“Vive de instante en instante, porque eso es la vida”, Facundo Cabral.
Un nuevo papá
Después de vivir siete años en casa de mis padres y salir a mi nuevo hogar, llegué finalmente a un punto donde la vida parecía tomar una estructura sólida.
Decidir por mi tiempo, preocuparme por los pagos, la comida, la escuela, la ropa y nuestras diversiones se hizo parte de mi rutina. Sin embargo había algo que no estaba completo en mi nueva vida: la ausencia de un compañero.
Nunca he sido muy exitosa en lo que se refiere al tema de la elección de una pareja y precisamente este capítulo me lo dejó muy claro. Mi necesidad de no estar sola me llevo a encontrarme nuevamente con la persona incorrecta tras superar la relación con el padre biológico de mi hijo. Esta experiencia, tiempo después me dejaría uno de los momentos más tristes de mi historia personal.
Aquel hombre de la misma edad que yo, sin hijos y sin matrimonios anteriores empezó a formar parte de mis emocionantes días, salíamos, nos conocíamos, el cine, el café, y las largas pláticas nos empezaron a unir; hasta que un día y como consecuencia de un largo periodo de amistad, decidimos vivir juntos.
Yo había hablado con él durante ese tiempo, sobre el tipo de relación que le pediría llevara con mi hijo; ante este acontecimiento tan importante para nuestras vidas no quería etiquetas obligadas o títulos otorgados de paternidad, la relación debía de darse entre dos hombres con respeto y afecto. Mi hijo era mi hijo y él era mi pareja, los tres estaríamos incluidos en nuestra nueva familia con la libertad de llamarnos por nuestros nombres, sin ningún tipo de “autonombramientos” o “etiquetas”. Así que para mí lo mejor era que entre ellos dos, un pequeño de entonces ocho años y un hombre de treinta y seis, la relación empezara por un principio muy simple: conocerse y respetarse.
Aparecía para mi vida la última pieza de mi rompecabezas.
Mi nuevo compañero fue un hombre solidario, respetuoso y muy cariñoso, él y mi hijo mantenían una genuina relación entre dos personas que se quieren; mi hijo con la natural forma que hacen los niños de abrir su corazón cuando se sienten acogidos le extendió su cariño a través de los juegos, de las palabras y la convivencia, ambos me hicieron sentir en una de las etapas más plenas de mi vida, finalmente tenía una familia.
Un día mi hijo se encontraba jugando con otros niños, era obvio que entre nuestros vecinos no había pasado desapercibido que una persona más vivía en mi casa, así que la pregunta obligada tuvo su momento ese día cuando otro pequeño le dijo: ¿Quién es ese señor que vive contigo?, entonces vino en una sola y contundente respuesta la confirmación de cómo mi hijo se sentía: “es mi papá”.
Los lazos y el amor se estrechaban entre ellos, de la misma forma que se fortalecía; estar juntos los tres y tomar cada uno nuestros roles se presentaba como una experiencia sin mucho contratiempo, creo que en gran medida lo logramos, porque decidí no ser el ojo vigilante que controlara lo que mi hijo debía sentir por otra persona y que mi pareja no se sintiera con la obligación de aceptar una paternidad como condición a nuestra relación.
Confié en que dos seres humanos se relacionarían en libertad, y que aun fallando, seriamos lo suficientemente maduros mi pareja y yo para acomodarnos. La sorpresa además de integrarnos muy fácilmente, fue que mi hijo se sentía acogido y amado por un hombre. Para él como para los otros niños, había un papa en casa que lo mismo jugaba, que regañaba o cuidaba, así que nuestra vida siguió su camino.
Muchas veces las mujeres queremos forzar y empeñarnos en encontrar padres “suplentes” para nuestros hijos y los hombres generalmente están dispuestos hacerlo mientras la relación con nosotras no se altere, en este caso ellos pueden hábilmente moldear su afecto por una personita para colocarse en un lugar donde nosotras decidimos que se coloquen, sin darle oportunidad a ellos mismos y a nuestros hijos de decidir sobre lo que quieren sentir por la otra persona.
Entonces pensamos que el proyecto de vida que habíamos comenzado de la mano de mi hijo seria para siempre, en medio de la rutina, los problemas cotidianos, las festividades, los cumpleaños, nos consideramos por alrededor de cuatro años una familia.
No quiero dejar pasar un agradecimiento a este personaje que llegó por un breve momento a la vida de mi hijo y la mía, mi total gratitud por quien con nosotros mientras esto duró.
Para mi hijo fue muy importante que mamó, le permitiera conocer y relacionarse con su pareja en libertad, de igual manera para mi pareja dejarlo libre de “títulos”, fue algo que permitió dejar crecer entre ellos un amor lo mas parecido a lo que pudiera sentir un hijo con su padre.
Lamentablemente, la vida como siempre tiene sus direcciones y en esta etapa, las cosas en su principio fueron muy buenas para los tres, la integración familiar, la maravillosa experiencia de sentirme en compañía con un hombre y con mi hijo me dieron un par de años muy buenos.
Sin embargo él y yo estábamos compartiendo no solamente un asunto de cosas lindas en familia, el lazo más fuerte que nos unía era la tremenda necesidad de no estar solos y esto al poco tiempo nos hizo tomar caminos diferentes.
Nos leemos en la siguiente.
Diana Rodríguez.
Comentarios
Muy bien Diana me gusta tu forma de plantear las cosas, asi sencillas
Irma Vega muchas gracias por tus palabras. Un saludo con afecto. Diana Rodriguez.
EL RESPETO HACIA LAS PERSONAS, ES LO QUE SE VE REALMENTE EN ESTE RELATO. SALUDOS