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A veces me imagino un lugar ideal para vivir, para ser mujer en plenitud.   Estar en algún poblado en donde hay rituales para los ciclos de la mujer.  Un ritual para su nacimiento.  Otro para la menstruación.  Otro para cuando es madre. Otro para despedir la menstruación.  Y un tiempo para prepararnos para morir.

Hemos perdido esos rituales, ya no estamos cerca de lo sagrado al omitirlos, sino sólo dentro de un automatismo de vida que nos impide mirar de cerca lo que sucede con nuestros cuerpos y almas. Perdimos la sacralidad.

Me imagino a una mujer anciana, sabia, sentada con otras mujeres en círculo y un fuego alimentando lo que se tiene que decir.  Me gustaría escuchar los secretos de tantas mujeres que vienen a enseñarnos por dónde es más conveniente caminar. Sus cuentos, vidas e historias.  Estar sentadas en una sola consonancia.

Como no tengo ese círculo, inventé uno con otras mujeres.  Al fuego de una vela, nos sentamos a meditar, a pedir,  a orar, a santificar el día.  A vivir en el Espíritu. Nos invitamos a crecer, a actuar, a vivir el hoy por hoy, como lo exige el espíritu. Esta mañana me siento emocionada de pensar en este círculo que me contiene y por medio de estas líneas honro las presencias de estas mujeres en mi vida.