¿A cuántas os han regalado vuestros compañeros algo inverosímil para el tiempo que lleváis juntos? Muchas veces ellos nos compran cosas que creen que nos van a entusiasmar porque nosotras habitualmente nos las compramos. Pero precisamente por eso ya no son opción como regalo, porque ya lo tenemos y no nos causa ninguna sorpresa ni nos hace ninguna ilusión.
Recuerdo especialmente el caso de una amiga recién parida, a quien su marido le regaló una crema antiestrías. Lloraba y todo. Se lo tomó como una ofensa, como si le estuviera diciendo que estaba gorda y más le valdría adelgazar. El pobre tío no entendía que algo tan práctico que podía ayudar a su amada esposa a volver a su figura habitual pudiera causar semejante reacción en ella.
A las mujeres nos gustan las sorpresas porque todo lo práctico ya nos lo sabemos encontrar nosotras, y además con las 3 B, Bueno, Bonito, Barato. En cambio muchos de ellos te cuentan que les da pereza hasta ir a comprarse calzoncillos, y prefieren salir con los que le regale su abuela para Reyes antes de pasarse horas en una tienda probándose pantalones, camisetas, etc. He visto a amigos míos irse de una tienda con una chaqueta de una talla más pequeña con tal de no probársela. (Y eso os lo digo yo que odio ir de compras y soy capaz de probarme media tienda en 15 minutos para acabar pronto con el suplicio).
Qué decir de las cremas: Ellos rara vez irían al Corte Inglés a pedir muestras para probar cuál le conviene más a su cutis. En cambio, nosotras… ¿quién no hay ido alguna vez a pedir muestrecitas al Sephora? En conclusión, a nosotras nos gustaría que nos regalaséis esas cosas que no nos compraríamos porque son un caprichazo, no aquello que os gustaría a vosotros porque es necesario, ¿se capta?
Hay cosas biológicas en las que no somos iguales, NO, ni falta que hace. Pero en otras, culturales y aprendidas, todo puede cambiar.
Y va cambiando. Por ejemplo, según esta noticia publicada en Culturizando, los hombres que hacen más tareas domésticas tienen una mejor vida sexual http://www.culturizando.com/2011/04/los-hombres-que-lavan-los-platos-tienen.html
Pues claro, si tienes una pareja que hace las tareas del hogar sin rechistar ni tener que ir tú detrás enseñándole o rectificándole, que es lo que hacemos la mayoría de nosotras, te has ahorrado un 90% de las discusiones. Y, por tanto, puedes dedicar todo ese tiempo no perdido en retozar en la cama, o en cualquier parte del hogar. Es más, te puede dar hasta morbo verle limpiar y acabar como en el anuncio de KH7 de Bigas Luna, que daban ganas de pasar todo el día en la cocina diciéndole adiós a la grasa, así con la manita.
No sé si hace falta aclararlo todavía a estas alturas, cuando ya muchos han vivido solos y apuestan por el trabajo en común, pero, por si acaso, que sepáis todos los hombres que a nosotras no nos encanta meter la mano en el váter hasta el fondo para limpiarlo, pagaríamos por pasar la fregona sólo cuando vinieran invitados, también nos da pereza hacer la cama para volverla a deshacer por la noche; y el polvo preferimos echarlo a quitarlo. En serio.
Que no somos masoquistas.
Simplemente, deseamos sentarnos a gusto en nuestra propia taza, que no se nos queden las zapatillas pegadas al suelo y evitarnos una alergia a los ácaros autoinducida. Nos hemos enterado ya de que a muchos de vosotros no os molesta ni veis la suciedad, pero da la casualidad de que si compartimos la casa, se comparte todo, o la mierda o la limpieza. Puesto que nosotras nos negamos a limpiar para que vosotros lo disfrutéis a la sopa boba, como cuando vivíais con mamá, al final os vais a tener que hacer a la idea de que, cuanto más rápido terminemos todo juntos, antes podremos pasar a otros menesteres más entretenidos y apasionantes.
Pero si no se comparten esos trabajos forzosos, nos cabrea, nos agota, nos desmotiva mucho, y luego no vamos a estar ahí en plan porno-chachas cachondísimas encorriéndoos por todo el piso para daros un premio.
Si a eso le añadís un regalo pensado más para vuestro mejor amigo que para vuestra mujer favorita, pues ahí sí que ya, como nos pongáis la mano encima, la única frase que nos sale, desairadas como en las telenovelas, es: “Mira, a mí déjame, que no tengo el cuerpo pa’ fiestas”. Y os va a costar mucho convencernos de lo contrario. (Bueno, a mí, no, jajaja).
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