Por Yined Ramírez-Hendrix

Estás tranquilamente en la oficina cuando recibes la llamada de un supervisor que te pregunta por el estatus de un reporte que sabes que no te había pedido. Cuelgas y tu primer instinto es dirigirte a la máquina dispensadora de dulces y arrasar con el surtido.

Psicológicamente hablando, el apetito está controlado por señales bioquímicas que le dicen al cerebro que tienes hambre y necesitas comer y, cuándo estás satisfecho, le indican que puedes detenerte. Suena conveniente, pero lo cierto es que hemos aprendido a ignorar esos signos y muchos comen no sólo por hambre, sino por ansiedad, tristeza, alegría o estrés. Hay quien ve la comida como una recompensa o hasta consuelo. 
Para controlar el hambre emocional hay que recordar cómo la verdadera hambre física se siente. Aunque es difícil de reconocer, sí existe una diferencia.

Cinco pasos para determinar si experimentas hambre emocional o física:

1. El hambre emocional sucede súbitamente, el hambre física es gradual.

2. El hambre física se siente debajo del cuello (un estómago rugiente), mientras que el hambre emocional se siente sobre el cuello (en la cabeza), como un antojo por helado.

3. Cuando cierto tipo de comida o alimento es lo único que podría satisfacer tu antojo - como ansias de pizza o chocolate - el hambre es emocional. Cuando tu cuerpo requiere combustible, estás abierto a diferentes opciones.

4. El hambre emocional tiene que ser satisfecha de inmediato. El hambre física puede esperar.

5. El hambre emocional te deja sintiéndote culpable.

La cura para el hambre emocional está en identificar cuando la padeces. Te ayudará desarrollar estrategias para combatir este deseo mental. Si el helado te llama porque te sientes deprimida en lugar de intentar distraerte con otra cosa, mejor atiende la emoción que estés experimentando, ya que la tristeza seguirá contigo. Mira una película que te haga llorar o llama a una amiga con la que puedas desahogarte y hasta derramar una lagrimita.