“A los amigos los escoges tú”… cuántas veces no hemos oído repetir esta frase por ahí, y es muy cierta, porque nuestros hermanos de sangre son los que nos tocaron por parte de padre y madre, bueno a esos ni modo que los neguemos, esos ahí están, pero a los seres que elegimos para compartir nuestra vida amistosa, a esos, los contamos con los dedos de las manos. Y ellos son nuestros amigos.

 Los amigos son aquellos con los que somos como nosotros mismos, son con quienes compartimos el dolor de una mala racha o la alegría de nuestra vida, reímos, carcajeamos, chismeamos y hasta lloramos por el amor que nunca nos correspondió, a ellos les debemos los momentos más felices de nuestra infancia, los más graciosos de nuestra juventud, los más increíbles de nuestra edad adulta y los más agradecidos de nuestra ancianidad.

Podemos pensar -¿qué pasaría si no existieran los amigos?-, la verdad es que esta vida sería muy dura, porque aunque tengamos a nuestra pareja, a veces necesitamos pasar un rato entre amigos, porque se torna diferente el ambiente, porque los seres humanos necesitamos compartir con otros seres que no sean de nuestra familia, no porque nuestra familia sea aburrida o no nos guste, es que es propio del ser humano tener a alguien con quien hablar de cosas similares, el mismo idioma, compartir vivencias, tal vez secretos u otras cosas que con los miembros de la familia, al menos que sean nuestros amigos, compartiríamos, porque por ejemplo, ¿tú le dirías a tu esposo, que hoy te sentiste súper atractiva porque en el súper captaste miradas masculinas?, o ¿le contarías a tu mamá algo íntimo de tu marido? Y tú hombre, ¿le contarías a tu esposa que estuviste hojeando revistas porno o femeninas sólo para ver el cuerpo de otras?, no verdad… Entonces para eso y para muchas otras cosas hermosas de la vida, están los amigos, esos que no te juzgarán nunca porque están en igualdad de condiciones. Por eso, ¡qué existan los amigos! Cuida, procura y cultiva a tus amistades.