Ayer escuchaba una entrevista en la que una mujer hablaba de sus tres experiencias “amorosas” más significativas: la primera, a los diecisiete años con un chico con el que se fugó y con quien los padres “la casaron” para evitar la deshonra. Por supuesto, el matrimonio terminó en ruptura porque, según ella narra, él se drogaba y la golpeaba. La segunda experiencia también culminó en matrimonio fallido porque mientras esperaba a su segundo hijo, conoció a la amante de su marido; y el tercer intento fue con un hombre con quien salió durante dos años, hasta que descubrió que era casado, pero justamente cuando lo supo, ella estaba embarazada de su tercer hijo.
Como conclusión esta mujer comenta que siempre hizo las cosas bien, pero que ha tenido mala suerte. Esto me llevó a pensar en cuántas veces la victimización coloca a las personas en una “zona de confort”, creyéndose una historia que se han contado varias veces a lo largo del tiempo.
Cuando existe la decisión de abrir los ojos y de tomar las riendas de la propia existencia, el primer reto es entender que los demás no tienen la culpa de lo que nos ocurre, porque la vida se cimienta con cada decisión que se toma. Sólo el autoconocimiento, la reflexión y el amor a uno mismo serán los detonadores para emprender un cambio positivo que conduzca al individuo a actuar con mayor conciencia.
Es recomendable, que cuando esto no se puede realizar con las herramientas que se tienen, con los paradigmas que se han construido…se busque el apoyo y acompañamiento de un profesional. Bien dice la OMS: “la salud no es solamente la ausencia de enfermedad, sino el estado de completo bienestar físico, mental y social”, a lo que agregaría, emocional y espiritual.
GabyCruzCoach
Coaching de vida
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