Llama la atención la frecuencia con que somos consultados por dificultades en las relaciones afectivas, tanto sean matrimoniales, de pareja estable, en los noviazgos y eso me ha llevado a pensar a que algo está sucediendo en la vida de los seres humanos. Y se me ha ocurrido preguntarles si realmente son capaces de contestar a esta pregunta: ¿verdaderamente aman a la persona elegida o la necesitan? Y esto parecería muy crudo pero en realidad es lo que hay que responder. Hace falta mucho valor para visualizar en qué tipo de vínculo estamos involucrados y cómo estamos viviendo lo que nos sucede cotidianamente.
Y una queja muy común cuando la persona se dispone a hablar de su propia historia personal, se relaciona con el hecho de que tiene la certeza de haber vivido para el otro, habiendo renunciado a sus intereses más caros en función de un proyecto que supuestamente era común y de que ambos compartían, en un comienzo, para comprobar finalmente que la rutina, la distancia y la indiferencia, se han instalado definitivamente en ese vínculo amoroso. Y la necesidad de complacer y de vivir para que el otro sea feliz, culmina con el abandono de nuestro esquema de desarrollo personal y todo parte de la creencia errónea de que cediendo los espacios, tratando de que el otro siempre esté conforme, vamos a estar demostrando un amor y una entrega sin límites.
Y aquí tenemos que hacer una salvedad. Está muy bien que una persona que está llevando adelante un vínculo amoroso, quiera que su pareja se sienta bien, lo atienda, le haga sus gustos y esté de acuerdo con sus propuestas, pero esto funciona de esta manera siempre y cuando haya un retorno, siempre y cuando la otra persona también desee lo mismo para su pareja y también le otorgue los espacios necesarios y lo que necesita para sentirse bien.
Y los escenarios en que nos movemos diariamente, así como los paisajes que nuestros ojos pueden disfrutar todos los días, se ven de forma diferente a través del tiempo. Todos los días amanece, todos los días hay un crepúsculo donde la puesta de sol es una invitación a disfrutar plenamente de esa majestuosidad maravillosa que tiene la naturaleza.
Pero si el corazón está vacío será muy fácil cansarse y aburrirse porque nada ni nadie, ni ninguna situación, va a tener la emoción suficiente como para llamar nuestra atención.
De allí que cuando una persona está atravesando por una situación difícil desde el punto de vista afectivo no se resuelve ni con un viaje, ni con un lindo regalo, porque lo que está vacío es el corazón y cuando el corazón está vacío únicamente puede ser llenado con su combustible espiritual, con su combustible natural, que son los sentimientos, que es el amor, que es la necesidad de compartir la vida con otra persona.
Pero para el corazón que no tiene motivaciones, la existencia puede transcurrir en las tonalidades más oscuras y los días y las noches no tienen ninguna satisfacción que le permitan a esa persona disfrutar la alegría de vivir.
Y tomar conciencia de que cada uno de nosotros somos seres únicos, puede renovar el esfuerzo por descubrir cuáles son los misterios que guarda esa persona hacia la cual nos hemos volcado.
Es cierto que es muy difícil permanecer estáticos, siempre con el mismo estado de ánimo y que todos tenemos derecho a que de vez en cuando no estemos con nuestros receptores de la sensibilidad encendidos al máximo. Pero esto no puede ser de ninguna manera una excusa para que no nos demos cuenta cuando la rutina, el aburrimiento y la falta de ganas de vivir nos han ganado la partida.
Antes de renunciar -yo creo que todos lo hacen- es necesario buscar y encontrar nuevas propuestas, nuevos proyectos que interpreten a las personas que somos hoy, frutos y consecuencias, de una evolución lógica que nos ha convertido en seres diferentes, con necesidades y con anhelos que son distintos, que van de la mano y que están acordes a nuestro proceso de maduración, a medida que vamos transitando por los caminos de la vida.
Si actuamos con cordura, con aceptación y con cierto equilibrio, junto a una dosis importante de buena voluntad, es posible que podamos enmendar algunas situaciones que son muy graves. En otros casos realmente no es posible. No es posible por la rigidez, no es posible porque hay personas que no son capaces de reconocer sus propios errores y su propia manera de actuar. Entonces eso desmotiva enormemente a quien está a su lado.
La monotonía, la rutina y la incomunicación, son la expresión más acabada del fracaso de una relación de pareja. Y lamentablemente lo estamos viviendo, hoy en día, en una dimensión y en una magnitud, que nos alarma.
El éxito en una vida de pareja está basado en primera instancia en un proyecto común. En un esfuerzo y una responsabilidad absolutamente compartida en poder obtener aquello que ha sido la propuesta del inicio de ese vínculo.
Dr. Walter Dresel
wdresel@adinet.com.uy www.exitopersonal.org
Facebook: Walter Dresel Sitio Oficial
Twitter: @walterdresel
Comentarios