Sólo por hoy...

Rafael ReséndizYa va amaneciendo y la luz del sol ilumina poco a poco el cielo. Escucho a la distancia el trinar de los pájaros posados en las copas de los árboles. Me asomo a la ventana al escuchar el taconeo inconfundible de las zapatillas de la mujer que todos los días a la misma hora camina, corre, rumbo a su trabajo. No la conozco, nunca he visto su rostro, sólo reconozco el tac tac de su calzado que de lunes a viernes se oye bajo la ventana de mi recámara. Tengo la certeza de que es una madre, como las hay miles que van en busca del sustento familiar sin importar si llueve o hace frío, si están enfermas o cansadas.Dejo caer la cortina y vuelvo mis pasos hacia el baño. Con el primer chorro de agua mi mente se despeja y logró captar la reseña del noticiero radiofónico que acostumbro a oír. Frente al espejo, y después de digerir que mientras dormía hubo un operativo para rescatar a una persona secuestrada en la ciudad de México, en el cual murieron cuatro personas, repito la propuesta de todos los días: “sólo por hoy seré una mejor persona”.¡Caramba, voy retrasado! Corro a abordar el transporte público que habrá de llevarme a mi trabajo. Me instalo en un asiento y alzo la vista buscando la de las otras personas, que me imagino va a trabajar o a la escuela, para desearles buenos días al menos con la mirada. Sólo una señora entiende mi saludo y me sonríe. Unos van con los ojos cerrados sumidos en sus pensamientos o queriendo dormir un poco más. Otros, miran sin ver, esquivan la mirada observando el paisaje urbano. Calles adelante se sube una mujer joven que titubeante toma lugar frente a mí, busco su mirada para saludarle, me evade; sin embargo, alcanzó a notar el rojo en sus ojos.La combi sigue su ruta, los pasajeros bajan y suben, la muchacha sigue el viaje igual que yo. Hurga en su bolso mientras alcanzo a escuchar un leve sollozo, levanta la cara y con los ojos arrasados de lágrimas y la voz entrecortada, apenas audible, pide la parada al chofer y le dice que no trae dinero para pagar su pasaje, que la acaban de asaltar. El conductor sin prestar atención masculla una maldición y abre la puerta para que la joven descienda. Apuradamente saco una moneda de 10 pesos y se la entrego al chafirete. Antes de que la puerta de la combi me pegue doy un brinco y corro tras la mujer.Logro darle alcance y con temor le toco el hombro y le pregunto qué hará, asustada voltea y me mira con rabia en los ojos antes llorosos, y me increpa “¿qué quiere que haga?, me asaltaron y me acaban de dejar sin dinero; cuando se necesita un policía nunca hay”. Denúncielos, alcanzo a sugerirle. “¿Y usted cree que con eso basta, acaso me van a regresar lo que perdí?, ¡claro que no, todos son una bola de bandidos!“¡No, no tengo tiempo, además ni caso me van a hacer!, tengo que llegar al trabajo sino me corren, a mi jefa estás cosas no le interesan. Y para acabarla, no tengo ni un peso y no he desayunado. No, gracias. Pero si no presenta la denuncia seguramente los ladrones seguirán robando, le digo en un intento por convencerla.-Ajá, y si los agarran me van a identificar y seguro van a querer vengarse de mí, ¡no! Así estoy bien, mejor ya no voy a pasar por esa calle. A ver cómo le hago, pero por ahí no vuelvo a caminar más en mi vida, no importa que me tarde más, total me tendré que levantar más temprano.-Por eso, si no presenta la denuncia otras personas van a ser víctimas de esos ladrones.-¡Pues ni modo! ya no me quite el tiempo.Yo que sí, ella que no. Luego de unos minutos por fin logro convencerla y me ofrezco a acompañarla, con recelo acepta. Cruzamos la avenida y abordamos la combi que nos lleve a la Procuraduría estatal. Ya en la oficina del Ministerio Público, y luego de dos horas de larga espera, le toman su declaración.Ya afuera me dice: ojala los atrapen o cuando menos que manden una patrulla que esté ahí todo el día, esos tipos, son dos, han robado a muchos, fui una más. Ahora a ver cómo le hago para comprar los útiles de mis hijos. En la oficina ¡ni pensarlo! mi jefa además de exigente es bien tacaña, se ríe.Le ofrezco mi teléfono para que avise de su retraso.-No ya para qué, mejor voy a ver a mi hermano para que me presente el dinero para las cosas de mis niños. Y gracias por su apoyo, a ver qué resulta de esto, gracias.Le extiendo un billete de 50 pesos para que logre llegar a su destino y coma algo; sus mejillas se tornan rosadas y titubeante lo toma apretándolo con fuerza en su mano izquierda como si se le fuera a escapar.Le extiendo la mano para despedirnos, pero recibo un abrazo que me toma por sorpresa y al oído me agradece de nuevo. “De nada” alcanzo a decir...Es de noche ya, en la soledad de mí recámara recuerdo ese abrazo y repito: “mañana seré una mejor persona”.
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Comentarios

  • Que buen sabor de boca me dejó tu historia, ojalá todos tuvieramos esa intención (y la cumpliéramos de verdad) de tratar de ser una mejor persona cada día, hay detalles tan pequeños que pueden hacer tanto por otras personas. gracias. Letty
  • Me gustó mucho, ojalá todos tuvieramos ese proposito.
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