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La investigadora de las problemáticas del dinero, el poder y el éxito desde la perspectiva de género, Clara Coria, describe tres tipos de hombres contemporáneos.

En el primero se encuentran los hombres que insisten en sostener que las diferencias de los roles sociales entre mujeres y varones son exclusivamente biológicas y, por lo tanto, es “natural” que las mujeres se circunscriban a sus roles afectivos y domésticos así como también que estén al servicio del varón, llegando a poner obstáculos a cualquier intento de independencia y de desarrollo por parte de sus esposas.

En ocasiones llegan a vanagloriarse de ser “tradicionales” y suelen ostentar las discriminaciones que sostienen como un rasgo de jerarquía. Creen que existen individuos superiores y que estos tienen derechos sobre el resto para utilizarlos en su beneficio (mujeres, niños, pobres, negros, extranjeros, etcétera). Estas características no son patrimonio de las clases adineradas. Es posible también observarlas en varones de las clases menos pudientes.

El segundo tipo de varones descrito por Coria corresponde a aquellos que son conscientes tanto de sus privilegios como de que estos no tienen su origen en la naturaleza sino en las leyes sociales de corte patriarcal. Es frecuente encontrarlos en la llamada clase media. Son hombres que disfrutan de esos privilegios con toda naturalidad mientras las mujeres lo permiten, pero son capaces de ceder espacios (después de no pocos forcejeos) cuando ellas, con firmeza, toman posesión de los suyos.

Es posible observar que suelen hacer gala de sensibilidad social y, en consecuencia, se oponen a la esclavitud en sus diversas formas y se asumen como democráticos. Todo esto contribuye a que les resulte muy difícil sostener impunemente la contradicción entre su pretendida democracia teórica y el disfrute consciente de sus privilegios a expensas de las mujeres con quienes comparten la vida.

El tercer tipo de varones es el más reducido, advierte Coria: detestan la esclavitud. Necesitan la democracia para vivir. Creen en el amor como una experiencia que no da privilegios de posesión. Están atentos para nutrirse con los estímulos que provienen de aquellos que son diferentes, incluidas las mujeres.

Valorizan la coherencia y exigen para sí lo mismo que están dispuestos a dar. Intentan hacer las “cuentas claras” con el propósito de compartir no sólo las dificultades sino también los beneficios, porque están convencidos de que el mejor negocio para la vida es el de una sociedad afectiva sin aprovechamientos.

Defienden el derecho a vivenciar y a expresar los afectos. Generalmente no necesitan andar exhibiendo su potencia y se animan a mostrar sus debilidades. Muchos de estos hombres han tenido —y aún tienen— que abrirse paso trabajosamente entre los estereotipos sociales que los presionan para perpetuar el modelo tradicional patriarcal que exalta el autoritarismo y la omnipotencia.

Estos hombres, a criterio de Coria, adquieren una irresistibilidad poco común por el simple hecho de que son capaces de amar a una mujer sin reducirla a la condición de madre, o de objeto o de esclava o de “niñita inmadura”.

Son personas que han tomado conciencia de que tienen privilegios, y están dispuestos a perderlos a cambio de rescatar lo que el sistema patriarcal les retacea a ellos como efecto indirecto de discriminar a las mujeres: los afectos, la ternura, el disfrute del cuerpo y la posibilidad de ser, sin exigencia, nada más y nada menos que ellos mismos.

Lo que diferencia a estos varones de los de los otros grupos no es la ausencia de prejuicios sino la firme decisión de combatir la discriminación.

Para los hombres la descripción de Coria más que una tipología es un puente a atravesar: de lo tradicional, autoritario, arcaico y rancio hacia la liberación, la justicia, la equidad, la integridad.