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Por Angelina Sánchez-Vilchis

Ni la más segura de las mujeres, ni la más autónoma, ni la más auténtica, ni ninguna de las féminas que viven en pareja con un hombre que realmente les importa, se libran de esto.

¿Saben a qué me refiero? A que el hombre con en el que vivimos afecta directamente nuestro estado de ánimo, nuestro bienestar, el equilibrio emocional con el que nos movemos día a día, está muy bien que a lo mejor algunas se van a trabajar después de un pleito con el marido, y se olvidan, pero eso no quiere decir que no le afecte ese día en su vida laboral, tal vez se pongan de malas y nada les salga bien; o aquella mujercita que se queda en casa, después de que quería pedirle una opinión al marido para elegir esa actividad para los niños, o simplemente tener una plática -muy importante para nosotros las esposas-, de cualquier tema que tenga que ver, con la casa, el dinero, o tan simple como: -Oye, ¿cómo se me ve el vestido nuevo, o los zapatos que me compré?-, tan sólo para eso… Sí nos afecta!!!!... Sí es directamente proporcional a nuestra forma de andar al día siguiente. Si ellos nos hicieron caso o no, si nos pusieron atención en vez de ver la televisión, o decirnos, -Otro día me dices “amor” es que estoy súper cansado-, si nos hicieron cara fea, o de plano creemos que somos un cero a la izquierda, por la indiferencia que ellos aportan, por supuesto que nos afecta…

¿Y por qué nos afecta? Se preguntarán ustedes, tal vez digan, “¡Ay yo no! A mí no me incomoda para nada”.“A mí, mi marido “no me hace nada”, porque no me interesa lo que piense o cómo actúe, lo que me diga, qué me importa, “me vale”.

¿En serio? Es real esto, pues claro que no, cualquier mujer que vive con un hombre al lado, le afecta sobremanera, claro que le importa, la forma en como él se dirige a ella, como les digo va directamente proporcional a nuestro caminar en la vida.

Les digo porqué, pues la razón es simple, porque este tipo de mujeres ha decidido, unirse en pareja y vivir así; por lo mismo, sí tiene que afectarnos el que ellos nos aprueben o desaprueben, hasta en las cosas más simples.

Sí nos afecta lo que nos hace el marido, si nos vio feo, si nos critica, si no halaga la comida que hicimos, si nos consiente o no…

Miren, fíjense, si nuestro esposo o pareja realiza un detalle para nosotros como prepararnos la cena, o traernos un regalillo del Super; si nos dice que tenemos la razón en que pintemos la casa de amarillo; o si nos deja decidir cosas como comprar la sala a nuestro gusto o colgar ese cuadro que le parece horroroso en el comedor, o echa un piropo de cómo nos quedó la sopita de fideo, entonces nos sentiremos plenas, amadas, tomadas en cuenta, “reconocidas”, el día correrá con un entusiasmo infinito, estaremos alegres y realizadazas, ¿a poco, no?... ¿Verdad que sí?

Bueno, pues todo esto me llama la atención, porque las mujeres somos seres que necesitamos aprobación de nuestra pareja, al igual que ellos necesitan sentirse amados, admirados y correspondidos, no es gratuito que estemos con alguien por su linda cara, el ser amado necesita amor correspondido, eso es por ley natural.

Algunos dirán que no, que es un problema de autoestima, sí hay un grado de eso, pero precisamente porque nos urge que nos refuercen el autoestima de vez en cuando o “diario”, y más nuestra pareja, por eso es que necesitamos que nuestro hombrecito o con quien vivimos, no le cuesta nada aventarnos de vez en cuando una miradita de gusto y admiración por nosotros, sin regaños, ni indiferencias, al contrario un apapacho de noche, no le cae mal a nadie y si procuramos hacerlo seguido, no habrá tantos reclamos, ni lágrimas derramadas, ya verán cómo la vida en pareja se hace más llevadera, se hace más rica, más plena…

Por supuesto, esto será en la misma proporción, si nos comportamos igual y en sentido contrario ¡eh!