Sentir culpa por haber dañado a otro o a sí mismo es algo por lo que atravesamos todos los seres humanos en uno o más momentos de nuestra vida. ¿Cómo perdonarnos por el daño inflingido?
No hace tanto tiempo que se incorporó el tema del perdón a sí mismo, en las discusiones psicológicas. Fue en la década de los 90 cuando se empezó a pensar en él como una herramienta clínica. Prieto y Echegoyén realizaron un análisis de la evolución de los estudios del auto-perdón y me parece importante rescatar aquí algunas de sus ideas.
Lo primero a considerar es que resulta muy diferente referirse al perdón que otorgamos a otros, que hacerlo al que nos concedemos a nosotros mismos, porque se apoyan en factores psicológicos distintos. Por ejemplo, éste último alude a la compasión, a la generosidad y el amor que impacta en nuestro bienestar, satisfacción y autoestima.
La falta de auto-perdón puede desatar neurosis, depresión o ansiedad. Pensemos que el daño a sí mismo incluye conductas y pensamientos autoflagelantes. Y es que el contacto con uno mismo es continuo, siendo esto un recordatorio del castigo merecido por el daño provocado de manera consciente o inconsciente.
Existe el auto-perdón falso en el que se justifica la conducta ciega a la necesidad de reparación del daño, por lo que Hall y Fincham (2005) señalan que no puede darse de manera incondicional.
Robert Enright, uno de los pioneros en el estudio del perdón, presentó en 1996 lo que denominó “la tríada del perdón” (perdón a otros, perdón a uno mismo, perdón a las situaciones), como un constructo necesario en un proceso de salud mental y emocional.
Un dato interesante es que cuando se trata de un perdón interpersonal, es posible concederlo sin que haya necesariamente una reconciliación; lo que no puede ocurrir con el auto-perdón porque lleva implícita la reconciliación consigo mismo, ya que, de no darse, puede desembocar en conductas agresivas y antisociales, con una falta de autocontrol como proyección de una frustración no trabajada.
Pero el perdón a sí mismo tiene también su lado oscuro. Algunos especialistas afirman que el “autoperdonador” puede llegar a ser alguien narcisita, egocéntrico, confiado y carente de vergüenza; además de considerarlo irrespetuoso frente a la víctima. Thompson (2011) sugiere que el perdón a uno mismo puede ser contraproducente en conductas crónicas desadaptativas.
Esto hace necesario distinguir entre remordimiento y autocondenación. El perdón surge de la culpa y el remordimiento es el origen de un perdón genuino, mientras que la vergüenza sería el origen de la autocondenación y tendría relación con el neuroticismo. Existe entonces un falso auto-perdón en el que se justifican todas nuestras acciones, excusando que “todo mundo se equivoca”, perdiendo la sensibilidad del daño causado y continuando con una conducta de ofensa que explica lo que ocurre con los psicópatas, que carecen del sentimiento de arrepentimiento; por ello, el auto-perdón debe vincularse a la reparación interpersonal e intrapersonal.
En resumen, cuando intentamos perdonarnos es necesario distinguir si se trató de una conducta que hirió a un tercero o si la culpa se atribuye a un daño hecho a uno mismo. En el primer caso, la humildad y el arrepentimiento son ingredientes necesarios para buscar el perdón del otro, con el riesgo de no recibirlo, pero sí la tranquilidad por ese arrepentimiento genuino. En el caso del daño a sí mismo, habrá que pensar en el cambio de pensamiento, actitud o conducta necesario para que no se convierta en una práctica permanente: “Me lastimo y me perdono” (hay que recordar que el daño puede ser físico, psicológico, emocional o todo ello junto).
Cornish y Wade nos recomiendan seguir estos pasos:
Acepta la responsabilidad de haber dañado a otra persona o a ti mismo.
Expresa remordimiento auténtico y un deseo de reparar
Analiza los patrones de conducta que te llevaron a la ofensa y comprométete, de ahora en adelante, con tus valores
Alcanza un renovado auto-respeto, autocompasión y auto-aceptación, consiguiendo en todo el proceso un crecimiento moral
Se dice fácil pero es un proceso lento y complejo; sin embargo, son muchos los beneficios de perdonar a otros, ser perdonado por otros y perdonarse a uno mismo.
Manos a la obra!!
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