La India era uno de mis viajes pendientes desde hace años, y por fin el día de realizarlo ha llegado.
Hace diez días llegué a Delhi, y desde entonces he estado recorriendo con mi familia distintos lugares del norte de la India. Nueva y vieja Delhi, Jhaipur, Agra y Benarés entre otros interesantes lugares.
Para los españoles la India se ha convertido en un destino turístico por excelencia. De hecho Raghu, nuestro guía, nos ha explicado que somos los visitantes más numerosos. Confirmando sus palabras, por todo el recorrido hemos ido encontrando grupos de españoles, algunas parejas de italianos, y en algunos lugares como Benarés bastantes japoneses. Latinoamericano, ninguno.
Durante mi vida había visitado Marruecos en varias ocasiones, la última hace menos de un año, por lo que el choque cultural al llegar a la vieja Delhi no resultó tan fuerte como cabía esperar. Aún y así se trata de una cultura sorprendente.
Tienen miles de años de historia, lo que queda reflejado por doquier. De origen hindú, fueron invadidos por los mogoles y posteriormente por los británicos, lo que les ha llevado a confluir y convivir diversas religiones. Principalmente encontramos hindúes, musulmanes, sickhs, budistas y jainistas, por lo que se adoran de forma ordenada y totalmente respetuosa decenas de dioses.
La integración entre las distintas culturas parece casi total, al contrario de lo que sucede en Europa con los musulmanes. Esta es una de las primeras cosas en llamarme poderosamente la atención.
Por todo lo que había escuchado, llegué con la expectativa de que la gente de la India era gente con rasgos amables y sonrientes. Nada más lejos de la realidad, por lo menos en el norte de la India, que es por donde nos estamos moviendo. Sus rasgos son serios, y sus miradas amenazantes e inquisidoras.
Su cultura ancestral es tremendamente machista. Las mujeres apenas salen de casa, y deben tener el permiso del hombre, o de la familia, para realizar cualquier actividad.
La familia es un pilar fundamental en la cultura de este país, y el matrimonio es concertado. Antes de iniciar una relación, el padre del novio negocia con el padre de la novia, y si llegan a un acuerdo se inicia el noviazgo y hay boda.
Al casarse, la mujer abandona su casa y se va a vivir con su esposo y su familia. A efectos prácticos, los padres de él ganan una hija, mientras que los padres de ella la pierden.
El ruido y el caos del tráfico son los dos elementos más sorprendentes. Si alguien desea ver la teoría del caos en acción, no tiene más que darse un paseo por cualquier ciudad o pueblo de la India. De hecho, llegué a ser observador del caos perfecto, donde ni siquiera una bicicleta podría moverse en ninguna dirección, por no hablar ya de los rickshaws, tuctucs, motos, autos, buses y camiones. Todos completamente parados, hasta que finalmente llegó la policía y logró poner algo de orden en el desorden.
Las normas de circulación parecen no existir. Cada quien circula por donde le place y en la dirección que desea. Ni semáforos, ni cedas el paso, ni preferencias de cruce, ni sentidos únicos de circulación parecen ser merecedores de atención por parte de los conductores de cualquier tipo de vehículo. Una verdadera locura para aquellos que venimos del mundo occidental.
Imagina una calle con dos carriles en cada dirección, separados por uno pequeño muro de hormigón de apenas un metro de altura. El sentido común parecería llevarnos a circular cada quien por su carril permitiendo que todo fluya, y eso es lo que de entrada parece. Vamos avanzando por nuestro carril y de pronto aparece otro coche en sentido contrario, y no sólo uno, a la que dejamos pasar los metros van apareciendo continuamente vehículos de todo tipo directamente hacia nosotros. ¿Y qué sucede en los otros dos carriles que van en sentido opuesto al nuestro? Pues lo mismo.
Por si esto fuera poco, todos van tocando el claxon. Es un modo de avisar que se acercan. De hecho, en la parte trasera de los camiones ya lo indican “blow de horn” (toca la bocina). El ruido es ensordecedor por momentos.
Desde que llegué a Nueva Delhi me pareció precioso ver campar las vacas a su ancha, con total libertad. Pero no son sólo las vacas. Perros, cerdos, búfalos y monos son también habituales en calles, caminos y carreteras. Y yo me pregunto, ¿Qué habrán hecho las pobres cabras para ser las únicas que no tienen permitido moverse libremente?
Las vacas son sagradas para los hindúes y aparecen por todas partes, incluso llegan a tumbarse en medio de las carreteras sin que nadie las aparte. Al ser un animal sagrado, no comen su carne, y tan solo las usan para obtener su leche. Moviéndose con total libertad parece que no tengan dueño, pero no es así. Tienen libertad de movimiento durante el día, pero al atardecer regresan a su hogar para amamantar a sus crías.
Los cerdos, que también se mueven libremente en los pueblos y ciudades, son como perros vagabundos, y van revolviendo la basura por todas partes. En su caso no tienen dueño, y su carne es considerada impura por parte de los musulmanes.
Las cabras en cambio, al igual que sucede con los pollos, forman parte de la alimentación aceptada por casi todas las religiones aquí presentes, siendo por tanto una posesión preciada y cuidada con esmero.
Más allá del famoso Taj Mahal, el monumento al amor más impresionante jamás creado, hay palacios, templos, mezquitas y santuarios por todas partes. La India es un país creado como unión de diversos reinos, cada uno con sus respectivos reyes, que en la actualidad no tienen poder político, pero sí económico. Los antiguos reyes son actualmente propietarios de cientos de palacios reconvertidos la mayoría en hoteles.
El río Ganges a su paso por Benarés (Varanasi) es un lugar de peregrinación de los hindúes. Se dice que vivo o muerto todo hindú debe ir a purificar su alma al río Ganges, por lo que el lugar se convierte en un río continuo de peregrinos que llegan para realizar ofrendas y derramar las cenizas de sus muertos. Aun no procesando la religión hindú, llegar a las escalinatas del río Ganges en Benarés y ver los crematorios a pie de río, es una experiencia digna de ser vivida.
Conozco mucha gente que se ha enamorado de la India, incluso algunos que han llegado a trasladarse a vivir aquí durante un tiempo. Personalmente me ha gustado conocerla, conocer sus gentes y sus costumbres, pero me costaría acostumbrarme al ruido, suciedad y caos que me he encontrado en todos los pueblos y ciudades que he visitado.
Ricardo Eiriz
Creador del Método INTEGRA®
Autor y conferenciante
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO.
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