Efectos del SAP:
Los recuerdos del niño respecto del progenitor alienado son sistemáticamente destruidos. El niño puede encontrar obstáculos insuperables si, más tarde en su vida, busca reestablecer las relaciones con el progenitor perdido y su familia. Algunos de estos niños eventualmente se vuelven contra el progenitor alienador, y si el progenitor objeto se ha perdido también para ellos, al niño le queda un vacío imposible de volver a llenar (Convay Rand, D., 1977).
Los efectos del SAP sobre los niños y sobre el progenitor alienado pueden ser considerados como una forma de maltrato o abuso psicológico y emocional, que puede producir un daño psicológico permanente en el vínculo con el progenitor alienado. (Gardner, R., 1999; Brandes, J. R. 2000) Si la intervención no se produce, el niño queda abandonado y crecerá con pensamientos disfuncionales. No es sólo cuestión de que el niño podría no llegar a establecer jamás una relación positiva con el progenitor alejado, sino que sus propios procesos de pensamiento han sido interrumpidos y coaccionados hacia patrones patológicos. El modelo principal de los hijos será el progenitor patológico, mal adaptado y con una disfunción.
El SAP puede inducir en los hijos víctimas una depresión crónica; una incapacidad de funcionar en un ambiente psicosocial normal; trastornos de identidad y de imagen; desesperación; un sentimiento incontrolable de culpabilidad que surge cuando el hijo se da cuenta, una vez adulto, que ha sido cómplice, a pesar de él, de una gran injusticia infligida al progenitor alienado; un sentimiento de aislamiento; comportamientos de hostilidad; una falta de organización; una personalidad esquizofrénica y a veces el suicidio. (Bronchal, J.)
Lavado de cerebro, programación, manipulación, cualquier término con el cual quiera ser llamado este proceso, es destructivo para el niño y para el progenitor alienado. Ninguno de ellos será capaz de llevar una vida normal y saludable a menos que el maltrato sea interrumpido.
Casos
P.W.: es un inglés residente en España. Hablaba español con alguna dificultad y no encontraba quien le escuchara. Se separó de su mujer, también de nacionalidad británica, y al principio mantenían una buena relación con sus hijos. Al cabo de unos meses empezaron a surgir los problemas, coincidiendo con el inicio de una nueva relación. Sus hijos no querían verle ni hablar con él. Empezó su peregrinaje por los juzgados solicitando que se cumpliera el régimen de visitas. Solicitó el cambio a los Tribunales Españoles, pues era conocedor que en su país podía tener más dificultades. Sus hijos le acusaban de no dar dinero a su madre, pero no ponían reparos a recibir regalos de él, aunque se los tiene que dejar en la puerta porque los hijos no los quieren coger de sus manos. El progenitor ha intentado por todos los medios reiniciar la relación con sus hijos pero sólo encuentra trabas y denuncias. Hay continuos incumplimientos de las sentencias judiciales y él no consigue ver a sus hijos. Él siempre ha pensado que la culpa no es de los niños y no quiere dejar de luchar aunque cada vez siente que tiene menos fuerza.
R.F.: americano que ha convivido con una mujer española de la que tiene una hija. Se separaron al poco de nacer la niña y la madre se negaba a que él la reconociera como padre, por lo que tuvo que ir a los Tribunales para reconocerla y que llevara su apellido. Su dificultad con el lenguaje le ha supuesto muchas trabas pero él ha seguido adelante. Consiguió un régimen de visitas con su hija y ha podido iniciar una relación con la menor (ahora tiene 4 años) pero cuando las cosas parecían ir bien, después de un año recibió una citación en la que la madre le acusaba de abusos sexuales a la menor, con lo cual se suspendieron las visitas inmediatamente. Después de seis meses se archiva la denuncia sobre abusos sexuales.
P.G.: inglés ahora residente en España. Vivía con su esposa en Inglaterra y tienen una hija que tenía 19 meses cuando se separaron y la madre se traslada a España. Anteriormente las visitas con su hija eran mensuales y se desarrollaban satisfactoriamente. Se traslada a vivir a España para estar más cerca de su hija y es cuando empiezan los problemas. Cuando va a recogerla recibe insultos, gritos, lo que hace que la niña empiece a tenerle miedo y a llorar. Refiere que su ex-mujer fue una niña alienada de su padre a quién no había visto en 30 años.
Reconocimiento del SAP
La negación del SAP como síndrome ha causado un sufrimiento psicológico formidable a muchos hombres, mujeres y niños. Muchos abogados han conseguido convencer a los jueces que el SAP no existe y por lo tanto la animosidad de los niños contra sus padres estaba justificada. En los juzgados era común encontrar argumentos de abogados que alegaban que al no existir el SAP sus clientes no podían estar provocando un síndrome que no existía, incluso podían alegar que la alienación había sido producida por el abuso o negligencia del otro progenitor.
Mientras el SAP no sea reconocido en los Juzgados y no se sancione debidamente, la alienación continuará destruyendo la relación de los hijos con el progenitor alienado. Mientras sigan con un mínimo contacto con el progenitor alienante, la alienación conseguirá su objetivo y privará a los hijos de una relación formativa y significativa para su desarrollo.
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