UN LUGAR LLAMADO DESTINO

Un lugar llamado destino

 

Viktor Frankl, psiquiatra, escritor y padre de la logoterapia, pasó tres largos años de su vida en campos de concentración nazi y logró sobrevivir a dicha experiencia. Justo al ser liberado escribió el litro que lleva por título El hombre en busca de sentido, que personalmente considero valiosísimo. En el libro, Frankl escribe: «Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al desafío de cambiarnos a nosotros mismos».

 

Si tenemos en cuenta que Frankl llevó su teoría de la logoterapia –que ya había comenzado a desarrollar anteriormente- a la práctica en los campos de concentración nazi, podemos comprender el porqué de dicha tesis: al desprendernos de todo lo material, de nuestros logros, de nuestros problemas, de todo aquello por lo que se ha luchado en la vida, comprendemos que sólo nos queda la esencia. De esta forma podremos ver detalles, cualidades, recursos y características de nosotros mismos que nunca pensamos ver o encontrar, nos fijaremos en aspectos de la vida realmente importantes; con el tiempo lograremos trascender y encontrarle un verdadero significado a la vida.

 

Puedo solo intuir las penurias por las que tuvo que pasar Frankl durante los tres años que estuvo prisionero en los campos de concentración nazi y, aún desconociendo los esquemas que siguió para sobrevivir al holocausto, me atrevo a pensar que lo hizo entrenando su mente subconsciente.

 

En uno de los capítulos de El hombre en busca de sentido Frankl escribe: «Una vida que valga la pena no depende de tus circunstancias sino de tus decisiones». Si apostáramos por abrir un debate acerca de si existe o no el destino, podría ser iniciado con una pregunta conectada con el modelo de pensar de Frankl: ¿Qué pesa más en nuestras vidas, nuestras circunstancias o nuestras decisiones?

 

Todos conocemos a personas que bajo circunstancias adversas han llegado muy lejos en la vida, mientras que a otras personas a las que la vida las ha tratado bien se quedan a mitad de camino. Parece razonable pensar que hay circunstancias que acontecen en nuestra vida que no podemos obviar, pero las decisiones que adoptamos para enfrentarlas son las que marcan las grandes diferencias. Es evidente que no podemos modificar nuestro pasado pero no podemos olvidar que el presente es el pasado de mañana. Por ello, si transformamos el «ahora», cambiaremos nuestro futuro y de algún modo impactaremos nuestro destino.

 

¿Pero qué es el ahora? Él ahora es un término que no se presta a ambigüedades o dobles interpretaciones: es este momento, este soplo de instante, la esencia misma de la materia prima de la que se compone el tiempo.

 

El gran problema es que masacramos literalmente el «ahora» con retazos de pasado y eso nos conduce a procesos depresivos, lo hacemos también con retazos de futuro y eso genera procesos de ansiedad y un sinfín de problemas imaginarios que raras veces se convierten en sucesos constatables. Por ello, si tu conciencia tan solo controla un 3% de lo que piensas, sientes, dices y haces y, a esa proporción tan ridícula, la inundas de pasado, de futuro y de problemas efímeros es evidente que le estás cediendo el poder absoluto a tu mente subconsciente, estás dejando tu destino en sus manos.

 

Es curioso, pero cada vez me sorprende más ver hasta qué punto nos encanta engañarnos como personas. En más de una ocasión admitimos frente a terceros que tenemos los mejores hijitos, el mejor esposo o esposa, en nuestro trabajo somos valorados, idolatrados y venerados, etc. En muchos casos eso son farsas que minan nuestra autoestima por una razón muy sencilla: rompemos la congruencia entre lo que pensamos (o sabemos conscientemente) y lo que decimos. ¿Por qué digo esto? Porque si crees realmente en el destino le estás dando una orden directa a tu mente subconsciente para que sea el “destino”, el que te guie por el curso de tu vida, es decir, delegas esta responsabilidad en «una entidad» que prácticamente no controlas.

 

Algo equivalente sucede cuando le echamos la culpa de lo que sucede en nuestras vidas a nuestra infancia, a nuestra familia, a las malas compañías, al entorno, etc. Cuando hacemos esto renunciamos a nuestra verdadera responsabilidad para cambiar nuestras vidas. Es decir, volvemos a darle una orden muy clara, concreta y directa a nuestra mente subconsciente para que no actúe: objetivo cumplido.

 

Carl G. Jung* escribió: «Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino». Esta frase encierra mucha sabiduría y cuando generamos conciencia de su verdadero significado, es fácil de entender que creer ciegamente en el destino nos aleja irremediablemente de influir en nuestro futuro. Por todo ello parece razonable pensar que si no expandes tu conciencia y no la «limpias» de pasado, de futuro y de problemas efímeros, la vida te va arrastrar y tú lo vas a llamar destino.

 

 

 

Enviadme un correo electrónico cuando las personas hayan dejado sus comentarios –

¡Tienes que ser miembro de Retos Femeninos para agregar comentarios!

Join Retos Femeninos