Publicado por Rafael Reséndiz el 2 de Marzo de 2010 a las 6:12am
Salió del hospital general a donde había acudido a dejar a un pariente que tenía cita con el doctor. Miró su reloj y se dio cuenta que eran las 8:15 horas, tiempo suficiente para llegar a tiempo a sus labores. Sin embargo, el frío viento que corría le hizo pensar regresar a su casa por una chamarra, traía puesto sólo un chaleco, pero revisó de nueva cuenta el reloj y desistió de la idea, además la combi se paró justo enfrente de él y automáticamente la abordo.Como siempre, comenzó a observar a las personas que iban en el transporte público, había encontrado asiento en la parte posterior del vehículo lo que le daba una amplia visión de los demás pasajeros. Luego de revisar las caras de esos acompañantes momentáneos y casuales, su mirada se detuvo en una diminuta mujer que terminaba de maquillarse. Vestía un pantalón, una blusa-suéter negros y una especie de rebozo que no era necesariamente del mismo color, tal vez gris.Observaba como movía sus labios que cantaban en silencio la melodía que escuchaba a través de sus audífonos. Tal vez esa pequeña mujer pensaba que nadie la miraba y mucho menos que escuchara a los lejos el alto volumen de su reproductor. Estaba en lo suyo, cantando y mirando sin mirar a nada y a nadie.Pero él sí la miraba y trataba de adivinar la canción que ella oía, no pudo seguir observándola, su vista se distrajo y se fijó en una pareja de adultos que conversaban sigilosamente frente a frente. Él quizá de unos 70 años de edad, ella rondaba tal vez, los 60 y tantos. Alto y delgado el varón, llenita y de estatura mediana ella. Se miraban a los ojos y susurraban su conversación de una forma tan natural que pareciera estar en otro lugar.Al dar vuelta en una esquina y luego de 2 minutos de tráfico intenso, la combi se enfiló con mayor velocidad a su destino, antes de llegar a la siguiente intersección la mujer de los 60 y tantos avisa al conductor que descenderá en la parada, luego de lo cual voltea su rostro hacía su acompañante para despedirse, inesperadamente ambos juntan sus labios y se dan un beso entre tierno y apasionado, como si ese fuera el último beso de sus vidas. Mantuvieron sus ojos cerrados mientras se besaban y sólo los abrieron cuando el transporte detuvo su marcha para que ella descendiera, se dijeron adiós y con la mano se lanzaron un nuevo beso.La combi reinició su marcha y se quedó observando detenidamente al varón de los 70 años de edad, que ahora portaba una gran sonrisa y un brillo en sus ojos cansados que los iluminaba ocultando ese agotamiento que dejan los años.Con esa escena él comprobó una vez más aquel dicho de que para el amor no hay edades, que mientras haya dos corazones que palpiten, existirá el amor y producirá esa sensación de caminar sobre nubes de algodón.Se bajó de la camioneta y corrió para alcanzar a subirse al camión que finalmente lo llevaría a su destino, faltaban 30 minutos para las 9 de la mañana, la hora de entrada a su empleo. En el trayecto recordó ese beso y le pidió a Dios llegar a viejo y enamorado.Rafael Reséndiz
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Que bonito relato me gusto mucho yo tambien quisiera llegar a esa edad y seguir muy enamorada para dar y recibir muchos besos gracias SALUDOS LINDO FIN DE SEMANA
Hola. Muy bonito relato, es cierto uno no sabe cuando vas a dar el ultimo beso a un ser amado, por eso ya sea un beso o un abrazo hay que proporcionarlo, y que mejor llegar a una edad adulta para seguir con estas costumbres.
Hola Rafael, que bonito, me hiciste mi día con este relato tan bonito porque mágicamente me transporte a ese lugar, lo visualise tanto como si hubiera estado ahí. Que tengas bonito día.
Hermoso lo que escribe, ha dejado un hondo suspiro dentro de mi, esperando poder encontrar el verdadero amor que me haga sentir que camino entre nubes de algodón, muchas gracias por su publicación.
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Muchas gracias