Era muy chiquita cuando mi papá me contó una historia de su tierra, una noche de primero de Noviembre, mientras encendía las veladoras en ofrenda a sus antepasados. Una de tantas historias que yo anhelaba escuchar siempre, donde ponía toda mi atención, para luego desmenuzarla en mis razonamientos infantiles.“Los aztecas creían en la existencia del Mictlán, que es el lugar a donde algunas de las almas llegan después de morir… Esto es muy ajeno al concepto del Infierno o del Paraiso de los Europeos, ya que los aztecas ni siquiera tenían en mente el Infierno, para ellos no existía. El Mictlán solo era la parte mas baja de la Tierra de los muertos. Antes que este, existen el Ilhuicatl Tonatiuh, el Camino del Sol, donde moran las almas de los Guerreros muertos en batalla y las mujeres que pierden la vida en el parto. Tambien el Tlalocan, donde Tláloc resguarda aquellos que perecen por rayo, ahogados o con hidropesía. Y hay todavía un sitio más especial, el Chichihuacauhco, que significa Lugar del Árbol que Amamanta, donde regresan las almas de los niños muertos antes de nacer.Todos los demás muertos debían caminar por el Mictlán para lograr el Chicunamictlan, el descanso eterno; allí su Tonalli era libre, Tonalli es alma… pero para llegar ahí debían traspasar las ocho regiones, cada una con una prueba para los muertos mas difícil que la anterior. Los antiguos de saber decían que después de morir, aun le quedaba a Tonalli cuatro años para descansar.Lo primero que el muerto ve al llegar es el Itzcuintlan, un río caudaloso y embravecido que solo puede cruzarse con ayuda de Xólotl, el hermano gemelo de Quetzalcóatl. Aquí el perro sacrificado a la muerte del difunto es de mucha utilidad, pues lo cruza sobre su lomo, pero si no se trató en vida a uno de ellos con dignidad merecida, queda vagando por siempre en esta dimensión. Camino adelante, el muerto encuentra Tepectli Monamictlan, donde los cerros chocan entre si, y debe sobrevivir hasta subir al Iztepetl, el cerro de los pedernales, donde las piedras son tan filosas como navajas y los pies no encuentran un espacio libre de ellas. El difunto no debe tomar descanso y debe seguir adelante, hasta Izteecayan, donde sopla el “Viento de Navajas”, no en el sentido literal, sino por que la nieve impide ver de tan cerrada, y se debe cruzar sus ocho colinas entre el frío, únicamente guiado por los ojos de su conciencia. Al llegar a la ultima de las colinas de Izteecayan, esta el Paniecatacoyan, los ocho páramos donde los cuerpos flotan como banderas, lugar desierto con un frío aun mas intenso que el anterior. Algunos deciden no seguir adelante y quedan ahí por siempre; las valientes y decididas camino abajo se topan con Timiminaloayan, el sitio donde unas manos que no puede mirar envían puntas invisibles para acabar a los pasantes. Hay que cruzarlo de modo ligero y discreto, para confundirlas. Ahí no hay un limite definido, a veces los pasantes no se dan cuenta que ya llegaron a Teocoyocualloa y caen a manos de las fieras que comen el corazón del muerto para después enviarlo al charco donde el caimán va a perseguirlo sin descanso. Pero creo que donde más miedo da pasar es el Izmictlan Apochcalolca, el lugar de los nueve ríos y las tinieblas, donde el pasante esta totalmente ciego y debe vadear los cauces para lograr el descanso eterno. Si lo logra, entra a Chicunamictlan, el lugar donde reinan Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, quienes liberarán su Tonalli para que encuentre reposo, desapareciendo por la eternidad.”Con los años la adoración a los Dioses de la muerte ha sido sustituida, quizás no haya el conocimiento exacto del Mictlán entre los mexicanos actuales, pero hay una inexplicable inclinación mística a ayudarlos en su viaje, con la luz de las velas y el olor del incienso que purifica. No vemos adoraciones en el Templo Mayor para Mictlantecuhtli, pero si la venta en cualquier tianguis de la figura de la Santa Muerte y las instrucciones sobre como montar sus altares.Habría que preguntarse si esta inclinación se trata de algún tipo información geneática capaz de traspasar fronteras. No lo sé, pero esto me trae a la cabeza la película Maclovio, magistralmente interpretado por Ignacio López Tarso, cuando durante su encuentro con la Muerte ataviada con huaraches, calzón de manta y gabán, ésta lo cuestiona acerca de porqué le había entregado la mitad de su anhelado guajolote para comerlo juntos, cuando antes hubo negado siquiera un trozo a Satanás y al mismo Dios.Maclovio responde “Porque tu si eres pareja, igual te cargas a unos que a otros… además, tenia que ser exactamente la mitad, pues si me negaba a compartir, no hubiera tenido tiempo ni siquiera de probar mi guajolote”.Y me despido, porque ya estoy retrasada para preparar mi altar, y no quiero que mis difuntos niños que llegan esta madrugada me vayan a agarrar desprevenida.
Enviadme un correo electrónico cuando las personas hayan dejado sus comentarios –
Comentarios