¿Qué va a pasar con el paso que voy a dar? Suena fácil, lo es menos. Este cuestionamiento debería ser en automático, a flor de piel tendría que estar presente para permitirnos observar detenidamente cada hecho, cada acto, cada palabra; nuestras decisiones tienen consecuencias desde que hemos optado por ellas.
Comúnmente estamos inmersos en la tendencia a olvidar, a que nos de pereza recordar que todo tiene un resultado en función de nuestras decisiones; la responsabilidad de ser adultos comienza por asumirlo, por entender la causalidad de la vida.
La inclusión de pretextos en nuestros esquemas, la habilidad con la que nos sacudimos nuestros deberes se basa en culpar a los demás y a todo lo que acontece.
Los valores eventualmente pesan, los cargamos como estandarte para dejar de flaquear, considerarlos en su valor real es imprescindible.
Asumimos de esta forma la presencia de un sistema que norma y regula nuestro comportamiento, es personal y ajusta sus necesidades y deseos generalmente a lo que nos es ajeno, a los demás como una respuesta a nuestro medio.
El conjunto de preceptos ordenados parece moldeable, lo único que lo es, son todas y cada una de sus partes por separado.
Suponer que hay una independencia psicológica del mundo y tiempo en el que vivimos es caer en un error; la modificación, contar con la libertad y la autonomía es producto de la ampliación de criterios y de la estabilidad que se logra por la paz y la ausencia de conflicto entre el yo interno y la conciencia.
Habitualmente juzgamos desde patrones que nos han sido impuestos por nuestros círculos sociales y la época de la historia en la cual vivimos.
Una consecuencia inmediata de esta situación es la confusión, pervertir escalas de valores y alejarnos de equilibrios básicos.
Viajar en sociedad, hacerlo lejos del cotidiano caos que supone distanciarnos de todos y cada uno de ellos, de nosotros, conduce sólo a la falta de armonía.
Contrario a ello el frágil y difícil balance entre lo propio y lo ajeno es a veces un arte, otras el principio de la sabiduría y las más el fin y objetivo que representa la independencia relativa.
El crecimiento personal es una tarea propia y un objetivo en sí mismo, ser responsable en su búsqueda parte de ponernos en acción en el tiempo correcto.
Las circunstancias ajenas en las cuales estamos inmersos generan siempre una presión y son elementos indispensables para expandir la conciencia.
Tener la paciencia para esperar a que se presenten los momentos idóneos en donde ubicamos perfectamente las enormes posibilidades que la vida nos regala es el don que pasa por estar seguros de que todo lo posible sucede, que sus tiempos pueden ser acortados bajo el principio de hacer que las cosas ocurran.
Vivir en conciencia es una decisión responsable que es ineludible cuando de avanzar se trata, la magia llega siempre en el instante preciso.
Comentarios
Vivir en conciencia complicado.... lo tenemos que lograr gracias