Mi colega y amigo, el psiquiatra Rafael Salín-Pascual, me envía una nota de un libro en preparación en la que afirma que, desde hace milenios, las mujeres hemos modificado la manera brutal en la que los primates homínido-machos se apareaban mediante violaciones y competencia de carga de semen, en las que el macho con mas cantidad y movilidad de espermas lograba transmitir su material genético. Según la nota, las mujeres forjamos las características positivas, llamadas humanas, de nuestra especie: cariño, compañía, apoyo, cercanía, solidaridad, necesidad de ser defendidas y protegidas, todo esto con una sola meta; que el varón nos defienda y nos ayude a proteger a nuestras crías. Que si las comparamos con de otras especies, nacen inmaduras y necesitan de largos años de cuidados.
Un grupo de psicólogos evolucionistas opina que las estrategias de apareamiento, no se han modificado mucho. Lo que significa que seguimos siendo primates, aunque usemos teléfonos celulares, autos y computadoras. Me pregunto: ¿Las mujeres, los hemos humanizado o no? Es necesario que pasen muchas generaciones para que los registros se modifiquen en nuestros genes y trasmitan la nueva información a nuestros descendientes. Eso significa que vivimos en tiempos posmodernos con genes antiguos, y los modelos de comportamiento arcaicos tienen un delgado barniz de actualidad. Es como si instaláramos un software moderno en un hardware antiguo.
Eso explica porque algunas “emancipadas”, en el fondo de su corazón, sigan creyendo en el “príncipe azul” y se sientan vulnerables aunque sean tan capaces o más que los hombres. Aún las que ganan más dinero que sus compañeros, a pesar de la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres que desempeñan la misma actividad, prefieran creer que la seguridad les viene de ellos. No todo es responsabilidad de los genes, las conductas también son aprendidas y trasmitidas de generación en generación. Las madres han sido educadoras de hijos e hijas, pero la educación que trasmiten tiene una carga machista que les es impuesta y desafortunadamente no siempre censurada ni cuestionada, lo que mantiene estereotipos de género que perpetuán las más profundas desigualdades.
Los expertos han concluido que las mujeres buscamos en los hombres fidelidad, matrimonio y compromiso, que consideramos básicas la sinceridad, la amabilidad, la comprensión y nos molesta la violencia sexual. Los hombres buscan en las mujeres juventud y salud. Las pruebas observables de salud son los labios carnosos, la piel clara (sin imperfecciones), los ojos brillantes, el pelo lustroso, buen tono muscular, el paso joven, buen nivel de energía y la expresión alegre. Les molesta que tengamos un pobre impulso sexual (que no pensemos como ellos todo el tiempo en el sexo), que seamos poco atractivas, que tengamos vello en exceso y se quejan de nuestra necesidad de comprometerlos. Ellos sueñan más que nosotros con temas sexuales y tienen fantasías visuales frecuentes. Buscan el sexo casual que no genera intimidad.
Algunas de estas características han cambiado; existen mujeres que buscan el sexo casual y hombres que buscan seguridad en brazos de mujeres fuertes y asertivas. Mientras muchas mujeres no se quieren casar ni tener hijos, otras alimentan la esperanza de encontrar un marido que les resuelva sus problemas materiales y afectivos.
Los humanos somos tan eficaces para cambiar las leyes naturales, que pronto las mujeres llamaremos interesados a los hombres y ellos nos acusarán de libidinosas. Nuestros desplantes feministas han pervertido un orden milenario, si lo logramos construiremos el nido, atraeremos al macho, empollaremos, seremos fuente de seguridad, y desearemos ser eternamente jóvenes y bellas. Seremos pájaras de plumas multicolores y aprenderemos las reglas del cortejo masculino. Muchos hombres descubrirán o redescubrirán con júbilo el placer de ser protegidos, será como si regresaran al seno materno, a la infancia, o a la adolescencia, y no se harán demasiados cuestionamientos, “mientras nosotras tendremos que ser nuestras propias madres”, como dice Cristiane Olivier.[1] Tendríamos que reflexionar un poco más sobre este tema del que no se ha dicho la última palabra.
Patricia Rodríguez
Comentarios
Teresita, gracias por tu opinión.
muy interesante tema... mil gracias!!!