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Uno de los hechos más relevantes del presente año en materia cultural fue la reanudación del Festival de Cultura del Caribe, que se lleva a cabo en Quintana Roo.
Recordemos que el festival caribeño nació en 1988 bajo los auspicios del Programa Cultural de las Fronteras, cuyo director general en esa época, Alejandro Ordorica, lo concibió y propuso al gobierno quintanarroense.
Por desgracia, pocos años después las autoridades de cultura del país, en una decisión por demás errónea, cedieron la organización del festival a una asociación civil que ni siquiera era de Quintana Roo. Peor aún, lo extrajeron de las instituciones públicas, es decir, privatizaron ese importante foro. Claro, con el tiempo se vino abajo, al grado que terminó por suspenderse, lo que ocurrió hace 11 años. Imagínense ustedes qué aberración: es como si alguien quisiera convertir al Festival Cervantino en una franquicia para privatizarlo, transferirlo o regalarlo.
Ahora, con todo mérito, la secretaria de Cultura del gobierno de Quintana Roo, Cora Amalia Castilla Madrid, ha revivido al Festival de Cultura del Caribe, que volvió por sus fueros. Un hecho plausible para la cultura de la nación y de toda la región caribeña.
El festival se efectuó del 12 al 19 de noviembre y tuvo como escenario, además de Cancún, diversos sitios de la hermosa geografía de aquel estado del sureste: Bacalar, Chetumal, Cozumel, Carrillo Puerto, Isla Mujeres y otros más.
El programa de actividades fue diseñado con todo cuidado y resultó muy atractivo, pues no solo se buscó difundir las vivas expresiones de la música y la danza de esta región multiétnica y pluricultural, sino que también incluyó cine, muestras de indumentaria tradicional, exposiciones pictóricas y de fotografía, jornadas literarias y muchas expresiones más de la cultura y el arte de la zona caribeña. Asimismo, se organizó un foro académico con intelectuales y escritores muy reconocidos, que abordaron lo mismo temas literarios que históricos o antropológicos, en sesiones muy enriquecedoras que tuvieron como sede la Universidad del Caribe. En ese contexto, las presentaciones de libros sobre muy diversos temas ampliaron el conocimiento histórico de la región, analizaron la realidad contemporánea y plantearon escenarios para el futuro.
Hubo 14 países invitados: Aruba, Belice, Colombia, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, Martinica, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela. Además, participaron varios estados del sureste de la república: Chiapas, Veracruz, Tabasco, Yucatán y Campeche.
En la ceremonia de inauguración, que se realizó en Cancún, se presentó el tema musical oficial del Festival, compuesto por la magnífica cantautora brasileña Denisse de Kalafe, quien desde hace tiempo reside en la paradisiaca isla de Holbox.
Algo que me encantó fue la celebración de la Muestra Gastronómica, amplísima y muy sabrosa. Por cierto, participé con la conferencia “La gastronomía del Caribe”, que compartí con más de 300 asistentes. La muestra se realizó en la espléndida Universidad Tecnológica, una institución pública que cuenta con instalaciones de avanzada. Maestros y alumnos de la carrera de gastronomía instalaron estands en los que mostraron los platillos emblemáticos de los países que conforman la cuenca caribeña; ahí mismo se proporcionó información general y turística de cada uno de ellos.
En síntesis, esta fiesta de color, ritmo, cultura y sabor resultó un rotundo éxito. Sin duda fue un acierto rescatar este valioso Festival, por lo que resulta alentador el anuncio de la realización de la siguiente edición de este encuentro anual de las expresiones artísticas y culturales de la región. Se sienta, así, un inequívoco precedente: el Festival de Cultura del Caribe nació en las instituciones nacionales, y sigue y seguirá en ellas, además de que le pertenece al pueblo de Quintana Roo, a la frontera sur mexicana y a las naciones caribeñas.

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