Me gusta que me ‘vapulen la autoestima’?
• ¿Reacciono si me tratan mal?
• ¿Cómo es mi vida profesional?
• ¿Qué destacaría de mi vida personal?
• ¿Qué tipo de ‘personales famosos’ son los que me atraen? Y, ¿qué cuenta ello de mí?

Cuando una persona está desesperada por encontrar a alguien que la rescate,  seguramente caeré en manos de ‘mediocres’. A pesar de notar que le imponen su forma de trabajar o que le parezca que sea el ‘coach’ o terapeuta no es un profesional o que su trabajo sea de calidad, a pesar de sentirse incomprendido, no acompañado en su proceso, mal emocionalmente… seguirá –al igual que procede en sus relaciones personales y profesionales- porque no se atreve a decir ‘no, gracias’, esto es, no sabe poner los límites al estar tan acostumbrado a delegar su responsabilidad en manos de terceros, la asunción de responsabilidad le es ajena y, lo peor de todo, es que, ha normalizadao la manipulación emocional.

• Caso: Conozco a una mujer que acudió a la consulta de un naturopata por un tema de salud. A pesar de que ella le dijo que sólo requería sus servicios como naturopata, él la convenció (más bien impuso disimuladamente, obviamente con la aquiescencia de ella, que no osó llevarle la contraria), para recibir asimismo sesiones de terapia. Ello fue así hasta que, por fin, ella animada por su terapeuta se armó de valor y le dijo que no pensaba volver más dado que él no había respetado sus deseos y le había impuesto sesiones de terapia que ella ni le había pedido ni quería. Queda claro que, nadie nos hace nada que no le consintamos. Por eso, lo mejor es ir por la vida poniendo límites a todo aquel que pretenda faltarnos al respeto.

• Los títulos no garantizan un buen profesional en ninguna profesión ya sea medicina, derecho, coaching, psicología, ingeniería… por consiguiente, debemos rascar para saber si ese profesional sabe de lo que pretende saber.

• En una ocasión, feria del libro, se me acercó una mujer lectora de mis libros que antes de conocerme había leído un libro de una psicóloga-coach. A raíz de ese libro, decidió tomar unas sesiones de coaching por Skype (ambas estaban en diferentes ciudades). Su comentario fue: “la dejé a las pocas sesiones en cuanto me di cuenta de que lo que contaba en el libro y las sesiones eran lo mismo. Se le notaba que no tenía bagaje… todo lo que parecía saber sobre tema parejas estaba cogido con pinzas’. No deja de ser curioso porque la ‘psicóloga’ en cuestión ha logrado pasar como súper experta y ha triunfado mucho en su sector. ¿Cómo pudo suceder esto? Uno de las razones es que el público objetivo carece de herramientas y de criterio para evaluar y poder determinar si lo ‘qué pareces es lo que eres’. Es fácil dársela con queso a quién está dispuesto a comprar cualquier mercancía por lo que aparenta ya que, el ‘rascar’ o ‘enséñame la patita por debajo de la puerta’, no suele practicarlo. Cuestionar es propio de los que poseen suficiente nivel de autoestima e inteligencia emocional porque, caso de descubrir que ‘ese profesional no es lo que parecía’ no se sienten mal por ello (a las personas con baja autoestima suele sucederles que se creen responsables de la falta de calidad del otro, de su engaño, de su mediocridad, de su incompetencia…).

• Escribir un libro, crear un buen manual de coaching, pnl o lo que sea… es bastante fácil puesto que hay muy buenos libros publicados sobre la materia, así como buenos profesionales en todo el mundo que imparten buenos cursos. ¿Cómo puede ser? Basta con copiar o aprenderse de memoria unas cuantas consignas. Los pocos conocimientos y la baja autoestima son habituales en el público objetivo de moda.

• No debemos conformarnos cuando alguien nos diga que ‘sabe’. Hay que pedirle que nos enseñe la patita por debajo de la puerta.

Hace unos años, uno de los asistentes a un curso que yo impartía yo sobre management & liderazgo en una empresa, me comentó que, en una época en que no tenía trabajo, colaboró con una escuela de negocios en Valencia. Le indicaron que debía impartir un curso de marketing (materia sobre la que él carecía de conocimientos pues era economista). Le dieron un manual para que se lo aprendiese, como el que dice, en dos días. Llegado el día del curso, uno de los asistentes le hizo una pregunta y le puso en evidencia. Se vio claramente que sabía menos que los alumnos. Este hombre me dijo muy apesadumbrado: ‘Nunca más, en mi vida, volveré a hacer el ridículo. Nunca más volveré a impartir un curso sobre una materia que no domine’.

• Moraleja: si uno no sabe lo suficiente, siempre corre el riesgo de que alguien le enmiende la plana.

Quien busca calidad la encuentra. Eso sí, la calidad no se tiene por que sí. Si uno se respeta y se valora, querrá profesionales que sean competentes. La responsabilidad de ‘rascar’ es algo personal e intransferible si no queremos que nos la den con queso.

© Rosetta Forner

Escritora. Hadamadrina, agitadora de neuronas.

‘Un poco de hadamadrining es un mucho de coaching’ (sesiones de trabajo via Skype, WhatsApp, teléfono).

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