Al escribir este título empiezo a tararear aquella canción que dice: “tropecé de nuevo y con la misma piedra…”, indudablemente me queda el saco a la perfección; nos proponemos constantemente la decisión de “nunca jamás”; nos prometemos impedir una serie de sucesos en el mismo sentido, sin embrago, el ser humano es propenso a repetir todo aquello que está en nuestro subconsciente ya sea por hábito o a bote pronto, sin pensarlo, sin filtrarlo hasta que nos damos cuenta de la existencia de patrones predeterminados.
Esta circunstancia se detendrá el día en que nos decidamos a tomar la rienda y asumiendo la responsabilidad de vivir en conciencia.
La constante es darnos cuenta de que estos hechos ya los hemos vivido, que son dependientes de mandatos familiares o de la asociación de vínculos similares que repetimos por inercia.
Caer en relaciones dependientes que nos hacen sentir mal, sufrir, fracasar en el amor, es darnos cuenta que recaemos en el mismo tipo de personajes, con un patrón similar. Esto también es cierto en el ámbito profesional, los malos hábitos permanecen; somos la especie que repite la misma equivocación y queda pasmada ante casi siempre con obstáculos parecidos.
Comúnmente asociamos con la casualidad estos fenómenos, la repetición debiera hacernos reflexionar que lejos de ello la razón está en la causalidad, dista de ser un retorno al pasado para circunscribirse en la elaboración delicada que usualmente tejemos.
El comprender que una acción es producto del desarrollo del pasado y de su condicionamiento requiere un acto de conciencia; las normas generales del comportamiento humano lo ejemplifican y señalan el condicionamiento, el criterio que nos hacen caer en el mismo equivoco.
En repetidas ocasiones somos afines a recordar mayormente todo aquello que nos ha dañado, que nos ha alterado y lo valoramos con mayor permisibilidad.
Lo que para unos constituye un error mayúsculo para otros deja de serlo, es así como solemos tropezar en situaciones parecidas con lo mismo.
Precisamos darnos cuenta de que para que surjan los errores se repiten esquemas a lo largo de nuestras vidas; el factor común de todos ellos es sólo uno, nosotros mismos.
El cambio es aquello que nos permite ser distintos, modificar las consecuencias a nuestro favor.
Romper antiguos moldes y corregir pretende actualizarnos para evitar riesgos.
Para aprender de la experiencia se necesitan conocimientos nuevos; ser humilde, aceptar que se desconocen muchas cosas y estar dispuesto a tomar alternativas distintas, ampliando horizontes.
Los tropiezos deben ser acompañados de aceptar el equívoco, de interpretar los hechos y de darnos cuenta cuáles son las condiciones que motivaron la reaparición del suceso.
Ser libres, volar hacia otras metas parte de la adaptabilidad que tengamos hacia lo que aparece por primera vez, a enfrentarlo sin miedo y a alejarnos de una vez por todas de la repetición de nuevas versiones de nuestro pasado.
Convertir lo imposible en lo contrario, intentar soluciones distintas pasa por empoderarte, por tener la voluntad de cambiar y por la conciencia de que somos capaces de crear una nueva realidad, tomar el control de nuestras vidas, buscarlo con el objetivo esencial de gozar y disfrutar de nuestro viaje por nuestro tiempo.
Cambiemos la visión, siempre hay forma de ver el mundo de una forma distinta y positiva; concebir ambientes adecuados y puntos de referencia; generar un proyecto diferente de vida comienza por experimentar creencias distintas y evaluaciones diferentes.
Si la vida te hace tropezar, que esta vez sea por una piedra distinta.
Comentarios
Si nos encontramos con una situación así, es mejor darnos cuenta a tiempo y no cometer los errores de antaño, o bien sacarle provecho a lo que tenemos y no recordar el pasado. Gracias