Invitada por María O’Higgins —una gran mexicana a quien mucho debo, pues fue mi primera maestra de pintura cuando yo era niña— tuve el enorme gusto de estar presente en la inauguración de la exposición de obras su esposo, el destacado artista plástico mexicano-estadounidense Pablo O’Higgins, en el Museo Dolores Olmedo.
Antes de comentar acerca de esta muestra plástica quiero referirme a María, quien siempre ha sido una mujer de avanzada, que abrió brecha para beneficio de las mujeres de mi generación. Yo la conocí, en efecto, cuando ella impartía clases de dibujo en la Alameda de Monterrey, a cielo abierto, en lo que, de hecho, constituyó un proyecto pionero de enseñanza artística infantil en jardines y plazas públicas, y que luego se extendería por el país, incluida la capital de la República.
María de Jesús de la Fuente, quien fuera esposa de Pablo O’Higgins, ha conservado intacto el legado artístico del pintor. Por si fuera poca su aportación al arte pictórico, hay que agregar a sus méritos el de ser una de las primeras abogadas que egresaron de la Universidad Autónoma de Nuevo León, nuestra tierra natal. Se ha destacado también como una profesionista comprometida, que ha ocupado diversos cargos públicos. Tiene entre sus haberes el haber sido testigo de grandes acontecimientos históricos desde los años cuarenta del siglo XX, como el crecimiento y reconocimiento del muralismo y, por supuesto, las luchas sociales que marcaron aquella época. Recordemos que fueron tiempos de grandes artistas plásticos como Diego Rivera, Frida Kahlo, Leopoldo Méndez y Alfredo Zalce.
Pero regreso al tema del maestro O’Higgins y la muestra inaugurada el sábado 24 de marzo en el Museo Dolores Olmedo. Se trata de una exposición que reúne 30 litografías del pintor, creadas entre 1953 y 1980, en las que resulta evidente la fuerza de su trazo y su identificación con los trabajadores del campo y la ciudad, pues una buena parte de sus obras representa a hombres y mujeres del pueblo desarrollando sus actividades: trabajadores, constructores, electricistas, campesinos, pescadores, lavanderas, vendedoras de flores o ambulantes que ofrecen chichicuilotes. Pablo O'Higgins, como se recordó en la inauguración de esta muestra, le tomó un enorme cariño a México. Conoció nuestro país de lado a lado y quizá fue el pintor extranjero que mejor logró comprender la cultura de nuestro pueblo.
Debo decir que también me gustó mucho la museografía y la sección pedagógica destinada a niños y los jóvenes para ayudarlos a adentrarse y entender mejor la obra.
Pablo O’Higgins nos dejó un legado que es orgullo del arte y la cultura de México. Esta exposición, que estará abierta hasta junio próximo, es una excelente oportunidad para ver, disfrutar y valorar una parte de esta magnífica obra.
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