Es fácil percibir qué está habiendo un aumento de las patologías degenerativas (hipertensión, problemas coronarios, arteriosclerosis, cáncer, diabetes, DORTs, problemas de columna, etc...) con aumento de consumo de alimentos y de la inactividad física, sin que desconsideremos el recargo de las funciones nerviosas tales como: estrés, ansiedad, insomnio y depresión.
De acuerdo con OMS pueden ser considerados inactivos las personas que no realizan actividades físicas de ocio, o sea, que son físicamente inactivos en el espacio de tiempo en el cual no están ocupados con el trabajo y las actividades de mantenimiento de la vida diaria.
Obviamente, esa definición es limitada, y todavía sirvió de base para la mayoría de los estudios que asocian actividad física y salud.
Parece claro que una persona que ejerce un trabajo que exige esfuerzo físico no puede ser considerada sedentaria, pero diversos pesquisas han encontrado evidencias de que el esfuerzo físico del trabajo, a pesar de aumentar el gasto calórico a niveles considerados ideales, no presenta una buena asociación con la prevención de enfermedades y aumento de bien estar.
Por el contrario, parece que cuanto más calorías gastamos en esfuerzos vigorosos en el trabajo, menor es nuestra expectativa de vida y calidad de vida.
De acuerdo con datos de la OMS, la inactividad física está relacionada con 35% de las muertes por problemas vasculares (infarto, derrame, aneurisma, trombosis, etc...), 32% de las muertes por cáncer de cuello y 32% de las muertes por complicaciones del diabetes.
Indudablemente, la inactividad física es un comportamiento que debe ser evitado, pues a pesar de no presentar grandes comprometimientos en corto plazo, a medio y largo plazo, el precio a ser paga por ese comportamiento de riesgo es muy alto y, sin duda alguna, compromete la calidad de vida de las personas y de su familia.
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