Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento, afirma Gerardo Schmedlig.
El sufrimiento es un estado por el que todo en algún momento pasamos. Hemos pasado por situaciones dolorosas, pérdidas de seres queridos, de nuestro empleo, amigos, problemas financieros...
Es algo inevitable, la vida está compuesta de momentos mejores y momentos peores, lo realmente valioso es poder extraer de cada una de estas experiencias las enseñanzas que nos pueden aportar. Sin embargo, en muchas ocasiones nos quedamos atascados en el dolor y no podemos ver la oportunidad de evolucionar y aprender que surge de cualquier problema al que nos enfrentamos.
Puedes sentirte invadido por el sufrimiento que te provoca la pérdida de un ser querido y estar años y años padeciendo. O bien, aunque hayas perdido a un hijo, un padre o un gran amigo, puedes conectar con los momentos de sentido y felicidad vividos con ellos, y aunque haya un dolor con el recuerdo, este no te nublará tu vida. Cuando atravesamos el sufrimiento, nadie puede responder por otro. Este es un sentimiento intransferible y, aunque nos demos cuenta, nadie puede hacer nada, cada uno debemos recorrer ese camino por nosotros mismos.
Sin embargo, compartir la dificultad, darle nombre y expresarla, aligera la carga. Es más fácil si la identificamos, le ponemos nombre, lo escuchamos, lo aceptamos y trabajamos en él.
Lo que ocurre a veces es que la vergüenza o el miedo a lo que pensarán al ver nuestra vulnerabilidad o debilidad, o a quien nos etiqueten como alguien fracasado, hace más difícil que compartamos nuestro sufrimiento.
Debemos aprender a acompañar al que sufre sin juzgarle, mejor acompáñalo, escúchalo y dale tu amor.
Para aligerar el sufrimiento, puede ayudarte también el escribirlo, una carta en donde expreses tus sentimientos puede aliviar la angustia que vives.
Para poder salir de un estado de sufrimiento profundo, la clave es la aceptación. No sirve de nada atormentarte con pensamientos sobre cómo podría haber sido algo si no hubiera sucedido los
acontecimientos como lo han hecho. Mejor vivir realmente el presente, para que no haya espacio para la preocupación ni el tormento.
Practica el agradecimiento ante cualquier situación por simple que parezca, dirige tu atención en lo que tienes y no en lo que te falta. Busca unos minutos al día para hacer algo que te llene plenamente, dedicarte a lo que te gusta, hará que tu mente fluya, y el dolor irá desapareciendo. Y si el sufrimiento se ha vuelto crónico, no dejes pasar un día más y acude con un especialista que te apoye a gestionarlo.
La vida es corta, mejor gozarla, disfrútala, amar a los demás y no estancarnos en un sufrimiento sin salida.
LUCIA LEGORRETA DE CERVANTES. Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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